Crisis de identidad

Crisis de identidad

La Justicia se defiende. El Ejecutivo se pone escudo. La Legislatura contragolpea. Los poderes políticos pierden la iniciativa y la agenda la marcan fiscales y jueces. Las instituciones se descascaran sin lograr cumplir con el rol que les compete. El ciudadano, desesperanzado.

“Está loco la venganza de Alperovich”. La frase en tucumano básico de un experimentado dirigente deja al descubierto cuán retorcida está la imagen de la política del Jardín de la República. El hombre había interpretado los siguientes episodios: 1) Al ex gobernador le descubrieron su vergonzoso e innecesario decreto que lo nombra asesor de la Provincia. 2) El actual mandatario consiguió seducir con su sonrisa al fiscal Washington Navarro Dávila que terminó archivando la causa de las valijas que es más incómoda que un mosquito a las tres de la mañana. Todo duró muy poco. 3) Edmundo Jiménez se fue hasta el archivo, sacó el expediente y lo puso sobre el escritorio del fiscal más joven –y por lo tanto, inexperto-. En este último paso es donde este político tucumano ve la venganza de Alperovich porque las adineradas valijas volvieron a dar vueltas por la cinta de la vergüenza.

Para que ese razonamiento tenga sustento, habría que suponer que Jiménez es un títere de su ex jefe. El ministro fiscal es mucho más autónomo y cada jugada que realiza corre por su cuenta. Además se circunscribe en la larga y lenta pelea que viene sosteniendo con el presidente de la Corte Suprema de Justicia. La orden de seguir con la investigación implica un fortalecimiento del Ministerio Público Fiscal que a través de Navarro Dávila estaba tomando una decisión absolutamente impopular. En esas valijas no sólo se trasladaron 600 millones en efectivo injustificado. En los recovecos se acomodaron ilícitos, secretos, manejo indebido de fondos, subsidios tramposos y hasta tiene bolsillos en los que caben enriquecimientos diversos. Incluso hay una pequeña bolsita en la que entra perfectamente el dinero para hacer política. En ese caso los beneficiados serían Alperovich, Manzur y Jaldo ya que siguieron sosteniendo las riendas del poder. Por todo esto es difícil que Jiménez haya sido la mano de la venganza alperovichista. En todo caso en el laberinto de las lecturas políticas fue simplemente una mecanismo de autodefensa ante los legisladores que han comenzado una guerra de guerrilla contra la Justicia y Jiménez podría tener puntos débiles.

A todo juicio político que llegue se le va a dar curso. Esa es la postura. Los legisladores interpretan que la Justicia los ha tomado de punto y, por lo tanto, quieren ponerle un freno.

Como apunte de estudiante

No obstante, la reconvención de cuatro de los cinco miembros de la Corte -Claudia Sbdar estaba fuera de la Argentina- al legislador radical Eudoro Aráoz tampoco es venganza. Nada tiene que ver con ese contexto. Es parte también del escudo protector del Poder Judicial tucumano que pareciera que se siente vapuleado y maltratado. Como no encuentra respeto por su investidura y por su rol, entonces refuerza y resalta la obligación de que se lo respete. Es como esos apuntes de estudiantes donde se subraya lo más importante para no olvidarlo a la hora del examen. “La matriz de la corrupción de Tucumán está en el Poder Judicial cooptado por el alperovichismo, con continuación en el manzurismo”, había dicho Araóz, quien es proclive a la intervención del poder. La Corte reaccionó ante la necesidad de que se la valore y en la búsqueda de poner quicio en la mirada que se tiene sobre la Justicia tucumana. No es algo nuevo, desde hace años la cúpula del Poder Judicial batalla para evitar que se descascare la buena imagen de la “señora de los ojos vendados y de la balanza”.

Escapando del infierno

Si hay alguien que sabe de esa estrategia es el gobernador de la provincia. Se sentó en el sillón de Lucas Córdoba chamuscado. La Justicia Federal le mordía los talones. Las trapisondas electorales con urnas quemadas y planillas borrosas echaban más leña al infierno. Con paciencia de orfebre y sonrisa de publicidad de dentífrico fue reconstruyendo su imagen y su gestión.

El Bicentenario –que aún no termina aunque se olvida- fue la vitamina que le dio fuerzas para reconstituir el tejido. Pero eso no alcanza.

El decreto que designa a Alperovich asesor desnudó todo. Fue un grave error. Desde el punto de vista político mostró la orfandad de poder y la necesidad de cumplir con José, de mostrar a José, de depender de José. Desde el punto de vista administrativo fue un papelón. ¿Por qué el gobernador no sancionó a su secretario general de la Gobernación? Pablo Yedlin escondió un decreto y lo reconoció, inclusive y no pasó nada. Cualquier parecido a otro affaire del funcionario cuando fue ministro de Salud es pura casualidad. Desde el punto de vista institucional es una muestra de la incapacidad. No hacía falta nombrar a Alperovich asesor. Y, si de verdad era necesario, nadie pudo explicar por qué ni para qué servía esa designación. Ni la sonrisa ni la paciencia alcanzaron como medicina para subsanar estos yerros. Es que las valijas sigue distrayendo a todos.

Manzur quiere repetir la fórmula química para apagar las llamas. Pero ya nada es igual. La Argentina es diferente. Han pasado casi un año de gestión y no va a alcanzar con repetir un gran acontecimiento aunque en la agenda figuren varios. Es positivo, une a los tucumanos y fortalece al gobernador, pero no aporta conducción. Ahí aparece el vicegobernador Osvaldo Jaldo, en la gestión. Sin embargo, esta semana ha quedado al descubierto que se respetan pero no se acompañan. La declaración de la emergencia de seguridad debiera haber sido una sólida cadena de gruesos eslabones. Es lo que pide la ciudadanía. Es lo que reclamó a gritos a los candidatos que hoy gobiernan. Era un tema que desde hace una década figura al tope de las preocupaciones de la sociedad. En Tucumán en cambio, no unió sino que se convirtió en la piedra de la discordia. Ni Jaldo ni Manzur se dan cuenta. Han elegido pelearse por la declaración de una emergencia. Pueden parecer exageradas sus reacciones. Jaldo avanzó con un proyecto por su cuenta en la Legislatura y Manzur con un decreto en el Poder Ejecutivo. Es común verlos juntos al gobernador y al vice. Cuando uno habla, el otro calla. Ambos saben que fue Alperovich quien los obligó a transitar juntos, pero aún no se pusieron de acuerdo hacia dónde ir. El viernes el proyecto de emergencia fue la gota que derramó el vaso. No pudieron disimular el desacuerdo.

No todos atienden su juego

La Argentina como este Tucson viven una crisis de identidad. Cada poder hace esfuerzos por saber quién es. En ese Ta Te Ti la justicia ha ganado la casilla del medio. La política es acunada en sus brazos. Es imposible evitar que todos miren hacia Comodoro Py o a los Tribunales provinciales o federales. Todos están expectantes de lo que resuelven, ordenan, investigan, disponen o piensan jueces y fiscales. Son los mismos magistrados que antes tenían otro ritmo, pero hoy manejan los hilos. No es mérito propio. Tampoco se trata de cierta pericia. Las causas caen por su propio peso y, muchas veces, no les queda más remedio que actuar a los protagonistas.

¿Qué pasa cuando la Justicia toma las riendas como está ocurriendo actualmente? Los otros dos poderes atrasan. Andan preocupados por lo que hacen y dicen los jueces y fiscales y no por la tarea que les ha delegado el pueblo. Por eso se equivocan. Por eso Jaldo y Manzur terminan tomando el té con un presidente de la Corte o con algún otro miembro del Poder Judicial. Por eso en lugar de controlar al otro poder, los legisladores y los operadores del Ejecutivo se desesperan por manejarlo. Y, para peor, los políticos empiezan a hacer política con la Justicia. Por eso la oposición termina pasilleando Tribunales más que caminando barrios. Termina siendo más efectivo denunciar que proyectar. La verdadera misión de ellos es sembrar ilusión y seducir con un futuro distinto, mejor. No alcanza con detener la mirada en lo que pasó porque el mañana se diluye. Mientras la Justicia siga manejando los hilos en soledad, termina contagiándose de las mañas y perdiendo el equilibrio que transmite seguridad y confianza a la sociedad. “Zapatero a tus zapatos” dirían los abuelos que esperan que el que robó vaya preso y el que fue votado para gobernar, gobierne sin distracciones y sin interferir ni aprovechar a los otras estructuras del Estado.

El empoderamiento de una Justicia débil termina siendo posible cuando el Ejecutivo es complaciente y dubitativo. Así tanto Macri como Manzur se sienten más cómodos viendo los entuertos por televisión que conduciendo el barco con timón más firme. El año que viene van a sufrir las consecuencias si no cambian y cumplen con lo que les ordenó el ciudadano.

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