Cuestiones de fondo

Cuestiones de fondo

En algo terminan pareciéndose. Los dos tienen problemas en sus respectivas estructuras. Ambos han pasado un año que utilizaron para consolidar sus roles. También lo aprovecharon para abrazarse mutuamente. Manzur y Cano sonríen a un año de comicios históricos

Unos días antes de asumir, el gobernador auguró tiempos tormentosos. “No va a ser fácil. Llegamos con problemas, pero vamos a salir adelante” fueron algunas de las palabras de Juan Manzur. Transcurrieron unos 40 días y sus augurios eran peores. Había apostado a que Daniel Scioli fuera su padrino pero éste perdió con Mauricio Macri. Los pronósticos le confirmaban el mal tiempo.

El 23 de agosto del año pasado no tuvo la humildad de pasar a la historia como un día electoral más. Fue un despertador para el macrismo. Se convirtió en la bandera que enarboló la oposición de ayer para convertirse en el oficialismo de hoy. José Cano fue el abanderado de aquella cruzada. Manzur por entonces sólo buscaba decir que sus votos eran verdaderos. Cano tenía un discurso que se desdoblaba –no doble discurso- con dos intenciones. Por un lado, estaba la desaforada intención de que las chicanas, argucias y trampas del peronismo desaparecieran de las jornadas electorales para siempre. Esa era una convicción personal. Por el otro lado, el macrismo que se asomaba al balcón del balotaje necesitaba de Cano y de su convicción de fraude para que el Pro y sus aliados aprendieran que pase lo que pasare debían cuidar el voto y la jornada electoral, cual Mascheranos cuidando el balón.

Un año después, Manzur ríe mucho más que en aquellas épocas. Lo curioso es que Cano también. En los últimos 10 días el ahora presidente Macri presentó a Cano como el futuro gobernador de Tucumán. Se ha convertido en un ministro sin corona. Las encuestas le sonríen. Tanto que esta semana en vez de preocuparse por llevar el DNI en el bolsillo se ocupó de cargar la última encuesta que le acercó Julio Aurelio. La encuestadora le dice que si los comicios se hicieran en este agosto, Cano sería un comodísimo ganador. Pero además la encuestadora le asegura que si compitiera con su eterno rival, José Alperovich, esta vez lograría derrotarlo. Como si la cuarta fuera la vencida. El sondeo realizado en el fin de semana del glorioso 12 de agosto le asegura a Cano un triunfo al conseguir un 42% contra un 31%. Es más, Julio Aurelio le aseguró que un 39% de los 2.200 casos consultados le contestaron que seguramente votaría al radical que dirige el Plan Belgrano.

Pero, entonces, ¿por qué ríe Manzur? Porque dio vueltas una imagen espantosa. Porque salió fortalecido después de las pulseadas que tuvo con la Nación. Porque tuvo picardía. Le salió muy cara, a tal punto que cotiza en un alto grado de soledad. Cuando se dio cuenta de que era el distrito peronista más fuerte de los comicios nacionales intentó posicionarse, pero esa jugada no le salió bien. Sus cercanías y coqueteos con las autoridades nacionales lo terminaron dejando solo dentro del PJ y, por lo tanto, se distanció de sus pares peronistas. Esto era impensado en diciembre del año pasado y en enero del corriente. Se acercó todo lo que pudo y todo lo que lo dejaron a las figuras del Gobierno nacional. Le dio resultado porque le solucionaron problemas económicos y consiguió neutralizar los agravios y ataques de sus archirrivales de Cambiemos: el trío Cano, Domingo Amaya y Germán Alfaro.

Manzur sonríe porque la historia lo puso en un lugar inesperado. Es el gobernador de la provincia donde se declaró la independencia del país hace 200 años. El mandatario se vistió con la ropa del Bicentenario y no se cansó nunca de abrazar enemigos. Se puso el frac de anfitrión y recibió y elogió a la oposición como si fuera de su propio cuño.

Las alegrías de Cano y las sonrisas de Manzur tienen también algo en común: los conflictos internos. Esta semana el radical se mostró en una foto tomando cafés en un bar porteño. Sus contertulios eran nada menos que los peronistas Alfaro y Amaya y un miembro del Pro como Pablo Walter. Los cuatro que amasaron hasta darle forma al Acuerdo del Bicentenario se mostraron para ratificarlo. Sin embargo, no todo es armonía dentro de Cambiemos y mucho menos en la pata radical que es la que más renga tiene Cano. El Plan Belgrano es la plataforma de lanzamiento que le dio Macri, pero esta semana ha sido el blanco para que los opositores de todo el NOA y NEA practiquen tiro al blanco. Los conflictos internos y las respuestas rápidas son dos obstáculos que no puede saltar en esta carrera de Cano.

Manzur también tiene sus principales inconvenientes dentro de casa. Precisamente, tiene un quincho sorprendentemente más grande que el de José Alperovich. Pero está más vacío que el de su antecesor y creador. A tal punto que el de Alperovich suele estar lleno de políticos y en el último tiempo hasta de empresarios dejando como mensaje que en nada lo ayuda a Manzur. Cualquiera que intente mirar con nitidez la conducción del peronismo y de la provincia siempre va a creer que está alcoholizado. Su visión le devolverá la confusa imagen de Alpereovich superpuesto con Manzur. Así como Cano pudo reunirse y mostrar una postal desvaída pero concreta, el gobernador no puede poner primera con vistas a los comicios que vienen. El peronista todavía no logra hablar el idioma de Manzur y por lo tanto se dispersa. Tampoco ayudan algunas exigencias de la Nación que lo terminan obligando a dar pasos en falsos. El famoso tarifazo que acaparó la vida de los argentinos en los últimos ocho meses le terminó jugando una mala pasada. Obligado por la Nación, Manzur terminó destacando la necesidad del incremento y después del fallo de la Corte y del marcha atrás del macrismo el gobernador quedó dándole la espalda al peronismo que, de alguna manera, blandía la espada y el relato del pueblo contra del tarifazo. Está semana quedó descolocado.

Manzur y Cano protagonizan el presente y son referentes del futuro más cercano. Han logrado sostener, mejorar y hasta tomar posición en la plataforma de lanzamiento del mañana. Pero parecen cuestiones de forma. Curiosamente, aquellos temas de fondo siguen hundidos sin salir a la superficie. Los vicios y las deformaciones electorales que tanto se criticaron parecen seguir vigentes. Se dialogó, pero no se transformó. El propio Macri exigió un sistema electoral diferente, pero es imposible que Tucumán lo modifique cuando el peronismo se apoyó en ese sistema para ser gobierno. Es como los gastos de bloque que hoy reciben el apodo de gastos sociales. Están desde hace 20 años y siguen vigentes porque, en el fondo, contribuyen a fortalecer la caja política que después deriva en triunfos electorales. Pero así como en la provincia los cambios no salen de los cajones, en la Nación, el federalismo, es sólo un discurso porque en realidad, ese es el nombre de las riendas del poder que se instala en la Casa Rosada sea peronista, radical o del Pro.

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