Para hacer reír, hay que dejar hablar al demonio que uno lleva adentro

Para hacer reír, hay que dejar hablar al demonio que uno lleva adentro

Gustavo Delgado dirige el grupo Tucson Comedy, junto con Hugo Rosas. Hoy y mañana los comediantes de stand up volverán a presentarse en El Árbol de Galeano

GUSTAVO EL NEGRO DELGADO. Actor y director de teatro (además de abogado), se destaca como monologuista de stand up. GUSTAVO "EL NEGRO" DELGADO. Actor y director de teatro (además de abogado), se destaca como monologuista de stand up.
01 Julio 2016
Para hacer stand up, hay que dejar hablar al demonio que uno lleva adentro
Gustavo Delgado dirige el grupo Tucson Comedy, junto con Hugo Rosas. Hoy y mañana los comediantes monologuistas volverán a presentarse en El Árbol de Galeano
En uno de sus nuevos monólogos de stand-up, Gustavo "El Negro" Delgado cuenta cómo la política afectó sus relaciones amorosas:
"Yo salía con una chica de la Cámpora. Cuando fui a su casa, en Navidad, vi que tenía un pesebre con la imagen de Máximo, la pareja presidencial, y en lugar de los Reyes Magos había tres números: 6-7-8. La Estrella de Belén era el ArSat. Ella también me hablaba mucho de la igualdad, pero cuando llegaba el momento de pagar, me dejaba pagar a mí. Yo la invitaba al cine y ella me invitaba a las marchas. Me dejé de ver con ella porque me pidió que la abrace hasta que vuelva Cristina, y yo… no sé si tengo ganas de abrazarla toda la vida".
"Después de pelearme con ella dije: ¡cambiemos! Empecé a salir con una chica del Pro. Esta también tenía un altar con imágenes. Eran personajes de Star Wars: Macri era Darth Vader, Elisa Carrió era la princesa Leia y Prat Gay era Chewbacca, porque es más que un gorila. Y en el caso de ellos, el ArSat era la Estrella de la Muerte. En consecuencia, como no puedo estar con una ni con otra, hace mucho que ni veo la grieta".
El stand up no consiste en contar chistes, sino en hacer un monólogo humorístico en primera persona. Lo que le pasa al que lo cuenta, muchas veces ridiculizándose a sí mismo. 
Hace tres años, en un bar frente a la plaza Urquiza, Delgado se inició en el stand up a propuesta de su amigo Hugo Rosas. Hasta entonces había actuado y dirigido teatro e hizo monólogos en Dolina vs. Fontanarrosa  y en La imagen distorsionada, interpretando personajes. Pero en el stand-up se trata de ser uno mismo, con un libreto propio. Aunque confiesa que le costó mucho al principio, el show de los miércoles en el bar se prolongó durante todo el año, con gran éxito de público. Allí nació la idea de dar un taller de stand-up, luego otro, y así surgieron nuevos monologuistas que hoy conforman Tucson Comedy, un elenco que se presentará hoy y mañana a las 23.30 en El Árbol de Galeano.
-¿Los monólogos son siempre creación propia o toman cosas de otros autores?
-En general son propios y sobre situaciones que le suceden a uno. Pero a veces usamos algunas cosas de otros. Por ejemplo, en un monólogo que estuve escribiendo yo puse algo que me había gustado mucho de Chris Rock sobre la infidelidad. Es un tema muy frecuentado. Me puse a buscar algo nuevo sobre eso y lo relacioné con la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente), y digo que la versión completa es: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y cuerno por cuerno. Otros temas surgen de tomar con humor la propia desgracia. Yo sufrí un infarto. Tengo triple bypass. Cuando el que tiene un infarto es un humorista, todo el mundo que lo va a ver le hace chistes: che, yo no sabía que los negros tenían corazón..., o me preguntaban si en el momento de dolor intenso había cerrado los ojos. ¿Por qué? Porque ojos que no ven, corazón que no siente. Y después cuento que cuando estoy proponiéndole sexo a una chica, ella tiene miedo y me dice: no, no te quiero matar...  Matame! , le digo. No hay problema! 
- En el stand up se tiende a la trangresión en los temas que se tratan. Se habla mucho de sexo, o no?
- En mis monólogos casi no hablo de sexo. Tengo el monólogo del negro, el de la fiesta retro, donde hablo del comportamiento del tipo mayor haciéndose el joven, cómo se viste... Ese gusta mucho. En Salta fue un bombazo. Dicho sea de paso, el 15 de julio estaremos en el teatro municipal de Jujuy. 
- ¿Cómo es el taller de stand up que dan con Rosas?
- El que dimos este año fue intensivo, duró  4 días, de 17 a 21. Los alumnos que quieren participar en la muestra, después hacen un entrenamiento especial. Para salir a un escenario uno debe reeducarse. La mirada del público inhibe y uno se paraliza. Hay que volver a aprender a mirar, a respirar, a hablar, a pararse... El que no sabe va a estar medio iluminado por el haz de luz, no se lo va a escuchar bien... También hay que lograr que el monólogo se parezca a una charla.
- ¿Una persona tímida puede hacerlo?
Cualquier persona que se atreva a reírse de sí mismo y no sienta vergüenza de eso, puede hacer stand up. Al actor le cuesta, porque su preparación es para crear un personaje. Aquí hay que ser uno mismo y hablar de cosas que le pasaron. El público compra la sinceridad. Después uno puede mentir y contar cosas que no vivió. Pero en un primer momento hay que ser y hablar de sí mismo. Hay que plantearse cuáles son las cosas que me disgustan, que me enojan. Encarar mi miedo y sacármelo. Por ejemplo, tenemos un alumno al que le falta una mano. Era muy gracioso. Pero nunca hablaba de su problema. Y en realidad, mucha de su ironía y agudeza la desarrolló a partir del sentimiento que le produce su discapacidad. Lo convencimos de que debía decir algo sobre eso, no podía ocultarlo. Aunque sea algo mínimo, como "no quiero que nadie me pida palmas". Y ya está. Después podía seguir hablando de cualquier cosa. 
El monologuista se ríe de sí mismo más que del otro. "Yo soy el único gil al que le pasan estas cosas". Cuando fueron los saqueos, en el momento más tenso, yo contaba cómo los había visto en mi barrio y la gente se reía. Contaba que yo andaba en moto. Y en ese momento, un negro en moto era un saqueador. Por el humo de las gomas quemadas, sólo se veían siluetas. Parecía un capítulo de The walking dead, donde los saqueadores eran los zombis, pero en lugar de pedir cerebros pedían LEDs... Después, cuando pasó el tiempo, ya no lo encontraban gracioso. 
- Uno de tus monólogos más exitosos es el del negro. Si no fueras negro parecería discriminador. Pero en el stand up hay un código que permite hacer chistes machistas, homofóbicos, etc.
- Sí. Porque uno está hablando en primera persona y es mi opinión. Uno se hace cargo de eso. Hay una parte en que digo: "yo no sabía que era negro, porque los negros tenemos el mismo proceso que tienen los gays ¿Vieron que el gay sale del clóset? Bueno. El negro sale del horno. Los gays van a Diva´s, nosotros vamos a Galáctica. Los gays van a la rave y nosotros a Ranchillos. Encima nos matan ¡Ni un negro menos!
Y yo lo decía cuando hacía poco del accidente que hubo en Ranchillos. Es humor negro. Pero no queda mal, porque lo digo yo y porque está dentro del contexto. El standapero habla con total sinceridad. Desde el demonio que uno lleva adentro. Todos somos buenos, justos, pero a la hora de ganar un derecho nos vamos contra todo. Ese demonio que cuando uno va en el auto y pasa rozando una moto, nos hace gritar. "¡negro y la p… que te p…!" Ese demonio que cuando uno está haciendo la cola y ve que una embarazada se va a meter adelante, lo mismo reniega, a pesar de que uno sabe que tiene todo el derecho.
Una vez, en una fiesta privada en el salón de un hotel, yo estaba haciendo el monólogo del negro y una chiquita de diez o doce años levantó la mano muy seria y dijo: "Yo no soy racista, pero lo odio al negro de la esquina cuando pone música". 

En uno de sus nuevos monólogos de stand-up, Gustavo "El Negro" Delgado cuenta cómo la política afectó sus relaciones amorosas:

"Yo salía con una chica de la Cámpora. Cuando fui a su casa, en Navidad, vi que tenía un pesebre con la imagen de Máximo, la pareja presidencial, y en lugar de los Reyes Magos había tres números: 6-7-8. La Estrella de Belén era el ArSat. Ella también me hablaba mucho de la igualdad, pero cuando llegaba el momento de pagar, me dejaba pagar a mí. Yo la invitaba al cine y ella me invitaba a las marchas. Me dejé de ver con ella porque me pidió que la abrace hasta que vuelva Cristina, y yo… no sé si tengo ganas de abrazarla toda la vida".

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"Después de pelearme con ella dije: ¡cambiemos! Empecé a salir con una chica del Pro. Esta también tenía un altar con imágenes. Eran personajes de Star Wars: Macri era Darth Vader, Elisa Carrió era la princesa Leia y Prat Gay era Chewbacca, porque es más que un gorila. Y en el caso de ellos, el ArSat era la Estrella de la Muerte. En consecuencia, como no puedo estar con una ni con otra, hace mucho que ni veo la grieta".

Delgado explica que el stand up no consiste en contar chistes, sino en hacer un monólogo humorístico en primera persona. Lo que le pasa al que lo cuenta, muchas veces ridiculizándose a sí mismo. 

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Hace tres años, en un bar de calle Catamarca al 400, Delgado se inició en el stand up a propuesta de su amigo Hugo Rosas. Hasta entonces había actuado y dirigido teatro e hizo monólogos en Dolina vs. Fontanarrosa  y en La imagen distorsionada, interpretando personajes. Pero en el stand-up se trata de ser uno mismo, con un libreto propio. Aunque confiesa que le costó mucho al principio, el show de los miércoles en el bar se prolongó durante todo el año, con gran éxito de público. Allí nació la idea de dar un taller de stand-up, luego otro, y así surgieron nuevos monologuistas que hoy conforman Tucson Comedy, un elenco que se presentará hoy y mañana a las 23.30 en El Árbol de Galeano.

-¿Los monólogos son siempre creación propia o toman cosas de otros autores?

-En general son propios y sobre situaciones que le suceden a uno. Pero a veces usamos algunas cosas de otros. Por ejemplo, en un monólogo que estuve escribiendo yo puse algo que me había gustado mucho de Chris Rock sobre la infidelidad. Es un tema muy frecuentado. Me puse a buscar algo nuevo sobre eso y lo relacioné con la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente), y digo que la versión completa es: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y cuerno por cuerno. Otros temas surgen de tomar con humor la propia desgracia. Yo sufrí un infarto. Tengo triple bypass. Cuando el que tiene un infarto es un humorista, todo el mundo que lo va a ver le hace chistes: che, yo no sabía que los negros tenían corazón..., o me preguntaban si en el momento de dolor intenso había cerrado los ojos. ¿Por qué? Porque ojos que no ven, corazón que no siente. Y después cuento que cuando estoy proponiéndole sexo a una chica, ella tiene miedo y me dice: no, no te quiero matar...  Matame! , le digo. No hay problema! 

- En el stand up se tiende a la trangresión en los temas que se tratan. Se habla mucho de sexo, o no?

- En mis monólogos casi no hablo de sexo. Tengo el monólogo del negro, el de la fiesta retro, donde hablo del comportamiento del tipo mayor haciéndose el joven, cómo se viste... Ese gusta mucho. En Salta fue un bombazo. Dicho sea de paso, el 15 de julio estaremos en el teatro municipal de Jujuy. 

- ¿Cómo es el taller de stand up que dan con Rosas?

- El que dimos este año fue intensivo, duró  4 días, de 17 a 21. Los alumnos que quieren participar en la muestra, después hacen un entrenamiento especial. Para salir a un escenario uno debe reeducarse. La mirada del público inhibe y uno se paraliza. Hay que volver a aprender a mirar, a respirar, a hablar, a pararse... El que no sabe va a estar medio iluminado por el haz de luz, no se lo va a escuchar bien... También hay que lograr que el monólogo se parezca a una charla.

- ¿Una persona tímida puede hacerlo?

- Cualquier persona que se atreva a reírse de sí mismo y no sienta vergüenza de eso, puede hacer stand up. Al actor le cuesta, porque su preparación es para crear un personaje. Aquí hay que ser uno mismo y hablar de cosas que le pasaron. El público compra la sinceridad. Después uno puede mentir y contar cosas que no vivió. Pero en un primer momento hay que ser y hablar de sí mismo. Hay que plantearse cuáles son las cosas que me disgustan, que me enojan. Encarar mi miedo y sacármelo. Por ejemplo, tenemos un alumno al que le falta una mano. Era muy gracioso. Pero nunca hablaba de su problema. Y en realidad, mucha de su ironía y agudeza la desarrolló a partir del sentimiento que le produce su discapacidad. Lo convencimos de que debía decir algo sobre eso, no podía ocultarlo. Aunque sea algo mínimo, como "no quiero que nadie me pida palmas". Y ya está. Después podía seguir hablando de cualquier cosa. El monologuista se ríe de sí mismo más que del otro. "Yo soy el único gil al que le pasan estas cosas". Cuando fueron los saqueos, en el momento más tenso, yo contaba cómo los había visto en mi barrio y la gente se reía. Contaba que yo andaba en moto. Y en ese momento, un negro en moto era un saqueador. Por el humo de las gomas quemadas, sólo se veían siluetas. Parecía un capítulo de The walking dead, donde los saqueadores eran los zombis, pero en lugar de pedir cerebros pedían LEDs... Después, cuando pasó el tiempo, ya no lo encontraban gracioso. 

- Uno de sus monólogos más exitosos es el del negro. Si no fuera porque habla de sí mismo, parecería discriminador. Pero en el stand up hay un código que permite hacer chistes machistas, homofóbicos, etc.

- Sí. Porque estoy hablando en primera persona y es mi opinión. Uno se hace cargo de eso. Hay una parte en que digo: "yo no sabía que era negro, porque los negros tenemos el mismo proceso que tienen los gays ¿Vieron que el gay sale del clóset? Bueno. El negro sale del horno. Los gays van a Diva´s, nosotros vamos a Galáctica. Los gays van a la rave y nosotros a Ranchillos. Encima nos matan ¡Ni un negro menos!

Y yo lo decía cuando hacía poco del accidente que hubo en Ranchillos. Es humor negro. Pero no queda mal, porque lo digo yo y porque está dentro del contexto. El standapero habla con total sinceridad. Desde el demonio que uno lleva adentro. Todos somos buenos, justos, pero a la hora de ganar un derecho nos vamos contra todo. Ese demonio que cuando uno va en el auto y pasa rozando una moto, nos hace gritar. "¡negro y la p… que te p…!" Ese demonio que cuando uno está haciendo la cola y ve que una embarazada se va a meter adelante, lo mismo reniega, a pesar de que uno sabe que tiene todo el derecho.Una vez, en una fiesta privada en el salón de un hotel, yo estaba haciendo el monólogo del negro y una chiquita de diez o doce años levantó la mano muy seria y dijo: "Yo no soy racista, pero lo odio al negro de la esquina cuando pone música". 

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