La caja de Pandora
El costado más escondido del narcotráfico, y el más rutilante, es el de las sustancias que seducen y escapan a los controles. Es lo que pasa con las drogas artificiales, y las drogas ilegales de diseño, que funcionan, definió el farmacéutico californiano Gary Henderson en los 60, como un sustituto de los alcaloides naturales y con la ventaja de no estar contempladas en la ley penal: las autoridades han debido ir incorporándolas al listado de drogas prohibidas a medida que surgían en el mercado.

De vez en cuando aparecen noticias en el país sobre estas sustancias desconocidas e inquietantes. Ocurrió en abril en Buenos Aires, con la tragedia de la disco Time Warp, del complejo Costa Salguero, donde murieron cinco chicos intoxicados por “policonsumo”, en medio de una fiesta electrónica, con lo cual se disparó la alarma en toda la Argentina.

Hace pocos días ocurrieron otras tragedias: el 26 de julio fue en el estadio Orfeo de Córdoba, donde falleció la artista plástica Tania Aprile, que en una “rave” había comprado una pastilla de una metanfetamina, al parecer éxtasis. Y el 5 de agosto fue hallada muerta en una vereda de Villa del Parque (Buenos Aires) la adolescente Rocío Artigas, intoxicada con una droga llamada “cristal” (o con cocaína), que, según sus familiares, le fue proporcionada por un muchacho dueño de un boliche, el cual está detenido.

Sondeos y oscuridad

¿Hay de estos productos en Tucumán? Parece que sí, según los médicos y toxicólogos. Parece que no, según las actuaciones de las autoridades, que ignoran por completo el tema. Los médicos sacan sus aseveraciones de casos clínicos y de estudios de campo, como los sondeos. El toxicólogo Alfredo Córdoba dice que “el alcohol es omnipresente; y lo peor son los tranquilizantes menores, como Lorazepam, Alplazolam, Clonazepam, Flunitrazepam, combinados con alcohol. Hay casos de gente con abusos de drogas de diseño. También ketamina, de uso recreativo”. Otro profesional, Gustavo Marangoni, afirma que sus estimaciones surgen de relatos en consultas. “Hay dos ramas: los opioides de diseño y los derivados de la efedrina. A Tucumán llegan desde Córdoba por encomiendas o a través de mulas”, explica. Añade que no sabe de la existencia de laboratorios clandestinos en nuestro medio, que “necesitan infraestructura y una persona formada en química”.

Las doctoras de la cátedra de Toxicología de la facultad de Bioquímica, Cristina Daives y Nancy Correa, hicieron durante 10 años, hasta 2015, encuestas entre estudiantes (1.800 secundarios y 2.500 universitarios) que confirmaron no sólo el uso de drogas artificiales (LSD, éxtasis) sino también el crecimiento en la escala del abuso de estas sustancias ilegales, pese a que se mantienen en el tope la marihuana y la cocaína. “Creemos que nuestros estudios se acercan bastante a la realidad; coinciden con la última encuesta de la Sedronar”, dice Daives.

Pero en Tucumán no hay rastros de estas sustancias. No se menciona que aparezcan en los cerca de 70 boliches autorizados de la provincia y tampoco en los ilegales que, según cuenta Rodolfo di Pinto (titular de la cámara de discotecas) proliferan. Tampoco se habla de estas drogas entre los concurrentes a las dos discos de música electrónica.

Los miedos que se dispararon en la provincia durante el caso de Costa Salguero -la concejala del FPV Graciela Suárez llegó a presentar un proyecto para que se prohíban las fiestas electrónicas en San Miguel de Tucumán- se disiparon. Ocurrió exactamente igual que en 2010, cuando, a raíz del susto que provocaron los energizantes, se presentó un proyecto de ordenanza del entonces edil Raúl Pellegrini para prohibirlos. Entonces, ese mundo del consumo de los adolescentes y jóvenes era un misterio. Ahora es igual.

Fuerte policonsumo

En las guardias de los hospitales la realidad habla de mezclas tremendas, medidas sólo por percepciones y estimaciones. La doctora Lilian Delgado, jefa del Servicio de Adicciones del Hospital Avellaneda, dice que “el policonsumo es impresionante”, aunque señala que no se ven pacientes de drogas de diseño en los hospitales públicos.

¿Se hacen estudios sobre los elementos encontrados en los pacientes intoxicados? Alfredo Córdoba es contundente: dice que no. “Estadísticas no hay porque muchas veces ni se ha certificado la presencia de la sustancia con análisis de laboratorio”. Se podrían hacer en el laboratorio del Poder Judicial en la Morgue; en el del centro Kirchner (ex Ados) y en el de la Policía Federal, pero no hay un servicio específico de toxicología. Cristina Daives explica que a los estudios que se hacen para detectar sustancias en sangre y orina habría que agregarles pericias con el cromatógrafo gaseoso o líquido. En la morgue se podrían hacer estudios, pero faltan unos insumos. En el hospital Avellaneda recién se ha nombrado una toxicóloga.

Dicen que se está a punto de comenzar a hacer protocolos, pero lo cierto es que en un caso extraño ocurrido el 5 de junio en un boliche de Monteros, aún se ignora qué pasó. Esa noche falleció allí el joven Exequiel Ayu. Según fuentes judiciales, se cree que fue un mal congénito, pero se enviaron muestras al Laboratorio Regional Forense de Salta y desde entonces se esperan los resultados.

Los médicos son renuentes a hablar de casos fatales. En el Centro de Salud fue tratado hace dos años el de un jovencito encontrado en la calle, intoxicado con Benzodiazepina, inyectable. Falleció. Era hijo de persona conocida, comentan.

Una apología

Marangoni se inquieta por el tratamiento que la sociedad hace de estas sustancias: “a nivel mediático están puestas como drogas recreativas, se hace una apología del consumo. Esa forma de relativizar el consumo es cultural, de toda la sociedad”, comenta. El médico dice que se da el mismo fenómeno que con el alcohol: “los chicos consumen para pasarla bien, sólo para sentir el efecto de la sustancia, no en el marco de construcción de vínculos sociales”.

Se da en este consumo el opuesto al caso de los chicos que consumen “paco” en los estratos sociales bajos, que se aferran a la droga como una forma de escapar de la vida infernal.

Cuando fue la tragedia de Costa Salguero, en Tucumán comenzaron los operativos conjuntos del IPLA (Instituto de Lucha contra el Alcoholismo), el PUNA (Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones) y la Cámara de Discotecas. Pero se centran en la prevención del alcohol, explica Daniel Sosa Piñero, director del IPLA, conforme con el trabajo “Activa tu control” para que los chicos no beban en los boliches. Pero no se buscan ni se hallan huellas de drogas. “Tampoco nos hemos vuelto a reunir para analizar los resultados de estas medidas”, dice Di Pinto. Por fin de semana salen a bailar unos 120.000 jóvenes en la provincia. El IPLA hace controles en tres boliches por noche los viernes y sábados y durante los días de la semana se hacen talleres educativos en escuelas y en ámbitos juveniles.

Según coinciden Córdoba, Marangoni y Daives, la clave está en educación en familias y escuelas y en las acciones contra los narcotraficantes, que en estos casos no son ni siquiera percibidos.

Sólo dos casos frustrados

La primera vez que las autoridades se toparon con drogas de diseño fue en 2004 con el caso del boliche “Nocturno”, cuando en un operativo de la Policía Federal se secuestraron 148 pastillas de éxtasis, después de ocho meses de escuchas telefónicas. Condenaron a dos personas por comercialización de estupefacientes y a otras dos por participación secundaria. Pero después la Cámara de Apelaciones hizo caer la causa porque las escuchas eran ilegales y porque se violaron derechos constitucionales de las personas. Toda la causa estuvo pésimamente armada. Era el juzgado federal a cargo de Jorge Parache, quien renunció en 2007, ahogado por las acusaciones en las causas por irregularidades con títulos públicos del “Corralito”. Esas personas estuvieron en la cárcel y los funcionarios judiciales -que se fueron- y los policías no aprendieron del error. La sociedad sólo se quedó con el tabú de las pastillas de éxtasis en “Nocturno”. Y nunca se supo quién había fabricado y proporcionado esas 148 pastillas.

Otro caso fue conocido como “Pandora”, sustancia secuestrada en un operativo de la Policía Aeroportuaria en noviembre de 2013 en el aeropuerto Benjamín Matienzo. Eran stickers con supuesto LSD que tenía un pasajero de avión, e incluso se determinó que la DEA (la agencia antidrogas norteamericana) la había identificado como una nueva droga llamada “Pandora”. Pero no se encontraba incluida dentro de la lista de estupefacientes de la reformada Ley 23.737. por lo tanto el fiscal Carlos Brito dictaminó que debían archivarse las actuaciones.

El problema es complejo. Hay médicos que advierten que estas sustancias de entretenimiento existen; pero no hay casos comprobados, no hay controles y encima las actuaciones de la Policía caen en saco roto.

Walter White, el químico de la serie “Breaking Bad”, que fabricaba drogas de diseño, se haría una fiesta en la caja de Pandora de Tucumán.

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