Un yo al servicio de la obra

Un yo al servicio de la obra

Textos con una potencia poco común

28 Agosto 2016

CUENTOS

MANUAL PARA MUJERES  DE LA LIMPIEZA

LUCIA BERLIN

(Alfaguara - Buenos Aires) 

Si dividiéramos a los escritores entre experimentados y encerrados, entre quienes conocieron el mundo y quienes fueron poco alcanzados por la luz del sol, situaríamos a Lucia Berlin en el primer grupo.

Con una vida atropellada por el alcoholismo, matrimonios fallidos y distintos empleos, Berlin (1936-2004) se convirtió, de un día para el otro, en una escritora de reconocimiento masivo. La contratapa de Manual para mujeres de la limpieza cita un testimonio en el que se compara la prosa de la autora con la de Proust o Chéjov. Lo cierto es que nada tienen de parecido la respiración de Proust, con su meticulosidad y encadenamiento de largas oraciones, con la forma de escribir de Berlin, de prosa norteamericana post-Hemingway. Tal vez podamos encontrar un eco de Chéjov, pero no tiene sentido invocar al maestro ruso si tenemos más cerca al cuentista norteamericano Raymond Carver.

En parte, el reconocimiento que se ganó en la industria editorial podría deberse a la vida que llevó –se sabe que la vida de los artistas influye en el interés del público hacia su obra– o al apadrinamiento de la escritora Lydia Davis. Pero si hay algo que diferencia a la autora de lo ya conocido es la forma en que utiliza su experiencia como combustible para escribir. Sus cuentos son protagonizados por mucamas, enfermeras o niñas, siempre cultas y con una mirada muy particular del mundo. Berlin no cae en la crónica ni escribe memorias de vida, sino que utiliza la experiencia como material para escribir relatos que no necesariamente ocurrieron en la realidad. En otras palabras: la obra no sirve al yo, como en muchos escritores argentinos, sino que el yo está al servicio de la obra.

Los logros formales de Berlin no son muchos y, al menos en la traducción al español, por momentos resulta demasiado norteamericana, pero sus relatos son de una potencia poco usual. No es Proust ni Chéjov, y felizmente tampoco es Carver, pero detrás de la explosión publicitaria hay una escritora que vale la pena leer.

© LA GACETA

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Pablo Nardi

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