Si no arrancamos ahora, ¿cuándo?

Si no arrancamos ahora, ¿cuándo?

Si no arrancamos ahora, ¿cuándo?
Damitas del 1800 caminan de la mano de sus mamás, escoltadas por caballeritos de chaleco y galera. Quienes alquilan disfraces de época hicieron su agosto en julio. Al menos un rubro tiene motivos para festejar en un contexto de recesión que no afloja. Los padres metieron la mano en el bolsillo porque sienten que vale la pena hacer partícipes a sus hijos de este momento histórico. Fue un jueves colorido, entusiasta, musicalizado por el bullicio que provocan y regalan los actos escolares. En la multiplicación de pericones, minidesfiles, coreografías y algunos discursos inspirados se respiró el Bicentenario.

La ciudad está hermoseada, lo que no quiere decir reformada. Es un primer paso. Se colorearon frentes de edificios que parecían condenados, como la antigua sede de Rentas; se repararon fuentes, caminerías y bancos de las plazas; las sendas peatonales de calles y avenidas brillan por su blancura. “Así son las cosas -dice un taxista al volante de un Fiat Uno destartalado, escéptico como muchos de sus colegas-. La semana que viene se olvidan del 9 de julio y todo vuelve a ser como antes”. He aquí un buen desafío, tal vez el primero para la ciudadanía en la carrera hacia el Tricentenario que comienza: cuidar el espacio público, respetarlo, conservar la limpieza, repeler y condenar el vandalismo. ¿Será mucho pedir?

Hay una sociedad movilizada en Tucumán. Se notó durante el Congreso Eucarístico, desbordado por decenas de miles de fieles, más allá de todas las previsiones. Se refleja en la masiva concurrencia a las convocatorias de distinto pelaje que se suceden en la capital y en el resto de los municipios. Hay celeste y blanco por todas partes: balcones, ventanas, autos, vidrieras. Flamean banderas y banderitas. Es un capital que trasciende lo simbólico porque habla de una ciudadanía interesada, comprometida, con ganas de ser más protagonista que testigo. Es una construcción del Bicentenario de abajo hacia arriba. Apelando a la jerga política, son las bases las que están interpelando a los dirigentes, reclamándoles que se pongan a la altura. Buenas noticias.

Lo que no hay ni habrá son fastos. Ningún presidente acompañará a Mauricio Macri mañana, ni siquiera los vecinos. Apenas el rey emérito de España, figura que no genera demasiadas simpatías. Hubo un tiempo en el que se conjeturó el aterrizaje de presencias ilustrísimas (¿el Papa?). Después las expectativas empezaron a bajar. El Congreso sesionó a pleno el miércoles en el teatro San Martín y numerosos legisladores, con los ultra K a la cabeza, le dieron la espalda. Fue un gesto de amarretismo institucional imperdonable: antepusieron una pelea política del momento a la trascendencia histórica del encuentro.

Es un Bicentenario de presupuesto comprimido y remitido con forma de goteo. El dispendio de CFK mutó en la austeridad sobreactuada de MM. Queda el Monumento inaugurado anoche como huella de este 9 de julio. Se escribió mil veces que para el alperovichismo esta fecha fue un tábano, y como a todo bicho molesto, lo mantuvieron lejos y neutralizado. Le cabe a esa gestión de 12 años la mayor responsabilidad por todo lo que puede faltar en esta celebración, en materia de obras y de visitas. Nobleza obliga: Juan Manzur era el vicegobernador de Alperovich, no salió de un tupper el año pasado. En síntesis; cuando los historiadores pongan la lupa sobre este período quedarán claros los cómo y los porqués de lo que pudo haber sido y, decididamente, no fue.

Hoy a la medianoche sonará fuerte el Himno en la Casa Histórica, un clásico en el recibimiento de cada 9 de julio. Después habrá fiesta en la plaza Independencia, con la promesa de una abundante mesa repostera. Mañana la convocatoria es en la Mate de Luna para un desfile que será más cívico que militar. Celebraciones de esta naturaleza van repitiéndose en ciudades y pueblos de este Tucumán que descubrió, en coincidencia con los 200 años de la gesta independentista, un motivo para unirse.

Los procesos de crecimiento de una sociedad jamás son uniformes. Cada cual lidia con su pasado, con sus errores y con sus éxitos. Tal vez este 9 de julio alumbre un Tucumán distinto, cimentado -no podía ser de otro modo- en la maduración de su pueblo.

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