Un chiste de gallego
Un chiste de gallego
Estaba todo preparado para que sea “el anuncio”. Juan Manzur había descendido en el avión gubernamental tras un viaje relámpago a Buenos Aires y se disponía a encabezar un acto en el que se oficializó la promulgación de la ley de adhesión al Sistema de Exteriorización de Capitales. Ese era un viejo pedido de la Casa Rosada. El tucumano picó en punta entre los gobernadores que integran la renovación justicialista. Una muestra más de la afinidad con la gestión del presidente Mauricio Macri. Esa norma puede contribuir a captar algunas inversiones locales y foráneas. Sin embargo, las inversiones generalmente recorren la ruta que, indefectiblemente, pasa por Buenos Aires. De allí puede redistribuirse al interior. Se trata de capitales que no fueron blanqueados y que han permanecido, durante un tiempo prolongado afuera, generando renta en el exterior porque, a criterio de sus poseedores, la Argentina no les daba la garantía para su reinversión. Hablamos de bienes y de dinero que aún están fuera del circuito financiero nacional o del radar fiscal. ¿Qué pasa con aquellos que cumplen, a rajatabla, sus obligaciones impositivas que no son, ni más ni menos, que los que se han quedado en el zoológico fiscal, según la jerga tributarista? Cuidar a esos contribuyentes que apuestan por el país debería ser la premisa esencial de cualquier gestión de gobierno. En el actual esquema impositivo, lo que menos hay es un premio al buen contribuyente. Claro que habrá funcionarios que seguirán sosteniendo que los impuestos no se discuten y que, si fueron creados, es para cumplirlos y, en definitiva, pagarlos. Y que el premio para ellos es que la autoridad de aplicación (llámese Rentas) no los acose con fiscalizaciones constantes.

El Estado necesita recaudar porque en base a esos ingresos se sostiene la estructura administrativa y de servicios que brinda. Y allí se plantea la otra cuestión: ¿qué calidad de servicios recibe el contribuyente? Oficialmente, para todo hay respuesta. Desde la Casa de Gobierno generalmente argumentan que las prestaciones son tan infinitas como la demanda social de esos servicios. Entonces el presupuesto resulta insuficiente para atenderla. Sí, por más que el poder administrador gaste al año $ 42.000 millones o proyecte $ 45.000 millones para el año que viene.

Sólo con la ley de adhesión de Tucumán al blanqueo no alcanza para atraer al capital foráneo. Tal vez la administración de Manzur debería pensar en una verdadera alfombra roja jurídica, que no sólo implique el respeto a las reglas de juego, sino también que contemple políticas que faciliten la radicación de empresas y de industrias; una iniciativa con beneficios impositivos de amplio espectro no sólo para la construcción de establecimientos o compañías, sino también para la generación de puestos genuinos de empleo.

La reformulación de los impuestos no es una prioridad para esta ni otras gestiones de gobierno. Tocar el Código Tributario implica, para el poder administrador, meterse con la recaudación. Y en tiempos de recesión, esa es la receta que menos hay que seguir. Por eso, el mensaje del presidente de la comisión de Hacienda y Presupuesto de la Legislatura, Juan Antonio Ruiz Olivares, sonó el lunes como un chiste de gallego (tal es el apodo del legislador). El monterizo fue invitado a improvisar un mensaje en el Salón Blanco, como reconocimiento a su labor para la sanción “casi unánime” del proyecto de adhesión al blanqueo. Y se despachó con frases que, más que literales, son mensajes encriptados de poder. “Esta comisión no es la escribanía de la Casa de Gobierno”, lanzó ante miembros del gabinete, legisladores, intendentes, comisionados rurales, empresarios e industriales. En realidad, los destinatarios de ese mensaje estaban a su lado, con cara de póquer: Manzur y Osvaldo Jaldo, el presidente de la Legislatura que cobija al “gallego”. Y Ruiz Olivares no se quedó en eso; afirmó que está dispuesto a convocar a las instituciones intermedias y a colegios de profesionales para debatir un nuevo Código Tributario Provincial. Sobra decir que los aplausos llegaron de parte de los empresarios presentes y que los gestos de duda se dibujaron en el rostro de los funcionarios de Manzur.

Quienes conocen las cuestiones impositivas sostienen que al actual código sólo le falta readaptarse en los procedimientos para estar a tono con la reforma al Código Civil y Comercial. Ahora, la parte impositiva puede mirarse, pero no tocarse. Eso, según el criterio mayoritario de los hombres que administran las finanzas públicas, sería meterse con los ingresos.

Casi la misma respuesta se ensaya cuando se analiza la posibilidad de que la Nación avance con la creación de un IVA provincial o un impuesto a las ventas finales que unifique la carga fiscal en las provincias. En la primera idea, sostienen, se caería en una inconstitucionalidad, ya que no se puede calcular un mismo impuesto sobre la misma base. En ese aspecto, le alargan la vida a Ingresos Brutos que hoy aporta $ 8 por cada $ 10 pesos que recauda la provincia, por más recesión que haya en la actividad económica.

La estructura tributaria, en todos sus niveles, está lejos de poder reconvertirse. Ningún gobernante quiere perder la porción de la torta que le corresponde de la coparticipación federal, como tampoco quiere ceder ingresos a los municipios y a las comunas rurales. Una cesión de recaudación no es más que una cuota hacia la independencia financiera. Y, ¿qué sucedería el día que alguno de los niveles de gobierno, por debajo de la Nación, alcanzara cierta autonomía?

Mientras estas históricas luchas se dan en las esferas del poder, los contribuyentes de a pie deben resignarse a pagar regularmente los impuestos o tratar de ponerse al día con la moratoria que hace poco finalizó. Claro que habrá reajustes. Llega fin de año y los tributos suelen venir con una carga adicional de entre el 20% y el 30%, debido al revalúo catastral, o del 15% al 20% por el automotor. Tal vez esto se mitigue con alguna bonificación, pero no con un premio al contribuyente cumplidor. Eso sí parece otro chiste, pero no gallego, sino bien argentino.

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