El mundo está en guerra de poder

El mundo está en guerra de poder

Pbro. Marcelo Barrionuevo.

31 Julio 2016
Jesús nos enseña que a las personas hay que amarlas y a las cosas usarlas, en lugar de lo que pasa con frecuencia: que amamos a las cosas y usamos a las personas.

“Uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero él le respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?. Y añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee. Y les propuso una parábola: Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha?. Y dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pasalo bien. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te reclamarán el alma; lo que has preparado, ¿para quién será?. Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios. (Lucas 12, 13-21).

Hay algo que podemos llevar con nosotros, que nos sigue a todas partes, también después de la muerte: no son los bienes, sino las obras; no lo que hemos tenido, sino lo que hemos hecho. Lo más importante de la vida no es tener bienes, sino hacer el bien. El bien poseído se queda aquí; el bien hecho lo llevamos con nosotros.

Aplicado este evangelio al mundo en general descubrimos también que la ambición individual se hace global en la lucha frenética de “poder por el poder mismo”. El Papa ha señalado que el mundo está en guerra, no de religiones, sino de poder. Esta lucha se hace también permeable a la fama e integridad de las personas, cuando caemos en una guerra impiadosa de matar a los otros por las descalificaciones de cualquier tipo.

En última, repitamos: lo más importante de la vida no es por lo tanto tener bienes, sino hacer el bien. El bien poseído se queda aquí abajo; el bien hecho lo llevamos con nosotros.

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