Desempatar en el segundo semestre

Desempatar en el segundo semestre

En una inusual coincidencia con el calendario, las celebraciones del Bicentenario han marcado que el primer semestre del año político también ha terminado en horario.

Las ceremonias que rodearon el 9 de Julio determinan que el Gobierno nacional y el provincial terminaron “a mano”. Ambos tuvieron festejos masivos y pacíficos. Ello representó un suplemento de popularidad para el macrismo, justo cuando el tarifazo salvaje que pretende imponer (en una lista de desaciertos tan larga como el desfile por los 200 años de la Declaración de la Independencia) merecía la indignación y el repudio hasta de sectores de su propio electorado.

Para el manzurismo, representó la culminación de un ciclo de blanqueo interanual. Una manera ilustrativa de advertirlo, precisamente, consiste en advertir que la última vez que fue agosto, el manzurismo era -en boca del macrismo- el ejemplo de todo lo que la política, exactamente, no debía ser. Las elecciones provinciales habían sido declaradas nulas por una sala de la Cámara en lo Contencioso Administrativo, que pidió reiterar la votación porque las urnas quemadas y el bolsoneo, las urnas “embarazadas” y el acarreo y las urnas refajadas y el tiroteo la marcaban como el epítome del fraude. Esos mismos comicios, luego, fueron convalidados por una Corte Suprema asediada dentro de un Palacio Judicial transpirado del miedo a la intervención federal, de las amenazas de muerte colgadas en sus puertas por quienes lo habían sitiado, y del humo de los choripanes del campamento sedicioso instalado -qué ironía- en la plaza Yrigoyen.

Ahora, el gobernador que surgió de esas horas (las peores de la historia institucional desde la inauguración de la democracia en 1983) ha conseguido de la Casa Rosada la legitimidad de ejercicio con que no contaba en su origen. Durante los seis primeros meses de 2016, el Presidente lo recibió, lo visitó, lo concurrió y se fotografió con él en las más diversas situaciones. Un respaldo que mandó a los cuarteles del olvido al recuerdo de aquellas elecciones, las más antielectorales desde la Década Infame.

Nada se deben políticamente Mauricio Macri y Juan Manzur. Justo cuando el segundo semestre comienza puntual.

Las idas y las vueltas

No se trata de un reclamo. Es más bien un planteo. En las cumbres del oficialismo vernáculo, en definitiva, se preguntan si Manzur no debería, acaso, dejar de prodigar tantas muestras de buena voluntad hacia la Presidencia de la Nación, ahora que -precisamente- la planilla del “debe” y del “haber” políticos se encuentra balanceada.

Durante todo el primer semestre, el entorno de Manzur aceptó sin musitar los gestos del mandatario para granjearse la confianza macrista, a pesar, inclusive, de algunos desplantes sonoros. El primero fue propinado por el propio Macri en la sede del poder central, cuando Manzur llevó a todos los intendentes del interior provincial, el 19 de mayo. El jefe de Estado nacional le reclamó al tucumano el fin de sistema de “acoples”; y a los jefes municipales, que terminen con la “empleomanía”. El segundo desaire, acontecido en Tucumán, fue protagonizado por el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Luego de que su par tucumano lo recibiera en la Casa de Gobierno el 4 de julio y hasta le brindara personalmente un tour por el palacio, el porteño se reunió con los opositores tucumanos, reivindicó las bondades de aplicar el sistema de voto electrónico, y le paso el micrófono a José Cano, que declaró “impostergable” la reforma política.

Pero en el itinerario de Rodríguez Larreta estaba implícito el porqué de la tolerancia en las cumbres oficialistas a las insistentes manifestaciones de acercamiento -no siempre correspondidas- de Manzur. En síntesis: los funcionarios nacionales del macrismo venían a Tucumán y pasaban por la sede del Ejecutivo. Lo que hicieran después era ciertamente secundario, porque su presencia en 25 de Mayo y San Martín era una señal de legitimación incontrastable. Es decir, blanqueo político.

Pero ese argumento ya había sido desautorizado por el propio macrismo apenas un par de días antes, durante el 11° Vino de Honor a la Patria. En esa tertulia organizada por el sector privado en la estación de trenes frente a la plaza Alberdi, que congregó a los referentes del ámbito empresarial, académico, social, artístico y también político, asistió el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, quien sólo vino para brindar e irse. Nunca, siquiera, se comunicó con Manzur para –aunque más no fuera- excusarse de que por falta de tiempo no podría visitarlo. Así que el gobernador no fue a ese encuentro, no sólo porque prefería ir a la cena con que la Justicia nacional y provincial agasajó el Bicentenario, sino porque su círculo más estrecho le advirtió que él no podía encontrarse con la tercera autoridad de la Argentina en el mismísimo Tucumán en calidad de simple invitado en un encuentro ajeno.

Los unos y los otros

Aseguran que Manzur pareció asumir que había un sector privado tucumano, poderoso económicamente e influyente políticamente, que, definitivamente, no lo quería.

Lo seguro es que las cuentas que hicieron a su alrededor es que, respecto del oficialismo tucumano, hay dos macrismos. Un sector es conformado por Pinedo, por el jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña, y por el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, entre otros jugadores de la primera línea federal. A esta ala –pretenden aquí- no le disgustaría que al manzurismo no le vaya bien. Enfrente se encuentra el ministro del Interior, Rogelio Frigerio (y algo más distante, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay). Esta ala -sostienen- no tiene “afecto societatis” por el Gobierno tucumano, pero no le encuentra sentido a romper lanzas con el manzurismo si, por el contrario, cimentar una relación política puede reportar provecho político para la gestión nacional.

Y después de las interpretaciones, por cierto, está el asunto de los dineros públicos.

Allá y aquí

Hay 13 provincias a las cuales la Nación les ha brindado “Anticipos de Coparticipación”, que representan soluciones financieras. Es decir, le adelantan al distrito recursos que son del distrito y que deben ser devueltos durante el ejercicio presupuestario, es decir, hasta el 31 de diciembre. No es lo mejor, pero apaga incendios.

Tucumán recibió, en ese contexto, $ 150 millones, lo mismo que La Rioja, e incluso más que Santa Cruz, que sólo mereció $ 50 millones. Eso sí, es nueve veces menos que lo recibió Jujuy. Según los datos oficiales, al distrito que administra el radical Gerardo Morales la Casa Rosada le adelantó $ 1.260 millones en lo que va del año. Y a eso hay que sumar $ 126 millones más para obras públicas. Faltan, además, los Aportes del Tesoro Nacional que, según trascendió, también se remiten a Jujuy desde la Nación; y que son soluciones económicas: al monto de los ATN no hay que devolverlos.

Lo adeudado y lo debido

Lo que viene en el corto plazo tampoco es promisorio. La Nación viene hablando, justamente desde que pasó el Bicentenario, de que quiere un nuevo acuerdo fiscal con las provincias. Hasta aquí, la traducción que los gobernadores vienen dándole de manera reduccionista a la propuesta consiste en que el Gobierno central quiere que los gobiernos locales gasten menos. Pero en realidad hay severos temores de que pueda ser mucho más que eso. En concreto, hay acentuado temor a que el macrismo plantee que a los dineros que debe reintegrar a los distritos (por coparticipación mal retenida durante el kirchnerismo), en realidad, los compensará con las deudas que los distritos tienen con las provincias.

De ser así, no llegará mucho más dinero sino, más bien, muchos más papelitos para refrendar. En definitiva, otro empate para firmar…

¿Entonces? ¿Por qué tantos gestos de Manzur?

Lo que sí y lo que no

La respuesta que parece sencilla, pero encierra complejidades. Lo que contestan quienes lo concurren es que, al final de cuentas, a él -personalmente a él- no le irá mal si el año sigue discurriendo como hasta ahora. En cuanto a su gestión como gobernador, porque cuando hace cuentas los números le cierran para pagar los sueldos de lo que resta de 2016 y, también, para cubrir los gastos. De hecho, algunos optimistas aseveran que el ministro de Economía, Eduardo Garvich, habría manifestado entre no pocos oyentes que hasta las previsiones para el aguinaldo están previstas.

En cuanto a Manzur como Manzur mismo, porque fue sobreseído en el caso por los sobreprecios en el Plan Qunita (ni los recién nacidos se salvaron de algunos encumbrados “revolucionarios” del kirchnerismo) por el juez federal porteño Claudio Bonadio.

Así planteado, de la situación se desprende un primer corolario: lo que le conviene a Manzur no necesariamente le conviene a ese vasto colectivo político tucumano llamado “el oficialismo”.

Sin embargo, es una pretensión atada a la coyuntura. Porque hay dos urgencias para las que el manzurismo no tiene recursos. La primera y más pública de ellas es la obra pública. Ni un peso ha llegado de la Nación. La misma Nación que a Jujuy le ha dado sólo para trabajos de infraestructura casi lo mismo que le brindó como “anticipo” a Tucumán por todo concepto. Aquí la Democracia Pavimentadora ha cesado por desfinanciamiento: hace seis meses que Manzur no inaugura ni un solo cordón cuneta. Lo cual implica una primera inquietud entre los cuadros técnicos del Gobierno: hay mucha mano de obra “parada” en la provincia. Y eso siempre es combustible para hacer arder conflictos sociales.

La segunda urgencia para la que no hay fondos es menos oficial, pero absolutamente conocida por los tucumanos: el Gobierno no tiene dinero para “la política”, o más bien, para lo que desde hace ya demasiado tiempo se entiende como “la política” en Tucumán. Léase, recursos para los punteros, desde dinero contante y sonante hasta contratos, pasando por programas sociales. Después de 12 años de leso alperovichismo y seis años de leso kirchnerismo, ¿conoce el manzurismo otras maneras de hacer política?

Entonces, de la coyuntura se desprende un interrogante: ¿lo que hoy le conviene a Manzur será necesariamente conveniente para él mañana? El segundo semestre arrancó justo a tiempo para comenzar a perfilar una respuesta.

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