21 Agosto 2016
Por Elisa Cohen de Chervonagura - Para LA GACETA - Tucumán
Quienes hemos trajinado por las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT estudiando una carrera docente, recordamos las discusiones y debates que se generaban cuando teníamos que definir y caracterizar qué era educación.
Eran los años de plomo, y a pesar de un contexto atemorizante sabíamos que no debíamos renunciar a valores, ni mucho menos a la lectura, porque nuestra continuidad ya no sólo como estudiantes sino también como individuos, dependía de preservar modelos de conducta que, aprendidos de padres y maestros, nos servirían en nuestra vida futura
Claro, era otra Argentina… un país lleno que contrastes que sin embargo no pudo neutralizar el impulso a resistir ese momento aciago de la manera que cada uno lo creía mejor, y sabíamos, a pesar de nuestra juventud, que en palabras como educación y lectura estaban las claves para fortalecer la sociedad
Sin embargo pareciera que en esta época en la que convivimos con múltiples competencias tecnológicas, estos conceptos están olvidados, o peor aún desacreditados
Hoy asisto sorprendida a las agresiones y desvalorizaciones que sufre el sistema educativo en general. Pareciera que apelar a la escritura o a la lectura es hablar de un animal extinguido, una antigualla ya superada por botones de computadoras que, si bien endiosan la velocidad de la información, no profundizan en su análisis
Y así estamos frente a lectores que piensan que pueden tratar –e incluso maltratar- a la palabra y al libro como a un enemigo, y no se preserva uno de los rasgos más hermosos que tiene la tarea de padres y docentes que es la capacidad de quedar en la memoria de la nuevas generaciones como seres casi inmortales que lanzan al vuelo del tiempo su sabiduría y experiencia
© LA GACETA
Elisa Cohen de Chervonagura - Doctora en Letras y profesora de la UNT.
Lo más popular
