El indigerible sabor del éxito ajeno

El indigerible sabor del éxito ajeno

La película protagonizada por Oscar Martínez es exhibida en paralelo con la publicación de una novela de Daniel Mantovani, el primer argentino que ganó el Nobel de Literatura. Realidad y ficción se mezclan en una obra que nos enfrenta con nuestra capacidad para procesar el éxito de los otros y el cuestionamiento de la vida que hemos elegido

El indigerible sabor del éxito ajeno
18 Septiembre 2016

Por Juan José Fernández - Para LA GACETA - Córdoba

Daniel Mantovani es el primer argentino en ganar el Nobel de Literatura. Es el reconocimiento a una obra que gira en torno a Salas, el pueblo de la provincia de Buenos Aires en el que nació el autor y que este abandonó, a sus veinte años, para nunca más volver. Han pasado cinco años desde que recibió el premio, el escritor ha perdido la inspiración y le fastidian las infinitas invitaciones a actos de todo tipo que recibe constantemente. Pero hay una que despierta su interés y que decide aceptar.

El intendente de Salas le comunica que quiere nombrarlo ciudadano ilustre e invitarlo a que ofrezca una serie de charlas en el pueblo.

Mantovani vuelve y se encuentra con lo que ha dejado atrás. Una novia que se ha casado con su mejor amigo, la casa paterna transformada en una peluquería, los prejuicios y los rituales aldeanos de los que huyó.

El escritor es recibido, apenas llega, como un ídolo popular; pero a medida que pasan las horas, dentro de los cuatro días de su estadía, se va cruzando con distintos habitantes del pueblo que se sienten desairados por sus actitudes. No acepta invitaciones, rechaza pedidos de asistencia, critica obras de un concurso en el que integra el jurado, descalifica al intendente por sus inclinaciones demagógicas, se expande la idea de que su literatura es una denostación de las costumbres y los valores de Salas. Un hecho fortuito será el detonante de una reacción contra el escritor que condensará el rechazo de todo el pueblo.

El tema principal de la película es el procesamiento, por parte de una comunidad, del éxito de uno de los suyos. Ese éxito, que tiene como condición necesaria el exilio, puede ser leído como la contracara de una mediocridad colectiva. O como una traición al propio pueblo del que ha surgido su beneficiario. El fracaso del que se va representa la confirmación del criterio acertado de los que se quedan. El éxito, su cuestionamiento.

Un segundo tema recurrente en el film es el de la relación entre realidad y ficción. La obra del escritor es fruto de su inconformismo con la realidad. Mantovani les dice a los habitantes del pueblo que no importa si un autor es inmoral o no, si respeta o no los hechos; lo único que importa -subraya- es la obra. Salas es la realidad; los libros de Mantovani son su negación.

(C) LA GACETA

Juan José Fernández - Crítico cinematográfico y literario

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Cruces y duelos entre realidad y ficción

Por Ezequiel Stein - Para LA GACETA - Barcelona

Daniel Mantovani libra una cruzada contra la realidad. Arremete contra todos los intentos de relacionar a sus personajes con seres reales, contra los intentos de petrificar al autor con homenajes que dejan de lado la obra, contra la asociación de valores extraliterarios con los logros estéticos de un texto. Pero los cruces entre la ficción del film y lo que ocurre a su alrededor son constantes. Algunos deliberados como la publicación de la novela El ciudadano ilustre por Penguin Random House en la colección Premios Nobel, la firma de ejemplares por parte de Oscar Martínez en la avant premiere de la película o el mantenimiento de una cuenta de Twitter a nombre de Mantovani con más de 21.000 seguidores. La aparición del libro va más allá de una estrategia de marketing ingeniosa; implica una propuesta artística paralela, con vida propia y con consecuencias imprevisibles. El libro no es un guión sino una novela que cuenta la historia de la película pero con otros recursos y resultados estéticos que pueden generar reacciones y una valoración crítica distintas. 

Otros cruces fueron más difíciles de programar, como la obtención del premio a mejor actor en el Festival de Venecia con fotos de Oscar Martínez en medios de todo el mundo que inmediatamente se asocian a la escena inaugural de la película en la que Mantovani recibe el Nobel. 

Luego vienen múltiples referencias y connotaciones tácitas en la película. El Nobel argentino remite a Borges, para muchos el escritor contemporáneo que más lo mereció. Mantovani lo cita en distintos pasajes y el clima de cuentos suyos, como El sur, se percibe en escenas clave. La relación del escritor consagrado con su pueblo natal nos hace pensar en lugares y autores como Serodino y Juan José Saer o Coronel Pringles y César Aira, otro escritor argentino que en la ficción, y en este caso a través de la pluma de Carlos Fuentes, ganó el Nobel de Literatura.

El ciudadano ilustre es, sobre todo, un fresco de un pueblo que representa en pequeña escala a un país que no logra digerir su fracaso, su destino perdido, un horizonte auspicioso y huidizo. Una comunidad que termina sacrificando a sus propios ídolos para no enfrentarse con dilemas incómodos.

(c) LA GACETA

Ezequiel Stein - Dramaturgo

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La invitación

Fragmento de El ciudadano ilustre * 

La razón por la cual no escribo desde hace cinco años es incierta. En verdad, nada de lo que suelo usar como justificación alcanza para justificarme ante mí mismo. Le he dado muchas vueltas al asunto, y a lo mejor es eso lo que me impide escribir: la excesiva conciencia de mi dificultad. Pienso más en eso que en potenciales historias. He llegado a ponderar la idea de que mi próxima historia se refiera al hecho de que no tengo ninguna. Pero eso, también, ya está escrito.

No puedo dejar de pensar en la carta de Salas. En esa invitación absurda, que llega ahora cuando, muy a mi pesar, me he convertido en una persona famosa. Mi contacto con Salas se limitó a llamados telefónicos a mi padre, que duraron hasta su muerte, y al intercambio esporádico de cartas con algunos amigos —cosa que tampoco se prolongó mucho tiempo. Jamás un saludo formal, una felicitación, incluso cuando mis libros empezaban a trascender. Alguien, imagino, buscará sacar rédito con el retorno del hijo pródigo.

Pienso que en Salas están situados todos mis libros y, en este punto, incluso para mí, pareciera que ese lugar no existe más que en la ficción. En mi ficción. Eso quiere decir que, si llegase a ir, sería como estar asistiendo a una de mis obras, o a todas, en una suerte de profanación. Yo he tenido la precaución de no incluirme nunca en mis libros; siempre pensé que hablar de uno mismo era un ejercicio imposible, como desdoblarse. Hablar de uno mismo es dividirse en dos, uno que narra al otro: somos y no somos nosotros. Son dos versiones de mí mismo que no han convivido ni en el tiempo ni en el espacio… Pero más allá de estas elucubraciones, si jamás caí en la tentación de fabular sobre mi propia vida, fue porque mi vida siempre me ha parecido poco interesante.

* Reservoir Books / Penguin Random House.

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