Varios shows no es una política cultural

Varios shows no es una política cultural

La vinculación entre la economía y la cultura es lineal en la mente de cuanto funcionario uno se cruce, de la jerarquía que sea y sin distinción respecto de la administración que integre. La consigna es eterna: sin plata no se puede hacer nada. Como suele suceder, es una verdad a medias, aunque se presente como excusa efectiva en los tiempos de crisis.

Antes que pensar en los recursos, la prioridad debe ser el diseño de lo que se quiere hacer y mostrar ante la sociedad. Sin tener predefinidos y sólidos los objetivos, de nada vale una asignación de dinero (sea del monto que sea), que luego se puede gastar bien o mal más como producto de la casualidad o de los gustos personales de los programadores de un festival que de lo previsto como eje de desarrollo a futuro, en el campo de la acción estatal. Es que una programación responde a la táctica, la que debe estar sujeta a la estrategia de un Gobierno que administra una sociedad donde conviven diferentes culturas, lo que de hecho produce tensión, agravada en momentos cuando los fondos son escasos e insuficientes (una de las máximas de la economía es que siempre se administra menos dinero del que se necesita para cumplir con todos los deseos; de allí que se debe priorizar algunos y relegar otros, por más atractivos que se presenten).

En el universo artístico, hay dos meses que están marcados a fuego en el imaginario popular: el Julio Cultural Universitario y el Septiembre Musical. Y a cuentagotas se despliegan otras actividades puntuales, como pueden ser el Concierto Pop de Primavera; el Megaconcierto de Navidad; el Mayo de las Letras; el Festival de Cine Gerardo Vallejo o la Fiesta Provincial de Teatro, por mencionar sólo algunos. No por casualidad, todos ellos dependen de los aportes del Estado, en alguna de sus manifestaciones: la Universidad Nacional de Tucumán en los dos primeros; la Provincia en los siguientes dos, y el Instituto Nacional de Teatro en el último. Por aparte, cuanta actividad privada de envergadura que se realiza ansía a conseguir también algún subsidio oficial, por lo que deambular por las oficinas públicas es una actividad recurrente de los (pocos) productores de la región, sobre todo cuando se hablan de fiestas populares de raíz folclórica y en el interior, donde los municipios son fuente apetecible de pedidos económicos.

Cifras y más cifras

La dependencia de las arcas públicas quedó en claro en el lanzamiento del Setiembre Musical, a punto de comenzar con objetivos modestos y apenas un puñado de nombres relucientes. Es evidente que los números le interesan a Mauricio Guzman, el presidente del Ente Cultural de la Provincia. Detalló que serán 32 días de música, 67 espectáculos en 17 localidades de toda la provincia y en 44 escenarios. A LA GACETA le aportó otra cifra más, ante una pregunta puntual: no lo anunció formalmente en el acto que contó con la ausencia del gobernador Juan Manzur, pero precisó que se presupuestó una erogación de $ 5 millones (ajustables para arriba), todos surgidos del tesoro provincial. Por aparte habrá ayudas (no en dinero, sino en artistas y eventos financiados directamente desde Buenos Aires) del Consejo Federal de Inversiones (CFI), el Incaa y los teatros Nacional Cervantes y Colón de Buenos Aires (no pertenece al Gobierno federal, sino a la Ciudad Autónoma).

Guzman agradeció especialmente el aporte del Ministerio de Economía. Su frase “no podemos hacer nada sin tener los recursos”, sonó a cierta justificación en la era de los bolsillos flacos. Lo que se presentó es, en realidad, un listado de actividades y espectáculos que responden a la idea de que haya un poco de todo y para los distintos públicos, en vez de una estructura lógica temática. En esto, el titular del Ente Cultural viene repitiendo lo que ya han hecho sus antecesores y él mismo en muchos festivales anteriores (con este se cumplen 56), pero no deja de ser una falencia.

La austeridad es evidente cuando hay una anemia de nombres nacionales e internacionales en la grilla, y se repiten algunos conocidos y escuchados reiteradamente. Nadie puede discutir el talento de Luis Gorelik (no sabe aún dónde va a dirigir el concierto de cierre) ni menos el enorme lujo de tener nuevamente a Bruno Gelber en la provincia, pero tampoco podremos hablar de sorpresa ni originalidad en sus presencias, cuando estuvieron hace un año. Lo clásico domina el listado de propuestas, con 11 espectáculos, seguido del folclore con siete. En este género, incluso hay dos presentaciones de peso el mismo día: en la programación oficial, el jueves 8 de setiembre hay un show en el Mercedes Sosa y otro en el San Martín (y en los dos figura el dúo La Yunta, que deberá ser veloz en el traslado). Poco rock (apenas tres actividades con grupos locales) y poco jazz, con la característica destacada de que sólo un show es de tucumanos, el de la Brooklyn Jazz Band, con el agregado de un músico de Gran Bretaña, Nick Homes. Los otros dos son la francesa Nes Trío y el brillante pianista argentino Adrián Iaies, uno de los nombres relucientes de la agenda oficial del mes sonoro. El tango sólo figura como género con el ballet “Tango Argentino, el Bicentenario” (se puede considerar que Iaies aportará algún sonido del 2x4 en su fusión), y los ritmos tropicales están relegados a un ciclo dominguero en El Cadillal, lejos de los escenarios centrales. Los otros, ausentes sin aviso, del mismo modo que las numerosas Orquestas Populares que hay en la provincia.

Ese mismo viernes del anuncio de la agenda, el integrante del Ente del Bicentenario, Julio Saguir, destacó que la celebración de la Independencia apunta a “celebrar el cumpleaños que pasó y todo lo que nos fue conformando en nuestra identidad tucumana que se renueva año a año, porque no es algo estático”. Esa mención remite, directamente, a la necesidad de atender la diversidad, lo que se logra con programas que se desarrollan en el tiempo y con políticas de Estado, mucho más allá que con un listado de shows.

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