Literatura versus fe
24 Julio 2016

Por Rogelio Ramos Signes - Para LA GACETA - Tucumán

Voltaire justificaba, como sensata, la locura de Don Quijote. Consideraba que confundir los molinos de viento con gigantes al acecho era algo razonable, factible y digno de perdón. Suponía que era algo relacionado con la vista. “Hay gente ciega, tuerta, bizca, de buena vista, cortos de vista, o de vista confusa, distinta, enclenque o infatigable” escribía.

Al mismo tiempo ponía en duda la sensatez de los habitantes de Siam (hoy Tailandia), que aceptaban la historia de Sammonocodom bajando a la Tierra con cierta frecuencia para hacer volar un barrilete. Además recordaba que ese dios siamés, nacido de una virgen (al uso divino de entonces) había sido criado sobre una flor.

Otro tanto le sucedía cuando pensaba en la fe de los turcos; buenos calculadores, eminentes químicos, astrónomos exactos, que creían, y no discutían, que Mahoma se hubiese metido la mitad de la Luna en su manga.

Como a la hora de argumentar todo es válido, y muchas veces no conviene separar la paja del trigo si lo que queremos es ganar una discusión, dejamos que se confundan las lecturas científicas con las lecturas de la fe. Y ahí es donde surge la eterna pregunta: ¿pueden considerarse literatura los libros sagrados?

Un grupo de devotos de Don Quijote (a quienes presenté más de una vez mi ficha de afiliación y no terminan de aceptarme) dicen que sí, que todo es literatura.

Como es de suponer, la polémica está instalada desde hace mucho, con sus amantes y sus detractores, sus libelos y sus ditirambos, sus cánticos, sus barrabravas. En condiciones así, el encuentro del próximo domingo entre nuestro equipo y su eterno rival sólo será uno más.

© LA GACETA

Rogelio Ramos Signes - Escritor.

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