¿2010 o 2016?

¿2010 o 2016?

El 25 de Mayo simbolizaba la "feliz revolución" y el 9 de Julio prefiguraba una patria integrada a las provincias. Pero se pueden encontrar otros puntos de mayor acercamiento.

¿2010 o 2016?
10 Julio 2016
Celebrar 1810 o 1816 como el día en que nació la Patria fue objeto de disputa en distintos momentos de nuestra historia. El 25 de Mayo simbolizaba la “feliz revolución”, pero quedaba asimismo asociado a Buenos Aires y al centralismo; el 9 de julio prefiguraba una patria integrada de las provincias, aunque el congreso en cuyo seno se declaró la independencia fracasaba en su intento de crear un Estado-nación. Si volvemos la mirada a los tempranos años de 1810 podemos, sin embargo, encontrar otros puntos de mayor acercamiento así como de diferencia entre estas fechas que van más allá de la simple oposición entre Buenos Aires y el Interior.

Pues, a partir de 1808 la invasión napoleónica a España y las abdicaciones de Bayona enfrentaron al conjunto de los habitantes del virreinato del Río de la Plata, al igual que en el resto de Hispanoamérica, con el problema de la vacancia del poder real y de la urgencia por garantizar la gobernabilidad de los territorios de ultramar. A la confusión inicial le sucedió un proceso de politización creciente en las acciones y en los lenguajes que pudieron, indistintamente -según la mayor o menor radicalidad de los protagonistas del período-, nutrirse de una combinación de tradiciones y concepciones que derivaban conjuntamente de la tradición hispánica, de las teorías del derecho natural y de gentes y de la Ilustración, donde predominaron las ideas pactistas según las cuales era necesario el consentimiento de los integrantes de una sociedad para fundar una nueva autoridad política.

A medida que avanzaba la crisis, como reacción a la actuación de los gobiernos metropolitanos (Junta Central, Regencia y Cortes), pero asimismo en uso de los “derechos originarios” o los “derechos imprescriptibles”, o con la introducción de nuevos “principios” que afirmaban la calidad “soberana del pueblo” como principio constitutivo de la autoridad, frente a la condición colonial existente; los criollos rioplatenses tendieron a legitimar la reasunción completa de la soberanía en los pueblos. Pero 1810 es un año de dilemas e incertidumbres: por una parte se afirma, en la ciudad de Buenos Aires, un gobierno autónomo que logra concitar el apoyo de varias de las provincias del virreinato, por el otro se mantiene la fidelidad a Fernando VII.

El “arma” de la soberanía

Si la asamblea constituyente, reunida en Buenos Aires en 1813, excluyó de su fórmula de juramento la fidelidad a Fernando VII, fue el Congreso reunido en Tucumán en 1816 el que proclamó la definitiva independencia de las Provincias Unidas en Sud-América. Pero asi mismo dejaba atrás a la “revolución” para conservar el “orden”, al mismo tiempo que Buenos Aires prestaba su apoyo a la guerra de independencia devenida continental. Entre 1811 y 1817 el Alto Perú fue escenario de lucha permanente entre fuerzas realistas y expediciones “libertadoras”; en Salta Martín Güemes organizó un ejército de “gauchos” para detener las invasiones realistas; y en Cuyo San Martín preparó el cruce de los Andes para liberar a Chile.

Pero desde 1810 fue el “arma” de la soberanía la que se esgrimió en todos los pueblos porque se consideraba legítima la existencia de diversas entidades soberanas, “naciones”, “repúblicas”, “ciudades soberanas”, “estados” independientemente de su tamaño y poder. La aparición de las dos tendencias que predominaron en la escena pública rioplatense durante la primera mitad del siglo XIX -la que sostuvo la existencia de una única soberanía como base para la creación de un Estado-nación unitario opuesta a la que defendía la creación de tantas soberanías como pueblos (ciudades convertidas “provincias” luego de 1810)- iba a dividir por igual tanto a porteños como a provincianos.

La Revolución de Mayo inauguró un ciclo fundacional de experiencias que integra la declaración de la independencia de 1816.

© LA GACETA

Noemí Goldman – Doctora en Historia

en la Universidad de la Sorbonne.

* Artículo publicado en este suplemento en 2015.

Comentarios