Hipócritas

Hipócritas

Los que tuvieron que ver con José López quieren hacerse invisibles y lo niegan, sin intentar cambiar el sistema. Cuando reina la hipocresía las instituciones corren riesgo.

A todos les preocupa José López. Los empresarios que saben que algo se pagó de más tratan de hacerse invisibles. Los políticos quemaron fotos e hicieron desaparecer de Facebook la mayor cantidad de imágenes en las que asomara la nariz el ex secretario de Obras Públicas de la Nación. Y también hubo otros que ante la imposibilidad de todo eso salieron a decir que no tenían nada que ver. Hipócritas.

Entre estos figura el ex gobernador José Alperovich, que tuvo la osadía de decir que él no era kirchnerista. Cuando Alperovich era el amigo de Eduardo Duhalde y alumno dilecto del ex gobernador Julio Miranda, sorprendió a un grupo de periodistas de LA GACETA afirmando que era kirchnerista. De un plumazo desplazó a Duhalde. Ahora, después del “lópezgate”, en el peor momento del kirchnerismo al haberse convertido en sinónimo de corrupción, Alperovich dice que no es kirchnerista.

Alperovich se muerde la cola. Está perdido en su propio laberinto. Más de una vez el entonces gobernador Alperovich dijo en conversaciones con el grabador apagado que era imposible gobernar sin ser obsecuentes del poder nacional. Aclaraba que era imprescindible decir cosas que no pensaba ni compartía porque era la única manera de que se lo escuchara en la Casa Rosada. Si eso es verdad, se pasó 12 años mintiéndoles a los tucumanos. Si eso es mentira, en las últimas declaraciones faltó a la verdad. A los políticos no les gusta verse encerrados en estos dilemas, pero, no obstante, siempre conocen la salida: “así es el sistema”, dicen. Y bajo esa frase todo está justificado.

Lo mismo ocurrió en estos días con Julio de Vido. El diputado salió a dar la cara y negó que López fuera su mano derecha después de más de una década de gestión. Paralelamente se había conocido otro video de cuando todo era alegría en el Ministerio de Planificación en el cual De Vido señalaba a López como su mano derecha. No eso no parece tan grave ya que podría tratarse de un cambio, de un deterioro en la relación personal entre De Vido y López. Lo más triste fue cuando la prensa le preguntó sobre esa contradicción. El ex ministro respondió: “hablemos en serio, eso fue dicho en un acto político”. Es decir que aquellas cosas que se dicen en los actos políticos no son serias. Da la sensación de que fueran para la gilada. Y pensar que los actos se desarrollan para que el candidato o funcionario esté cara a cara con su pueblo, con la gente, que es la que va y entrega toda su verdad cuando deposita el voto. Hipócritas.

En aquella entrevista a Alperovich, el actual senador se trata a sí mismo como “este gobernador…” Y, luego, en momentos después cuando se refiere a Juan Manzur, afirma “…es un chico trabajador”. Demasiada –e innecesaria- falta de respeto y subestimación para quien maneja las riendas de la provincia. Lo curioso es que 24 horas después de las rimbombantes y desckirchnerizadas declaraciones de Alperovich, Manzur fue consultado por la prensa y respondió: “las palabras del gobernador…” Deja la impresión del fuerte poder de Alperovich o de que todavía Manzur no siente que las riendas las maneja verdaderamente él. El político disfruta de los mensajes poco claros, de los ambages, de las dobles interpretaciones. El ciudadano –lamentablemente- se ha acostumbrado a ese juego, pero si tuviera una actitud más intolerante contribuiría a que las autoridades ejerzan sus roles con mayor responsabilidad.

Otra moneda de cambio

Empresarios, funcionarios, ex ministros, ex secretarios, gobernadores, ex gobernadores, senadores, ex senadores, diputados, funcionarios de bajísimos rangos, valijeros, ex valijeros, intendentes, ex intendentes, periodistas y no tanto, monjas y curas se han desesperado por mostrar que nada tienen que ver con José López. Hipócritas.

Cada uno de los que tácitamente están mencionados en el párrafo anterior podrían tener otra actitud en vez de tratar de despegarse. Ninguno de ellos ha presentado un proyecto para que se controle mejor la capa de asfalto con la que se pavimenta. Tampoco hay una nueva ley ni un decreto que proponga licitaciones claras y concretas –como lo indica la Constitución provincial- para que se vuelva a licitar en Tucumán. No hay ni una loca propuesta para que una obra no tenga ni un 0,1% más de su valor. “Así es el sistema”, no sólo significa hay que dejarse presionar sino no gobierno; también significa roba, pero hace, o es sinónimo de gobernar tiene un porcentaje de corrupción. Aún aceptando eso como verdades los gobernantes actuales podrían aspirar a controlar más para que hipocresía fuera menor y por lo tanto, que la sinceridad se convirtiera en moneda de cambio entre el político y el ciudadano.

En esta Argentina parece haber dos tipos de argentinas. Cuesta entender que después de que López decidió depositar en un convento 9 millones de dólares muchos ciudadanos, funcionarios y jueces se han enterado de que existe la corrupción en el país. Pero está también la otra Argentina en la que no están los distraídos ni los que miran para otro lado sino los que participan de la carroña. Para que haya un funcionario corrupto, tiene que haber un ciudadano dispuesto a coimear. En ambas argentinas viven los jueces y fiscales de nuestra república. Curiosamente, los mismos que hoy son osados investigadores y valientes magistrados que denuncian, citan e imputan gente, son exactamente las mismas personas que durante años no tenían fuerza ni para abrir un cajón y sacar un expediente. Unos los aplaudían antes y ahora los defenestran o viceversa. Hipócritas.

Las instituciones corren riesgos serios cuando la hipocresía es la principal vitamina. La democracia queda magullada y herida. Y, para peor, los líderes que deberían ponerse al frente de la sociedad marcando rumbos, prefieren ir para donde va la marea –ahí se arrastra a las redes sociales también- y no asumir las responsabilidades que les han delegado. Esta semana la renuncia del primer ministro británico fue un ejemplo. El pueblo dijo algo que iba en contra de sus convicciones y de sus principios y David Cameron, que había peleado por lo contrario, renunció. Evitó ser hipócrita.

La renuncia por principios no figura en el manual de gestión de los políticos argentinos.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios