La mejor recibida: una caravana multitudinaria acompañó al plantel

La mejor recibida: una caravana multitudinaria acompañó al plantel

Cientos de hinchas recorrieron las rutas tucumanas junto al ómnibus de San Martín.

LOCURA. Lazarte -en moto a la izquierda- viajó todo el trayecto pegado al colectivo que trasladó a la delegación “santa”.  la gaceta / fotos de franco vera LOCURA. Lazarte -en moto a la izquierda- viajó todo el trayecto pegado al colectivo que trasladó a la delegación “santa”. la gaceta / fotos de franco vera
28 Junio 2016
El amor por la camiseta es siempre sincero, no se traiciona, nace en el fondo del corazón. La pasión es imposible de cambiar; logra aquello que nada ni nadie puede conseguir. Esa lealtad a un escudo, a una camiseta, está por sobre todas las cosas.

Cristian Lazarte esperó al costado de la ruta, sentado sobre su moto, en una curva amplia de la “Cuesta del Portezuelo”. Aguardó paciente, a pesar de un frío que agrieta la piel, porque quería ser el primero en presenciar la llegada de los campeones. El primero en darle la bienvenida a un grupo que acaba de hacer historia; de devolver a San Martín a la B Nacional.

Tras dormir en un hotel de San Fernando del Valle de Catamarca, la delegación “santa” dejó la vecina provincia cerca de las 10. La idea era llegar al mediodía de ayer a la plaza Independencia para poder festejar junto a sus hinchas, que a esa altura ya habían “tomado” el principal paseo público de la ciudad. La caravana comenzó en la capital catamarqueña y tiñó de rojo y blanco cada metro hasta llegar al microcentro tucumano.

Cuando el colectivo se topó con Lazarte, sólo era escoltado por LG Deportiva y un par de vehículos en los que viajaban allegados a la dirigencia. El hombre que vive en el barrio Don Orione no pudo contener su emoción. Tomó su bandera, la que llevaba atada a su cuello, la besó y la flameó entre lágrimas. Saludó a la distancia a los jugadores, volvió a amarrar la insignia sobre su espalda, se subió a su moto y recorrió los más de 190 kilómetros que lo separaban de esta capital, pegado a un micro que parecía una fiesta móvil.

“Decidí venir a recibirlos porque cuando se fueron yo los acompañé, junto a mi mujer Yaqueline, pero la Policía no me dejó pasar del límite con Catamarca”, le contó Cristian a LG Deportiva, explicando por qué esta vez su mujer no había podido acompañarlo. “Tenía que llevar a los chicos a la escuela. Pero yo no podía faltar. El ‘Santo’ es todo para mí”, sentenció casi sin poder hablar por una mezcla de emoción y un frío que llegaba hasta lo más profundo de su ser.

Lazarte no se despegó del colectivo ni un sólo instante. Y a él se le fueron sumando miles y miles de personas desde que el plantel pisó suelo tucumano.

La Cocha fue la primera parada. Allí subió el juvenil delantero Hernán Brylko, oriundo de esa localidad, que no quería perderse la gran fiesta de San Martín, que recuperó su lugar en los primeros planos del fútbol criollo.

Los tucumanos del plantel estaban en la parte de adelante del micro. Víctor y Gonzalo Rodríguez, César y Gustavo Abregú, Oscar Mamaní, Nicolás Carrizo, Facundo Rivero, el entrenador de arqueros, Fabián Velárdez, e Iván Agudiak cantaban y saltaban en la primera fila de butacas, todos amontonados, saludando a cada hincha que esperaba al costado del camino.

Llegando a La Invernada, un camión de Bomberos se sumó a la caravana que a esa altura era escoltado por dos camionetas de la Policía. Las sirenas retumbaban y decoraban el ingreso de los campeones.

La mayor fiesta en el sur se vivió en Juan Bautista Alberdi, de donde es oriundo Daniel Dip. “Amor, siempre serás campeón”, rezaba una bandera sostenida por una mujer, aunque no decía a quién estaba dirigida.

Allí, debido a la cantidad de hinchas, el micro se detuvo unos minutos. Luego tomó por la nueva traza de la ruta 38, y metro a metro los hinchas fueron sumándose al festival.

El rojo y el blanco no desaparecieron en ningún momento del paisaje, la provincia era una fiesta, aunque lo mejor estaba por llegar.

A la altura de Famaillá, cuando el colectivo descendió para tomar por la autopista que une la “Capital Nacional de la Empanada” con la capital provincial, una marea de autos, camionetas y motos se vino encima de la extremadamente larga hilera de vehículos que acompañó a la caravana desde el sur.

Fue el momento más emotivo del trayecto, pero a la vez el más peligroso. El colectivo no detenía su marcha y los fanáticos comenzaron una carrera frenética en las que luchaban por ponerse a la par de sus ídolos. No importaba nada, nadie midió el peligro que significaba que tantos vehículos -muchos de ellos con criaturas- circularán a gran velocidad, casi pegados unos a otros. Por suerte no hubo que lamentar desgracias.

Cuando el micro llegó a Los Vázquez, ingresó en el Centro de Distribución de Emilio Luque. Allí se bajaron del colectivo de la empresa “Flecha Bus”, que llevó al plantel durante toda la temporada, y se subieron a otro, descapotado, con el que llegarían hasta la Casa de Gobierno.

En el lugar donde cambiaron de ómnibus los aguardaba el presidente del “Santo”, Oscar Mirkin. El ex dirigente, Emilio Luque, se acercó a saludar a los héroes y les entregó algunas botellas de champagne, para el brindis y la espuma de los festejos en Casa de Gobierno. La fiesta estaba en el punto más alto. A partir de allí, la marea “rojiblanca” fue en aumento. Tucumán vivió una verdadera fiesta, la del “Santo”, que salió del infierno y hoy está más vivo que nunca.

Comentarios