Las granjas eólicas de México traen prosperidad, pero no para todos

Las granjas eólicas de México traen prosperidad, pero no para todos

 Foto de  Kirsten Luce para The New York Times.- Foto de Kirsten Luce para The New York Times.-
30 Julio 2016

Victoria Burnett / The New York Times

LA VENTOSA, México- De noche, Juan Piñeda López oye el zumbido de una turbina de viento que gira a casi 300 metros de su casa de adobe. A veces percibe el olor del lubricante que arroja hacia abajo el mástil de la turbina. Más allá de eso el bosque de turbinas que ha surgido en los últimos años en las planicies del estado sureño de Oaxaca penas le afecta.

Y ese es el problema.

Ocho años después de que México se sumó a la lucha contra el cambio climático, desatando una fiebre de energía eólica en el istmo de Tehuantepec de Oaxaca, las comunidades pobres e indígenas están divididas con respecto a los beneficios de la revolución verde.

Algunos rechazan los proyectos eólicos, como los más de 1.000 residentes de Juchitán de Zaragoza (en su mayoría indígenas zapotecas), que han obstruido los planes para construir una de las mayores granjas eólicas de América Latina cerca de la ciudad.

El caso pone de relieve la necesidad de equilibrar la energía limpia con las inquietudes de aquellos cuyas tierras la producen, advirtió Beatriz Olivera, ingeniera de Greenpeace, que encabezó durante varios años la campaña contra el cambio climático. Agregó: “Queremos energía eólica, pero no a cualquier precio”.

Prosperidad para algunos

En La Ventosa, apacible poblado de 4.000 residentes y de vientos tan potentes que a veces pueden volcar una camioneta, el auge de energía ha dejado su huella. En los últimos ocho años apareció más de una docena de pequeñas empresas de la construcción que hacen infraestructura para las granjas eólicas.

Iberdrola, la empresa española de energía que posee la granja eólica detrás de la casa de Piñeda, ha pavimentado caminos y construido drenajes, parte de proyectos sociales en la región que han costado más de 1 millón de dólares, informó un vocero de la firma.

Cosme Vera, agricultor que alquila 40 hectáreas a Iberdrola por 2.900 dólares mensuales, pudo refaccionar su vivienda y comprar aparatos de aire acondicionado. Vera, de 69 años, afirmó que el monto del alquiler equivale a cuatro veces lo que él gana sembrando sorgo. “Ahora, mi trabajo es ir al banco una vez al mes para recoger el dinero”, cuenta satisfecho.

Claro que no todos han prosperado. Las granjas eólicas crean un estallido de empleos durante la construcción, pero cuando esta termina, baja la ocupación.

Quienes no poseen tierra no reciben alquiler, como es el caso de Piñeda. Su calle no está pavimentada y su casa, de dos habitaciones, no tiene agua corriente. Se atrasó tanto con los pagos de la luz que el proveedor le cortó el servicio hace ocho meses.

“Nosotros creíamos que todos íbamos a salir beneficiados, tuvieran o no tierra”, dijo Piñeda, de 52 años. Ondeó una mano para imitar al viento. Los frutos de las turbinas “pasan volando y no dejan nada”, agregó.

Empresas mexicanas y extranjeras de energía han sobornado a intermediarios locales para que incluyan a terratenientes. Pero en algunos casos, el dinero que ellos habían donado para proyectos sociales se evaporó en las manos de funcionarios municipales.

La pobreza no cesa

“Hemos tenido años de proyectos eólicos, pero la pobreza sigue igual”, dijo Andrea Cerami, abogada del Centro Mexicano de Derecho Ambiental en Ciudad de México.

Liliana López, de 40 años, mientras estaba recogiendo buganvilia afuera de su casa, cerca de la de Piñeda, dijo: “la granja eólica ha sido buena para la comunidad pero no para nosotros”. Su marido e hijos trabajaban en la ciudad de Oaxaca, porque no pudieron encontrar empleo más cerca.

Al igual que otros residentes, Liliana enumeró los malos efectos que, dicen, causan las granjas eólicas: personas que terminan con sarpullido y tos, agua freática agotada y vacas estériles. Los precios de bienes básicos -desde alimento hasta carretillas- han subido. Los vecinos se han vuelto codiciosos. “Todos quieren una porción de la torta”, advirtió.

“Desde 2004, se invirtieron unos 9.000 millones de dólares en granjas eólicas en México, informó Leopoldo Rodríguez, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica. La capacidad de energía de las granjas eólicas de Oaxaca, que yacen en un radio de 32 kilómetros de La Ventosa, se dispararon de 160 megavatios en 2008 a 2.360 megavatios en 2015, suficiente energía para alimentar cientos de miles de hogares cada año. Se proyecta que la capacidad en Oaxaca suba a más de 5.500 megavatios para 2018.

Proyecto interrumpido

Esos objetivos sufrieron un retroceso el año pasado, después de que se hizo lugar a un reclamo de miembros de la comunidad de indígenas zapotecas en Juchitán un requerimiento para impedir que Energía Eólica del Sur (consorcio que abarca al Fondo Macquarie de Infraestructura Mexicana que forma parte de un banco de inversiones de Australia) construya una granja eólica de 400 megavatios en tierra rural en las afueras de la ciudad.

Lucila Bettina Cruz Velázquez, activista opuesta al proyecto, dijo que algunos residentes temían que la granja eólica dañara el ganado, las aves migratorias y los murciélagos y que ellos no querían turbinas que rodearan la ciudad.

“Ellos vienen a cambiar nuestro paisaje -afirmó-. A talar nuestros árboles. A perturbar nuestra agricultura”.

En la demanda se argumentó que el Gobierno no había consultado de manera apropiada con el pueblo indígena de Juchitán con respecto al proyecto eólico, lo cual es obligatorio según una ley de hidrocarburos de 2014. El Gobierno rompió esta ley al darle permiso a Eólica del Sur para hacer su construcción.

Reglas poco claras

Abogados y académicos por los derechos humanos explicaron que el acuerdo con la empresa tenía defectos de forma. Las reglas no eran claras, no todos los documentos habían sido traducidos al zapoteco y los activistas habían sido amenazados por personas aliadas con políticos locales o con el consorcio.

Un representante de Eólica del Sur en Ciudad de México no respondió a los requerimientos de que opine al respecto. Katya Puga Cornejo, directora de evaluación de impacto social de la secretaría mexicana de Energía, declaró que los funcionarios habían sostenido más de 40 reuniones públicas durante ocho meses para debatir el proyecto.

Añadió que se había aprobado la construcción de la granja eólica durante una asamblea, en 2015.

La suerte de Eólica del Sur ahora depende de los tribunales. Un juez falló a favor del Gobierno en junio, y el grupo indígena apeló. El proceso podría continuar durante semanas o meses, según Ricardo Lagunes, abogado involucrado en el caso.

Algunos residentes, incluyendo a José López de la Cruz, de 52 años, esperan que el proyecto sea revivido. López, ingeniero en La Ventosa que ha trabajado en granjas eólicas desde 2008, perdió su empleo, junto con otros 70 trabajadores, cuando el proyecto se congeló. “La gente es muy pobre. Muchos esperaban ingresos de Eólica del Sur”, destacó.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios