Fuego y paz

Fuego y paz

Pbro. Marcelo Barrionuevo.

14 Agosto 2016
Dos ideas resuenan en el Evangelio: el fuego que arde, y debe hacer arder, y la paz-unidad, que produce contradicciones en la división. Jesús nos impele ser protagonistas del cambio de la historia, en las realidades de todos los días, de la familia, de la sociedad, de esta Argentina herida y agobiada que no logra ponerse de pie. Y nos advierte que este fuego, que es fuego de verdad, de justicia, de caridad, produce división: entre verdad y mentira, entre justicia e inequidad, entre corrupción y honestidad…

El fuego significa la acción de Dios, como le anuncia a Jesús su primo Juan en el Jordán: “Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11). También nosotros somos portadores del fuego divino: somos corredentores. “Con la maravillosa normalidad de lo divino, el alma contemplativa se desborda en afán apostólico: ‘me ardía el corazón dentro del pecho, se encendía el fuego en mi meditación.’ ¿Qué fuego es ése sino el mismo del que habla Cristo: fuego he venido a traer a la Tierra y qué he de querer sino que arda? Fuego de apostolado que se robustece en la oración: no hay medio mejor para desarrollar, a lo largo y lo ancho del mundo, esa batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta padecer a Cristo”. Nos impulsa ese fuego divino del Espíritu Santo a responder con un “aquí estoy, Señor, porque me has llamado: quiero serte fiel en las inspiraciones que pones en mi corazón”.

Nuestra sociedad se debate entre otros fuegos, el de la violencia y el de la ambición No se puede seguir de brazos cruzados; cada uno es responsable de la historia que Dios puso en sus manos. No perdamos el tiempo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios