El Bajo sigue aguardando una revalorización

El Bajo sigue aguardando una revalorización

Se llaman históricos porque son mojones del pasado. Tienen que ver con la identidad. Son testigos de un tiempo que aún vive en el presente. Casi todas las ciudades con algunos siglos en sus espaldas tienen y se esmeran en conservar estos sitios. El Bajo es una zona emblemática de San Miguel de Tucumán; es uno de los pocos lugares que nos queda con esas características. Las casas añejas y las veredas angostas siguen dándole un toque de distinción. Los negocios tradicionales alternan con los modernos. Una suerte de microparaíso de cuentapropistas se asienta en la vieja terminal de ómnibus. “La zona se fue modernizando bastante. Los clientes vienen aquí porque los precios son mucho más baratos. La gente humilde busca precio, no marca, a excepción quizás de la ropa deportiva”, dijo un comerciante.

Era -y en alguna medida lo sigue siendo- una de las puertas de la ciudad para los comprovincianos que venían del interior y de los turistas. Llegaban por el Ferrocarril Belgrano. El movimiento comercial y cultural se hizo más intenso cuando se inauguró en 1963 la terminal de ómnibus, donde estaba emplazada la plaza La Madrid. La actividad ferroviaria cesó el 17 de diciembre de 1978, cuando partió el último tren. En julio de 1996, en los terrenos de la ex estación de trenes se inauguró el Predio Ferial Tucumán Norte, destinado a convertirse en un lugar de exposiciones industriales y comerciales. Tras algunas actividades, el lugar entró en un cono de sombras. En 1994, con la inauguración de la nueva terminal de ómnibus sobre avenida Brígido Terán, El Bajo comenzó a perder protagonismo.

Desde hace años, la zona es sinónimo de suciedad, a causa de los desperdicios que se arrojan y de las aguas servidas que con frecuencia surcan la calle Charcas o el pasaje Sargento Gómez, por ejemplo. Por la noche, la inseguridad y la marginalidad amedrentan a quienes circulan por allí, pese a que funcionan dos organismos del Estado.

En el olvido parece haber quedado el programa “Renovación de Áreas Urbanas”, lanzado por la Municipalidad capitalina en 2008, que impulsaba la revalorización de El Bajo. La iniciativa proponía trasladar al Predio Ferial a los vendedores y comerciantes ubicados en el pasaje Sargento Gómez. Se proponía firmar un convenio con la Facultad de Artes de la UNT para realizar exposiciones y otras actividades artísticas en una suerte de calle cultural. Se anunció el reciclado del edificio de la ex terminal y a tal efecto, le habían solicitado al sindicato de vendedores ambulantes que liberara la vereda de la ex terminal, donde se encuentra la larga parada de ómnibus sobre avenida Benjamín Aráoz. También existía la idea que la zona pudiese convertirse los domingos en un mercado de venta de antigüedades, como sucede en otras ciudades, que han sabido jerarquizar su valioso patrimonio.

Por ejemplo, el ramal de Las Termas de Río Hondo, habilitado en 1929, fue clausurado en la década de 1970. La antigua estación fue reciclada y desde 1999, funcionan allí dos museos: el de Artesanías Regionales y el de Artes, que se han convertido en atracciones turísticas.

¿Por qué en otras ciudades se puede y en la nuestra, no? ¿Dónde estará la falla? ¿A qué se deberá la impericia de nuestros dirigentes para llevar a la realidad los buenos proyectos? ¿Los intereses creados serán muy atractivos? ¿Falta de visión de futuro o de ganas de trabajar por el bien común?

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