El cuidado de los nuevos espacios públicos

El cuidado de los nuevos espacios públicos

La municipalidad de San Miguel de Tucumán acaba de habilitar e incorporar al patrimonio urbanístico un renovado espacio público en la ciudad con la alentadora visión de promover una mayor sociabilidad: es el que circunda al recientemente inaugurado Monumento del Bicentenario. El parque Avellaneda, la Plaza de la Fundación, el cementerio del Oeste y la plaza Alfredo Gramajo Gutiérrez -en obras de reconstrucción- es el sector que por estas horas comienza a constituirse en un nuevo destino de esparcimiento, recreo y encuentro para los miles de vecinos y ciudadanos de la capital y la provincia.

Es a todas luces evidente que la construcción del Monumento del Bicentenario en esa zona de la avenida Mate de Luna se ha constituido en un faro de atracción y visibilidad que viene a sumarle una referencia determinante a una geografía que hasta ahora lucía poco y que apenas se destacaba en el conjunto del panorama urbanístico.

Hace decenios que la principal urbe del norte argentino no inauguraba una obra como el Monumento del Bicentenario -más allá de las críticas que levantó su construcción- y que la administración municipal no se empleaba de una manera determinante en revalorizar un área tan amplia, compuesta por hectáreas de parque, referencias históricas, lugares comunes de esparcimiento y turismo.

Este hecho auspicioso y relevante -sin embargo- debería también llamar a la reflexión y al debate desde la administración municipal y entre los integrantes de la opinión pública, respecto del cuidado, el mantenimiento, el orden, la seguridad y las prácticas de gestión con las que se administrará este nuevo espacio público ciudadano. Es que la estrategia de atención y preservación que viene encarándose desde el municipio y desde la sociedad civil para sostener y apoyar el mantenimiento y custodia de otros espacios públicos -por caso el Parque 9 de Julio o las plazas barriales- no parecen ser los más eficaces y adecuados.

Son numerosos y casi cotidianos los reclamos y advertencias de vecinos, paseantes y hasta de especialistas sobre el estado en que sobreviven -o mejor dicho, sobre cómo terminan tras un día de masiva concurrencia de público- los principales lugares de ocio y esparcimiento de nuestra capital. Basta recordar que LA GACETA se ha ocupado interminable veces en mostrar imágenes del Lago San Miguel cubierto de desechos y del Parque 9 de Julio regado de basura, entre otros daños.

Esta situación no sólo estaría mostrando la insuficiente capacidad de reacción y organización de parte del municipio para prevenir, proteger y sostener el cuidado de los espacios públicos, sino también, la casi nula disposición de los paseantes y excursionistas en atender normas básicas de comportamiento, respeto y conservación de esos espacios comunes que han sido especialmente levantados para mejorar y agregar salud y valor a nuestra calidad de vida.

Una mezcla de desidia, ignorancia y/o desconsideración individual y colectiva de la ciudadanía, junto a una baja calidad en la respuesta de parte la administración para atender, mantener y desarrollar las distintas creaciones urbanísticas son los desafíos a superar y resolver. Así, resultaría preciso y urgente encarar un nuevo programa de gestión de los espacios públicos y al mismo tiempo, emprender una campaña de promoción de rotundas mejores prácticas sociales y disciplinarias en las que el cuidado del medio ambiente sea el eje central de la prédica.

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