Por una reforma sin valijas
Lo primero que se debe advertir es que, en caso de prosperar, la reforma electoral nacional que propone el macrismo tendrá un impacto nulo en la resolución de los conflictos tucumanos. Sencillamente, porque las provincias son autónomas en cuanto a su legislación electoral. Así, si no existe voluntad política para modificar las reglas bajo las cuales los tucumanos votamos, nada habrá de cambiar hasta 2019. Y no es un dato menor que el peronismo tenga las llaves de la Casa de Gobierno y de la Legislatura justo en momentos en que, desde la Nación, se buscan cambios.

En las últimas semanas, y en particular luego de que el propio Mauricio Macri pidiera a Juan Manzur quitar los acoples, el oficialismo se encargó de aclarar que no tiene apuro, ni mucho menos interés, en modificar el sistema de listas colectoras. Dentro de la estructura de razonamiento de los popes justicialistas, no hay motivos para cambiar nada. Aún más, sostienen que, tras los escandalosos comicios de 2015, fue el peronismo la única fuerza que cedió ante los reclamos de la sociedad. ¿A qué se refieren? A que la presión los hizo dejar de lado viejas prácticas, para ellos indispensables a la hora de “traccionar” votos. Por ejemplo, evitar que el reparto de bolsones fuera obsceno y que el traslado de votantes en taxis o colectivos fuera tan evidente.

En el peronismo tucumano coinciden en que, a lo sumo, podrían aceptar mayores requisitos a la hora de conformar acoples, con el fin de lograr que haya menos boletas para husmear en el cuarto oscuro. De todas maneras, una solución parcial no llevará a terminar con el principal problema que generaron las colectoras: la cartelización del sistema de partidos y, en consecuencia, la difícil misión de conocer cómo se financian las campañas proselitistas. Ese es, precisamente, el agujero negro de la política. En 2015, por ejemplo, LA GACETA reveló que valijas con millones en efectivo de la Legislatura eran llevadas en una camioneta oficial del banco a la Tesorería de la Cámara. En agosto, mes de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (9 de agosto) y de las provinciales (23 de agosto), hubo extracciones por $ 91,7 millones. Hace un mes, una auditoría en Concepción reveló que el 19 de agosto (cuatro días antes de los comicios), la gestión del hoy legislador Osvaldo Morelli libró cuatro cheques por $ 2 millones cada uno ($ 8 millones). ¿Casualidad? Por supuesto que no. Aunque se cansen de desmentirlo, los centenares de acoples se financian con la caja del Estado, algunas veces alimentada por subsidios, gastos sociales, reservados o discrecionales; otras por los “retornos” que pagan empresarios o proveedores estatales y algunas tantas por asistencias de gremios que buscan acomodarse con el poder.

El problema, en definitiva, no es la cantidad de acoples o de listas, sino la plata que sustenta ese sistema y que lo hace inaccesible al común de los ciudadanos o a los partidos con menos recursos. De vuelta a 2015, el gasto promedio de los acoples que lograron ubicar legisladores en la capital fue de $ 15 millones, y hubo casos de colectoras -las más exitosas- que llegaron a dispensar el doble de recursos. ¿De dónde provinieron esos fondos? Más dramático aún resulta pensar cómo hará cualquiera de los parlamentarios electos para recuperar esa inversión en cuatro años de mandato. Los números no cierran. Suponiendo que la dieta mensual fuera de $ 30.000 en mano (es un poco menos), en 48 meses de mandato deberían percibir a lo sumo $ 1,5 millón. Es decir, 10 veces menos de lo que gastó para resultar electo. Se ve, ni siquiera en los ingresos de los políticos hay transparencia, porque a salarios bajos en blanco se le adosan sumas altas en negro. Ayer, bajo la conducción de Manzur; y hoy, bajo la de Osvaldo Jaldo, un legislador se lleva al bolsillo alrededor de $ 100.000 mensuales en concepto de gastos sociales. Sólo dos parlamentarios dijeron que no cobran esos fondos (el radical Eudoro Aráoz y el macrista Luis Brodersen), el resto divide esos recursos en contratos de personal y en dinero en efectivo.

Por más buenas intenciones y legislaciones que se impulsen, mientras no exista un sinceramiento el financiamiento de la política continuará operando en la más absoluta clandestinidad. Porque las valijas con dólares, con pesos o con cheques forman a la que nos acostumbramos forman parte del sistema.

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