La máquina de criticar nunca descansa

La máquina de criticar nunca descansa

La máquina de criticar nunca descansa
No terminaron de colorear los murales en el túnel de la calle Córdoba y ya había voces críticas. Que van a distraer a los conductores, que las pinturas siempre versan sobre los mismos temas, que por qué no se llamó a un concurso, y una cadena de etcéteras que expone sin eufemismos el costado más insoportable de la tucumanidad. Los autores -Florencia Ortiz Mayor y Aníbal Fernández- explicaron que las tonalidades y los colores elegidos apuntan, justamente, a no desconcentrar a los automovilistas. Distinto sería el caso si se tratara de una vía de doble mano, pero al moverse el tráfico en un sentido, y en una calle de dos carriles, el riesgo disminuye. El problema es que a un oído taponado por el ejercicio de cuestionar porque sí no hay razón que le venga bien.

Lo ocurrido con los túneles es un festival de chapucería técnica, negligencia política, mala praxis en la gestión pública e interrogantes si del costo de la obra se habla. “Se van a inundar”, advertía todo tucumano con un mínimo de experiencia ciudadana antes de que empezaran a cavar. Y se inundaron, por supuesto. De la profecía autocumplida pueden dar fe los vecinos de la zona, a quienes ingenieros y operarios miraban con una sonrisa de suficiencia cada vez que les tocaban el tema. Fue un fracaso más del alperovichismo -del ex gobernador y de su equipo- y ahora que la inauguración está cerca. años después de lo prometido, es un dato que no puede quedar archivado.

El túnel de la Córdoba quedará habilitado en cuestión de semanas. Enhorabuena que se lo haya hermoseado. La iniciativa abre la puerta para ir más allá. Si Resistencia es la ciudad de las estatuas, ¿por qué no puede ser San Miguel de Tucumán la ciudad de los murales? El mes pasado el artista César Carrizo pintó uno en la sede de Fotia, frente a la plaza Yrigoyen, a partir de una idea surgida en la escuela Congreso. ¿Por qué no multiplicar los murales e inundar de color a un casco urbano tan castigado por la suciedad, la desaprensión y la piqueta? Lo que sobra, felizmente, es mano de obra calificada. Los talentos y las ideas están; sería cuestión de aglutinarlos y marcarles un rumbo.

Volviendo a la obra de los túneles, hay un elemento que llama la atención. Originalmente, el proyecto contemplaba la parquización de la vereda oeste de Marco Avellaneda, desde la antigua estación del ferrocarril hasta la calle San Juan. Antes del túnel de la Mendoza hay una placita bautizada, ingenio popular mediante, como “jardín de la mugre”. Lo habían escrito en un cartel que ya pasó a mejor vida. Se cae de maduro que ese espacio verde será puesto en valor una vez que la zona quede libre de escombros. Pero, ¿qué pasa con la esquina de San Juan y Marco Avellaneda?

Sobre la antigua canchita de básquet se improvisó un estacionamiento, identificado en un letrero naranja como “mutual”, con los precios correspondientes. No dice mutual de qué. En los galpones aledaños suele venderse pirotecnia cuando llegan las fiestas. Está claro que de ese sector -relacionado por los vecinos con un funcionario del municipio capitalino- se está haciendo usufructo económico.

¿Avanzará el plan original de parquizarlo o se mantendrá ajeno al resto de la obra? Si la respuesta es la segunda no vendría mal identificar con mayor claridad, por ejemplo en la cartelería, para quién es ese generoso beneficio. No cualquiera puede disponer de un espacio público de esas características para montar un estacionamiento pago dentro de las cuatro avenidas.

La recesión ralentiza inversiones, pero apenas se mueva un poco la economía se espera un boom inmobiliario en la zona. Los túneles conectarán con mayor fluidez al microcentro con el oeste, dirección en la que está desarrollándose con mayor potencia la construcción. Tal vez los dólares del blanqueo muten en ladrillos, aprovechando tantas cuadras de edificios antiguos, deteriorados y casi sin valor patrimonial. Con mayor razón vale cuidar el parquizado de ese corredor y convertirlo en un nuevo pulmón verde. Claro que son terrenos apetitosos para un mercado ávido por explotar negocios jugosos.

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