“La justicia es uno de los grandes temas de la Argentina”

“La justicia es uno de los grandes temas de la Argentina”

Es uno de los mayores especialistas en Cervantes a nivel mundial y uno de los grandes novelistas argentinos. Acaba de publicar Tacos altos, una novela sobre la identidad y la justicia, que tiene como protagonista a una adolescente china. “La adolescencia es el momento más verdadero del ser humano; es lo más profundo de la verdad, en el amor, en la vida, en todo”, opina.

03 Julio 2016

PERFIL

Federico Jeanmaire nació en 1957. Es licenciado en Letras; ex profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la cátedra de Beatriz Sarlo; investigador del Siglo de Oro. Es autor de más de 20 libros. Miguel, una biografía ficticia de Cervantes, fue finalista del Premio Herralde. Su novela Mitre obtuvo el Premio Especial Ricardo Rojas. En 2004 publicó Una lectura del Quijote, un ensayo fruto de 20 años de trabajo. Con Vida interior ganó el Premio Emecé en 2008 y con Más liviano que el aire ganó el Clarín de novela en 2009.




Por Verónica Boix

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES 

“Aprendí leyendo el Quijote que sos libre para hacer lo que quieras. Me gusta jugar en ese riesgo de salirte de los lugares convencionales” dice Federico Jeanmaire. De algún modo, esta frase explica las claves de su escritura. El ganador del Premio Clarín 2009 rescata el espíritu de Cervantes y se deja llevar por la voluntad de los personajes que crea en historias donde la fuerza de lo extraño tiene ritmo y atrapa. Está vez una adolescente china viaje de Glew a Suzhou, ida y vuelta, en una lengua inventada solo para darle vida en Tacos altos, la novela que acaba de publicar Anagrama.

- ¿El origen de Tacos altos es una historia real?

- Empecé a escribir la novela por un caso verídico, un intento de saqueo a un supermercado chino en Glew, tiraron nafta y prendieron fuego el local, el dueño se encerró y no quiso salir o quiso salir a último momento y no pudo. Me senté a escribir y no sabía en qué iba a derivar. No sabía cómo la tenía que escribir. Elegí una hija en la adolescencia porque me pareció el momento de la vida más lindo que tenemos, el más complejo, el más dramático. Es la época de la vida en que uno se hace todas las preguntas. El momento más verdadero del ser humano, crea en lo que crea, es lo más profundo de la verdad, en el amor, en la vida, en todo. Elegí ese lugar para que tuviera algún sentido la pregunta por la identidad.

- Las preguntas “¿Soy china?, ¿Soy mujer china?” aparecen íntimamente ligadas al lenguaje de Su Nuam. Ella escribe solo en presente porque es el único tiempo verbal que conoce.

- Creo que la lengua es casi todo. Las novelas son personajes, pero los personajes son básicamente un habla. Es decir, conocés a los personajes por cómo hablan. Lo máximo que puedo hacer es lograr que un personaje sea una lengua artificial. La lengua es compleja, es social, es política, es historia, pero también es una cuestión personal, como recuerdos. Creo que la lengua es el lugar donde anida la identidad. La novela trabaja el lugar final que contiene eso que somos. Siempre elegí poner todos mi radares en la lengua porque es el material con el que trabajo, creo que es el gran lugar de la cultura y de todo. Uno trabaja con algunos saberes pero la lengua siempre te supera, te provoca cosas que no las tenías ni siquiera pensadas cuando te pusiste a trabajar. Son verdades que solamente la literatura puede producir porque es el único lugar donde las palabras no son soporte de otra cosa. Al menos esa es mi idea de literatura, un lugar donde las palabras son más importantes que cualquier cosa, incluso que la historia que cuentan.

- Sin embargo la historia en Tacos altos atraviesa grandes cuestiones como la idea de justicia.

- La justicia es uno de los grandes temas de la Argentina de todas las épocas en nuestra historia, es el Martín Fierro, El Matadero. Creo que la literatura ha podido plasmar extraordinariamente bien a lo largo de la historia como quizás ningún otro lugar, cómo resolvemos los argentinos el tema de la justicia. Me gusta decir que es una novela china pero creo que es una novela muy argentina. Hay cuestiones con la justicia que a mí me interesan particularmente porque al no lograr históricamente encontrar alguna solución para las injusticias que vivimos como sociedad genera muchísimas cosas, como violencia. La justicia parece ser una cosa en la cual uno tiene que involucrarse al punto de hacer justicia paralelamente a cualquier institución. Es el Martín Fierro, pero también es buena parte de la literatura argentina. No está mal revisar eso y volver a escribirlo. La novela trabaja la soledad respecto de instituciones que no te dan respuesta.

- Parece que la trama y el lenguaje convergen para hablar de cuestiones que te atraviesan.

- Esa es la idea. El gran trabajo de intentar hacer literatura es encontrar la forma para decir cosas que podría explicar pero es mucho más lindo trabajar desde lo formal. En ese sentido me gusta esa literatura ambigua, de hace mucho tiempo, en la cual el lector tiene que decidir en cada caso qué piensa sobre lo que lee. Me gusta provocar lecturas muy diversas, hasta contradictorias. Mi ambición es volver a una literatura mucho más cerca del arte que de lo intelectual. Se supone que los escritores son tipos que saben de todo, que tienen que decir cosas inteligentes todo el tiempo. Me parece que eso es un problema del siglo XX que todavía perdura, pero que no es la historia de la literatura. A mí me aburre, me interesa mucho más el pasado literario más pegado a la bohemia, al arte. Por ejemplo, llega un momento en el cual me dejo llevar y ya no tomo decisiones, las decisiones las toman los personajes. Eso me pasó cantidad de veces y es lo que más me gusta de escribir. No se si tiene que ver con lo intelectual, tiene que ver con dejarse llevar. Fue mi manera de leer el Quijote; por suerte Cervantes se deja llevar por su personaje y aparece ese libro gigantesco y hermoso. Yo intento eso. Hay un determinado momento en que el personaje ya existe en mi cabeza, en mi escritura y yo lo sigo. Esa es la ventaja que te da ser escritor: todas las locuras las podés plasmar en una historia.

© LA GACETA


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