Imágenes borrosas

Imágenes borrosas

La Justicia le ha robado la iniciativa política al gobierno nacional. En Tucumán el PRO aparece descolocado. Se acercan los comicios y no asoman los dirigentes. Manzur y Cano aparecen difusos por las vinculaciones que tienen con el gobierno nacional. Conformismos.

La Justicia nacional lleva la agenda. Es un arma de doble filo para el gobierno macrista. La lupa puesta sobre la corrupción kirchnerista le da oxígeno al Poder Ejecutivo nacional. Al mismo tiempo desnuda cierta debilidad en la gestión. No es Mauricio Macri el que maneja el humor de los argentinos, sino los diferentes jueces que con sus aciertos y con sus errores calientan o enfrían los ánimos.

El juez Marcelo Martínez de Giorgi dejó al descubierto el miedo, la orfandad y la debilidad del Poder Judicial argentino. No pudo hacer cumplir su orden sobre Hebe de Bonafini. Terminó acordando, una licencia que la Justicia no debería darse. Pero es un síntoma de lo que viene ocurriendo en los últimos años, durante los que los magistrados, antes de bajar el martillo, levantaban la mirada o el teléfono para saber qué decían en la Casa Rosada. La incapacidad del juez le dio vida a un importante sector de ex funcionarios K que no opinaron sobre el juez; directamente lanzaron sus dardos contra el Presidente de la Nación. Así avalaron la teoría de que el Poder Judicial se maneja desde el Ejecutivo.

Cada vez que un magistrado da un movimiento, Macri siente que le están haciendo un favor. Sin embargo no puede capitalizarlo. El tablero es de quien lo ocupa y las piezas responden a quien las mueve. El Presidente por ahora sigue pensando en la próxima jugada. El tiempo pasa y juega en su contra. Un claro ejemplo es lo que ha ocurrido con los servicios en el país. Han transcurrido poco más de ocho meses y a pesar de todos los estudios, las transformaciones y los cambios, las tarifas han caminado para atrás. Prácticamente es como si la Argentina, en materia de servicios, estuviera en octubre o en septiembre de 2015.

La última sentencia ha entrado en el túnel del tiempo. De las tarifas de energía se habían sacado los subsidios y con la tarifa social se había beneficiado a un 40% de la población tucumana. Ahora todo volvió atrás. No era igual la estrategia con las tarifas de gas. En este caso se premiaba el ahorro y se venía de un invierno más benévolo que el actual. Entonces, al incremento se le sumó que no hubo qué ahorrar porque el frío obligó a gastar. El traspié del gas influyó también en la electricidad. Porque las tarifas eléctricas, a pesar de la suba, venían superando los escollos, pero el gas las ahogó. Desde el punto de vista político, una vez más la Justicia manejó las riendas que Macri no logra controlar.

Los meses siguen pasando y la cabeza de los principales actores empieza a concentrarse en las elecciones del año que viene, mientras el rol protagónico de los primeros meses lo representa la Justicia argentina. Ahí es donde los estrategas razonan que cuanto más corrupción se conozca, más se debilitan los K. Al mismo tiempo, no es Cambiemos el que aprovecha esas ganancias porque, por el contrario, queda al descubierto que no es el Presidente quien marca el rumbo, cuanto menos por ahora.

En la lógica peronista, este sería el momento en el que las huestes se despiertan para apuntalar la gestión. Pero se trata de Cambiemos, cuya fórmula tiene altas dosis de radicalismo y de PRO. Los peronistas eligen a su líder y detrás de él se encolumnan sin discusiones. La UCR o el PRO son dos estructuras que tienen más experiencias en romper liderazgos que en promoverlos o sostenerlos. Por ahora no se discute a Macri, pero después de él no hay nada que se sostenga. En Tucumán, por ejemplo, el PRO ha renovado sus autoridades tanto a nivel del partido como de la juventud, pero no ha cambiado mucho. Inclusive el censo y la convocatoria por Facebook que hicieron los jóvenes para elegir sus autoridades no cayeron del todo bien. Menos aún, que el proceso electoral haya durado un puñado de días. Cuando el PRO mira el escenario de 2015 tiene claro que a lo máximo que puede aspirar es a un tercer lugar en la lista de diputados del año que viene. Si el PRO va solo, sus propios dirigentes saben que no pueden soñar con una banca. Si, en cambio, mantienen el Acuerdo del Bicentenario saben que la prioridad la tienen José Cano, Germán Alfaro y Domingo Amaya. Así, los dirigentes del PRO pueden aspirar a un tercer lugar en la lista.

Cano sigue siendo el opositor con más votos. Si sigue en la carrera por la gobernación, no puede estar ausente en las elecciones legislativas de 2017 como candidato a diputado. Al ex senador le aconsejan que no permita que sea otro el candidato, ya que con más de 200.000 votos en el bolsillo podría robarle la postulación a la primera magistratura en 2019. El segundo lugar es para una mujer y Alfaro intentaría que sea su esposa, la ex legisladora provincial Beatriz Avila; y, entonces, el tercer lugar sería para alguien del PRO. Los hombres de Macri ni siquiera han logrado construir figuras aún. Pablo Walter debe soñar con ocupar esa ubicación, pero ni en sus propias filas le reconocen capacidad para sumar votos. Tampoco la experiencia del dedo señalador de Macri ha servido para la generación de dirigentes. Facundo Garretón hasta ahora ha sido sólo eso: un elegido sin grandes merecimientos políticos. Entonces el mensaje de construcción política que ha dejado el PRO es que se puede prescindir de la política para llegar. Basta con conquistar la buena onda de Macri.

Tanto en el oficialismo tucumano como en la oposición afirman que se conformarían con un empate electoral. Dos diputados para el peronismo y dos para el macrismo tranquilizan a los dirigentes que están atentos a 2019. En ese caso el PRO va a depender de la bonhomía del radical Cano. Precisamente, se trata de quien se pasó años declamando que las candidaturas testimoniales son impropias de la política. Es más, si la reforma política de Macri avanza no deberían tener cabida estos artilugios electorales. Macri tampoco se ha mostrado interesado en ganar este distrito. Le ha regalado a Cano el Plan Belgrano, que tiene rango ministerial y que es antes que nada una plataforma política. La misma indiferencia que se ha empezado a notar en la judicializada gestión pública tiene su correlato en la construcción política. En ella los dirigentes del PRO brillan por su ausencia. En todo caso están más preocupados en la crítica hacia los que llegan o están en la conducción antes que en la construcción de un partido con ambiciones de perpetuarse en el poder.

Sin argumentos

En el oficialismo el futuro tampoco parece fácil. Juan Manzur quiere ser un recién nacido de la política. Si por él fuera borraría de su currículum que fue ministro de salud provincial y nacional y vicegobernador. No es fácil olvidar que ha sido uno de los ministros más ricos de la historia argentina. La reunión con empresarios de todo el país y otros esfuerzos estuvo alineada con la idea de brillar como si su pasado no existiera. Parte de la estrategia ha sido profundizar una buena relación con la Nación. Ese camino se bifurca. Por un lado descoloca a Cano y a la senadora Silvia Elías de Pérez. Ambos han construido mucho capital político a partir de sus denuncias y de su agresividad pero si el gobernador es un aliado quedan absolutamente descolocados. El otro camino es el estrictamente peronista y provoca una crisis de identidad, porque tampoco es fácil entender las críticas hacia una política a la que él mismo le pone sonrisas. El kirchnerismo se va desdibujando con el paso de los días, pero el macrismo no logra mostrarse con nitidez. Mientras tanto, la Justicia marca la agenda y concentra la atención.

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