Del Congreso Eucarístico a Pare de Sufrir

Del Congreso Eucarístico a Pare de Sufrir

Una nube de camisetas naranjas se derrama por la Mate de Luna. Los chicos no están festejando el Día del Amigo; han llegado de todo el país para participar en la reunión nacional de la Iglesia Visión de Futuro. Reparten globos para los chicos y volantes para los grandes. Invitan a las reuniones programadas en la sede de la avenida Colón. “Lo de anoche fue impresionante -dice uno de ellos-. Hubo enfermos que se curaron. Un hombre recuperó la vista”. Es un flaco anguloso y empeñoso, bonaerense él, decidido a contagiar su entusiasmo acompañado por dos sanjuaninas. Ninguno pasa de los 20 años.

“Impacto de fe-Tu milagro sucederá”, anticipan los volantes, firmados por el reverendo Omar Cabrera y por su esposa, Alejandra. Se los ve impecables desde la foto. “Él se formó en Estados Unidos -explica el flaco-, es el hijo del fundador de la iglesia”. El reverendo Cabrera luce exactamente como esos telepastores que mantienen en un puño a la opinión pública del Estados Unidos real y profundo. Allí donde más del 50% de la población cree que Adán, Eva, Noé y compañía realmente existieron. Son los votantes sobre los que Donald Trump construye su carrera a la Casa Blanca.

Visión de Futuro es una más entre el medio millar de iglesias evangélicas tucumanas registradas en la Secretaría de Culto de la Nación. El Bicentenario los atrajo como miel a las abejas, no había destino más indicado para organizar un encuentro. Sus adherentes se ramifican desde La Ciudadela hacia los barrios del sur de la capital.

La metodología de captación de fieles -tocar timbres y convencer cara a cara-, provocó un crecimiento impactante de estas iglesias. Claro que bajo el inmenso paraguas del protestantismo caben toda clase de manifestaciones, algunas varias veces centenarias y otras contemporáneas.

Hay marcadas diferencias entre la tradición de pentecostales, adventistas, bautistas, presbiterianos, metodistas o luteranos (por citar algunos con poderosa presencia internacional) y las iglesias nacidas en el siglo XX que crecen exponencialmente en América latina y en África, combinando el trabajo en la calle con un inteligente uso de los medios de comunicación. No es lo mismo la Iglesia Anglicana que la Iglesia Universal del Reino de Dios (Pare de Sufrir) en lo que a historia respecta. La adhesión popular -y cualquiera que asista a una asamblea en la calle Catamarca puede corroborarlo- es otro cantar de los cantares.

El fervor ciudadano, característico de los festejos del Bicentenario. tuvo un correlato espiritual. Las previsiones en torno a la convocatoria del Congreso Eucarístico quedaron arrasadas por los cientos de miles de asistentes que asistieron a las misas en el hipódromo, a las procesiones y a los talleres. La figura excluyente del Congreso se mantuvo a un océano de distancia: el Papa es trending topic, muy especialmente entre los jóvenes, cuya admiración por él es apabullante. Hay que ser muy estrecho de miras para reducir el papado de Jorge Bergoglio a su ocasional relación con Mauricio Macri o Cristina Fernández. Tal vez no se advierta que Francisco es la figura más importante de la historia argentina, líder de más de 1.000 millones de creyentes y pieza clave en el tablero político mundial. Nunca un argentino había llegado a tanto. Difícilmente se repita, al menos en el corto o mediano plazo.

Pequeña disgresión, con forma de recomendación a quienes se dan el lujo de criticar al Papa sin conocer por dónde pasa su pensamiento: la lectura del teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré (1929-2009). Desde allí podrán entenderse muchas cosas.

Hay una sintonía fina entre el credo de Bergoglio y el día a día tucumano: el diálogo interreligioso. Francisco lo alentó hasta por televisión, por medio de sus clásicas conversaciones con el rabino Abraham Skorka. Para los sectores conservadores del catolicismo el ecumenismo es palabra prohibida, de allí las resistencias que genera sentarse a una mesa con quienes viven fuera de la doctrina. Pero en Tucumán funciona desde hace años un espacio de diálogo, cuidado con esmero, en el que prevalecen el respeto y la capacidad de escucha, y en el que conviven cristianos, judíos y musulmanes. Es un activo social de la provincia que vale subrayar.

Así como las iglesias católicas se separaron hace 1.000 años y hay 300 millones de ortodoxos en el mundo -entre ellos quienes profesan su fe en el templo de la calle Maipú-, las apuestas por la convergencia apuntan a que, en algún momento histórico, podrán estrechar lazos. ¿Unificarse tal vez? Nada puede descartarse. Las diferencias con el protestantismo son de otra índole, mucho mayores tratándose de las nuevas iglesias que irrumpen con todo el ímpetu en el cuerpo social. Siempre será cuestión de mantener abiertos los canales de comunicación.

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