La secundaria es tierra de nadie y la sociedad mira para otro lado

La secundaria es tierra de nadie y la sociedad mira para otro lado

D a la sensación de que la sociedad no quiere saber lo que pasa en las escuelas. Es más fácil mirar para otro lado o -directamente- cerrar los ojos y practicar un ejercicio de negación. O será, como escribió Neil Postman, que estamos decididos a vivir entretenidos hasta la muerte. La realidad, entonces, transcurre a través de un velo, y cuando se ese velo se corre -como ocurre por estos días puertas afuera de la Normal- la sociedad sobreactúa la sorpresa. Eso, acá y en la China, se llama cinismo.

El aula del secundario es un caldo de cultivo complejísimo. Los chicos se suicidan -los casos no paran-; se embarazan; consumen alcohol, porros y pastillas; filman a los docentes con sus celulares y viralizan esos videos; agreden a esos mismos docentes; se escapan. Ese rosario de inconductas, que están lejos de reducirse a esta enumeración, cruza clases y geografías, se repite en escuelas públicas y privadas; laicas y confesionales. Lo que puede cambiar es el grado de sofisticación, de acuerdo con el poder adquisitivo de los chicos. Definitivamente, no es un fenómeno exclusivo del conurbano tucumano.

Mientras tanto el docente corre por un laberinto, sumando horas cátedra aquí y allá en el afán de llenar la olla. Muchos se paran frente a un curso con herramientas escasas y prehistóricas, proporcionadas por institutos de formación cuyos estándares de calidad son subterráneos. Les dieron arcos y flechas para enfrentar a una división blindada. A otros el estrés los mantiene al borde del ataque y sus legajos son colecciones de licencias médicas. A todos se les pide creatividad, empatía con los chicos, estrategias para transformar ese panóptico carcelario que es el aula en un espacio amigable y positivo. El docente, que debe lidiar con las inconductas de los chicos, con la dirección de la escuela, con padres desubicados y con los supervisores de turno, se siente la mortadela de ese sándwich que es el sistema educativo.

Hay variables de todo tipo en este panorama. En el caso de la Normal, una de las aristas del conflicto es la presencia del hijo de un importante político en los casos de indisciplina. Se entiende entonces por qué el Ministerio de Educación maneja con pinzas las denuncias. Lo increíble es que la amenaza de renuncia de las máximas autoridades de la escuela no mueva las agujas en la medida de lo debido. En un anillo que lucía Julio Grondona, el cuestionado ex presidente de la AFA, podía leerse “Todo pasa”.

El martes pasado LA GACETA publicó el caso de un alumno al que encontraron en pésimas condiciones en el baño de la escuela (ubicada en Jujuy al 3.900). La madre acudió para montar un escándalo y amenazar a docentes y encargados. Es la norma de los tiempos: un aplazo o una sanción desatan la furia familiar contra la institución. Los padres se convierten en “barrabravas”. Siempre será más fácil victimizarse y adjudicarle responsabilidades al otro que asumir las culpas propias.

Es muy comentado el mensaje del profesor uruguayo que se confesó derrotado y renunció a seguir enseñando. No es un caso nuevo, pero se viralizó en estos días y de allí las repercusiones. La salvedad es que no trabajaba en el secundario, sino en la universidad, pero el escenario encaja porque habló de la abulia de los alumnos, más interesados en Facebook y en los chats por whatsapp que en la clase. Se formaron dos bandos en la web: los que se sienten identificados con él y quienes critican su actitud. Algunos lo aplauden, otros lo condenan. Lo que está claro es que Facebook y whatsapp no son causas, sino síntomas de una cuestión más profunda. De allí que resulte absurdo debatir sobre el uso de las nuevas tecnologías en el aula, la discusión pasa por cómo emplearlas con eficacia.

El mundo, tan cambiante segundo a segundo, es un tren de alta velocidad y no queda otra que subirse en pleno movimiento. Eso es riesgoso. Hay demasiadas aristas en la vida urbana, intrafamiliar y escolar que se mueven a ese ritmo. Los chicos están en el medio de esa vorágine, en muchos casos sin referencias a mano que los ayuden a tomar decisiones. Es sencillo estigmatizarlos. Mejor sería exponer al público los graves problemas que cruzan a la educación media, involucrar a la sociedad en el debate, obligándola a que deje de imitar al avestruz y saque la cabeza de la tierra. Son sus hijos los que juegan con fuego.

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