El mundo conocido vuela en pedazos

El mundo conocido vuela en pedazos

La raza humana atraviesa a la vez un momento de transformación tan profundo y vertiginoso que es imposible llegar a mensurar el alcance de estos cambios y mucho menos sus posibles escenarios. Ya no a mediano o largo plazo; ni siquiera en el futuro inmediato.

Como si fuerzas centrípetas y centrífugas confrontaran simultáneamente en una atmósfera irreal (digital) pero que terminan modificando el mundo real, en tiempo tan presente que convierte a la inmediatez en el único parámetro verdaderamente auditable.

Respecto de las hondas crisis que sacuden a las instituciones, y teniendo a “la escuela” como la institución madre de nuestras sociedades, institución que junto con la de la familia constituyen la base fundacional de las estructuras actuales, aún de aquellos individuos o colectivos que adquieren sentido en oposición a estas instituciones, afirma el ministro de Educación de la Provincia, Juan Pablo Lichtmajer: “la escuela es una institución del Siglo XIX, conducida por personas con valores del Siglo XX, destinada a formar alumnos del Siglo XXI”.

Esta línea de tiempo inconducente por contradictoria y paradojal se replica de forma casi idéntica en todas las instituciones que nos constituyen como sociedades organizadas: el trabajo, la democracia, los partidos políticos, la academia, las religiones, el deporte…

Sin querer o al menos sin que este sea su objetivo preconcebido, la mal llamada revolución digital interpela de forma medular al poder, al saber y a los valores o contravalores más básicos, como la moral, la ética, las ideologías o las normas de convivencia, por ejemplo.

Ni los anarquistas se salvan

Y decimos que interpela también a contravalores porque este cambio ultra dinámico que experimenta el mundo no sólo interpela al poder en todas sus manifestaciones, sino también a sus formas de oponerse a él.

El anarquismo, por citar un ejemplo, sufre idéntica licuación de sentido al de la democracia en tanto sistema para garantizar la representatividad de las mayorías y de las minorías.

El comunismo -y sus otras variantes marxistas- como contrapeso o alternativa al capitalismo se ha vaciado tan velozmente de sentido por la simple razón de que el propio capitalismo es quizás el principal blanco de estos cambios sin líderes ni dogmas en apariencia. En apariencia...

Son valores que sólo conservan su significación en la nostalgia de un mundo que definitivamente ya no existe, y esta es tal vez una de las pocas certezas con que hoy contamos: la certeza de lo que ya no somos, de nuestras carencias, de nuestra perplejidad ante la incertidumbre constante, donde la única evidencia incuestionable es lo inmediato.

Donde el pasado es una construcción ficcional, subjetiva e interesada, y el futuro es más líquido que nunca antes.

La vida toda atravesada

Decíamos mal llamada revolución tecnológica, porque la tecnología es sólo la plataforma o el conjunto de plataformas donde corren algunas de las transformaciones más evidentes. Se trata de la herramienta más visible, más física de esta refundación sin precedentes en la historia del hombre.

Está cambiando la forma de comunicarnos y el tiempo en que lo hacemos, la forma de relacionarnos, con el otro pero también con nosotros mismos.

Es una revolución que impacta y afecta desde nuestra sexualidad hasta nuestro consumo, desde nuestro entretenimiento hasta nuestra formación.

A los medios de comunicación les caben las mismas generales de la ley que a la escuela: estructuras del Siglo XIX, producidos por periodistas del Siglo XX, con un muy incierto futuro entre los lectores del Siglo XXI, chicos que -como con todo- también han modificado la manera en que se forman y también en que se informan.

Los estados digitales

Afirma Máriam Martínez Mascuñán, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, que ni siquiera la soberanía de los estados depende ya tanto de sus territorios como sí de su autonomía tecnológica, en el sentido de la idea de vigilancia y de los límites de la libertad en la era de la Big Data.

Los servidores donde transcurren “las conversaciones” actuales y donde se aloja la información más sensible de los individuos, las empresas y los gobiernos ni siquiera están “dentro” del país en cuestión.

Opina Martínez Mascuñán que esta tremenda difuminación de los límites entre lo público y lo privado ocurre en un momento donde “la exposición pública de lo privado es ya casi una virtud pública”.

Cabe preguntarse entonces, como ya lo vienen haciendo muchos analistas, hasta dónde internet nos empodera o, por el contrario, nos despoja de poder.

¿Hasta dónde esta supuesta democratización de la opinión pública no está más dirigida y controlada que nunca?

¿Que haya tanta información circulando tan libremente es más democracia o es el método más fabuloso de ocultar información?

Primero porque por cada dato correcto hay miles de incorrectos publicados en la nube; es mucha más la desinformación disponible que la información. Segundo, porque cuantos más hablamos menos nos escuchamos y más estupideces decimos.

Cuando creemos que somos cazadores de monstruitos de Pokémon ya es tarde. Ya hemos sido cazados por Nintendo. Mientras nosotros cazamos dibujitos, Nintendo caza personas y tarjetas de crédito. Vaya diferencia.

Como bien se enseña en las academias militares, la mejor forma de esconder a un elefante es dentro de una manada de elefantes.

Pescados por las redes

Las redes sociales son acaso la punta del iceberg más visible de este fenómeno que ya hace rato ha modificado el pensamiento contemporáneo.

Si cualquiera opina y dice lo que se le da la gana sin dudas el debate se nivela hacia abajo y las voces más autorizadas y preparadas se diluyen en un mar de confrontaciones, insultos y de un vale todo donde siempre triunfa el que grita más fuerte, el más fanático y el más ignorante.

“¿Estaremos pues ante una nueva manifestación del fenómeno de la dictadura de la mayoría?”, se pregunta Martínez Mascuñán, en tanto la inmediatez y la simplicidad de las redes sociales están facilitando la construcción de ese “efecto rebaño” en la formación de opiniones.

Temas, ideas y opiniones instalados bajo la figura de trending topics por sectores sociales, políticos o empresarios con fines muy reñidos con la búsqueda de la verdad o de la comprensión honesta de los acontecimientos.

Los estudiosos de las comunicaciones descubren a diario decenas de tendencias de opinión instaladas desde una base falsa, sesgada o parcializada y que, sin embargo, crecen como bolas de nieve hasta ser cosa juzgada para una mayoría que ignora acabadamente de qué está hablando.

Linchadores virtuales

Gente que en unos pocos caracteres dicta sentencia y pide la guillotina para un juez, un fiscal, un funcionario, un comunicador o un docente que quizás llevan meses o años detrás de un caso.

“Determinados usos de las redes sociales podrían ejercer un efecto de violencia intelectual que abriría las puertas a una nueva forma de censura o al surgimiento de opiniones disconformes en mitad de las ya estudiadas shitstorms (se utiliza como linchamientos digitales, no por lo que textualmente significa)”, afirma Martínez Mascuñán.

Las shitstorms lejos de construir más y mejores debates los destruyen y transforman al espacio público de respeto en un espacio de escándalos.

Y en estos espacios las emociones impactan más que las razones y se impone lo emocional, lo irracional, y las opiniones dejan de ser opiniones, son tomas de posiciones.

Trasladado al plano del barro de la mediocre política argentina, el que disiente con cualquier opinión sufre inmediatamente el escarnio público de ese sector.

La autocrítica está anulada en las redes porque ha dejado de ser una opinión, es una toma de posición. Es el rebaño arriado por intereses sectoriales donde no se vislumbra más libertad y menos censura, sino todo lo contrario.

El lugar del saber y del poder están en crisis y lo mismo experimentan el político, el cura, el docente o el médico.

Porque es la confrontación de un viejo mundo con canales de comunicación de un mundo nuevo y desconocido. Personas del Siglo XX debatiendo con herramientas y valores de este siglo, al que no conocen y rechazan.

El futuro ya llegó

Pronto comenzarán a ocupar los lugares de las decisiones, los espacios de poder, chicos formados con otros códigos, a quienes les costará entender nuestra dicotomía entre público y privado, en lo personal, o empresa y estado, en el plano político.

No será sólo una diferencia generacional, como nos ocurrió a nosotros, será una bomba atómica sobre los contratos sociales y los sistemas que hoy nos rigen. Algo ya estamos viendo (y padeciendo), pero es imposible pronosticar cómo será el mundo en apenas 20 años.

Los únicos capaces de explicarnos estos fenómenos y de tener sólo certezas donde nosotros sólo tenemos dudas, son los implacables foristas anónimos que en la edición digital comentarán debajo de esta nota.

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