La perspectiva americana en los primeros años de Sur *

La perspectiva americana en los primeros años de Sur *

Fragmento de Ensayos argentinos

VINCULACIONES. Sur -sostiene Sarlo- se movía con la convicción de que la literatura argentina precisaba de un vínculo con la europea y la norteamericana. VINCULACIONES. Sur -sostiene Sarlo- se movía con la convicción de que la literatura argentina precisaba de un vínculo con la europea y la norteamericana.
17 Julio 2016

Por Beatriz Sarlo

Existe cierto estereotipo acerca de la revista Sur que, al repetirse sin mayores variantes, dice, como todo estereotipo, una verdad parcial e insuficiente. ¿Cómo separar a Victoria Ocampo de la oligarquía argentina? ¿Cómo pasar por alto que los medios materiales que hacen posible la revista provienen de ese casi infinito fondo de herencias, propiedades recibidas que se van vendiendo como aporte que la riqueza terrateniente le permite a una de sus hijas? Fracción de la alta burguesía en el campo intelectual, sin duda. Pero después de esta comprobación, habría que preguntarse si la cultura de Sur puede asimilarse, sin más, a la cultura de la oligarquía. Se puede decir que Sur introduce una flexión elitista en una zona de problemas que preocupan también a otros sectores del campo intelectual, y que en Sur se cruzan discursos de marca ideológica diferente. Este es el caso, entre otros, de la “preocupación americana” que da tema a estas notas.

No es necesario insistir, o más bien habría que hacerlo de manera menos unilateral, sobre la actividad de Sur como factor de europeización de la cultura argentina de élite. Revista cosmopolita, donde el lugar del traductor y del introductor era, sin exageraciones, central, Sur se movía con la convicción de que la literatura argentina precisaba de este vínculo con la europea y la norteamericana; agitó la idea (a veces omnipotente, en ocasiones ridícula por su estilo) de que la actividad de importación, que incluía a libros y personas, cerraba los huecos de la cultura argentina, producidos por la distancia, por la juventud sin tradiciones del país, por la ausencia de linajes y maestros. Esto fue Sur, pero no sólo esto.

Es improbable que la ideología de un escritor, de un promotor, de un organizador cultural, presente ante el análisis una lisa superficie sin fisuras. Las ideologías culturales son inevitablemente un compositum, donde es preciso, más que anularla, aferrarse a su heterogeneidad básica. Estos rasgos se acentúan en el caso de Sur por dos razones obvias. En primer lugar, se trata de una revista, esto es, de una forma de producción discursiva caracterizada por la copresencia de intelectuales que, sea cual sea su nivel de integración, no han delegado sino parcialmente en ese espacio común sus proyectos, sus prácticas, sus utopías. En segundo lugar, se trata de una revista argentina, lo que quiere decir: producida en un espacio signado por la precariedad de un pasado que carecía de esas formaciones casi geológicas que los intelectuales locales admiraban en la cultura europea, esa solidez que hacía posible tanto la estabilidad de la identidad del escritor, como la violencia de las rupturas del vanguardista.

Heterogénea en su composición y marginal respecto de los centros mundiales, la ideología cultural argentina se plantea reiteradamente en el siglo XX dos tareas formalmente contradictorias: construir una cultura que pueda pensarse “nueva”, “original” y “argentina” o “americana”; construirla a partir del reconocimiento de lo que somos (en la escucha de la lengua, de la historia), pero también a partir de la conciencia del carácter incompleto y fragmentario de esos materiales; necesitar, por lo tanto, de otros materiales (extranjeros, traducidos, importados) y de otras lenguas. Las fracciones que operan en el interior de esta problemática se diferencian por la elección de lo traducible, por la relación con la lengua y la cultura de referencia.

Sur propone un ejemplo privilegiado de esta ideología cultural, si se examinan los primeros años de la revista, en los que se construyen líneas que perduran en los siguientes. Y podría afirmarse, sin exagerar, que Victoria Ocampo resume, a veces de manera patética, la torsión entre “cosmopolitismo” y “argentinismo”. La segura candidez de sus declaraciones acerca de su relación con el francés y del carácter fundante que esta lengua tiene en su imaginario cultural, suscita todavía hoy una sonrisa irritada, que a mí no deja de evocarme la ironía con que se lee, también parcialmente, el esfuerzo de Sarmiento traduciendo un volumen de Walter Scott por noche. Pero no se puede pasar por alto el vínculo que enlaza lengua extranjera, cultura europea y traducciones:

Mi facilidad para expresarme en varias lenguas escribe Ocampo en el segundo número de Sur, mi dificultad para reencontrar, para descubrir la mía propia ¿serán acaso particularidades mías? No lo creo. Esto debe existir entre nosotros como una disposición nacional. El inmenso trabajo de traducciones que muele todos los idiomas unos con otros y que va conquistando el mundo, como dice Drieu, se ha hecho carne en nosotros.

Una disposición nacional: más allá de la fácil vanidad de quien ha aprendido la lengua extranjera junto con la materna y que, por tanto, ignora la humillación del intelectual que lucha con esa lengua inabordable o se somete a las traducciones ajenas, la disposición nacional define el conjunto de sentimientos hacia lo extranjero, como fuente a la vez de impulsos culturales productivos y del hostigamiento de la diferencia. Si la literatura extranjera viene a llenar espacios que se fantasean vacíos, su función es, al mismo tiempo, revelarlos. En la ideología de Sur, es lo imprescindible y lo que subraya, por su misma necesidad, la certidumbre de las carencias.

© SIGLO XXI EDITORES

* Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo (Siglo XXI, 2016).

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