Una reserva de sentimientos

Por Denise León - Para LA GACETA - TUCUMAN

En la escuela le pidieron a mi hijo que dibujara una planta. Como yo no sé dibujar plantas pero sé contar cuentos, comencé a contarle historias. Lo que más le gustó de mis cuentos fue que de una misma planta, pueden extraerse remedios y venenos. Eso me hizo pensar que mientras le sigamos pidiendo a la literatura que funcione como una vacuna estamos perdidos. La lectura no es útil en el sentido en el que pueden ser útiles un termómetro o una campera. Cuando yo leía escondida debajo de la cama, leía para sentir cosas. Leía para olvidarme que era una chica solitaria que estaba leyendo debajo de la cama y leía para ser otra, para estar en otros lugares, para vivir otras vidas. El placer no debería estar separado del aprendizaje. ¿Por qué los cuentos en el aula son sólo para aprender los sonidos o las partes que tiene un relato? Cuando mi mamá se enfermó, leí para saber qué le estaba pasando. Ella no decía mucho y la mayoría de las veces los médicos no prestaban atención al modo en el que ella vivía su enfermedad. Cuando murió, leí para sentirme acompañada y para encontrar en las palabras de otros tantas cosas que hubiera querido decir y que no podía. Alguna vez le escuché decir a Mirta Rosenberg que la poesía es como una enorme reserva de sentimientos a los que siempre podemos volver en tiempos de crisis. Algo similar podemos decir de la lectura. Cuando les leo a mis hijos, o vemos una película o jugamos juegos en la tablet tengo la sensación de que estamos menos desnudos o menos solos para luchar con la realidad y con nuestros propios demonios.

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Denise León - Doctora en Letras.