El crimen de ser pobre en EEUU

El crimen de ser pobre en EEUU

25 Junio 2016

Nicholas Kristof - The New York Times

TULSA, Oklahoma. A partir de 1830, el mundo civilizado empezó a dejar de encarcelar deudores, reconociendo que era una práctica bárbara y tonta. En efecto, la mejor manera de asegurar que alguien no pague su deuda es encerrándolo.

Pero en este siglo XXI, Estados Unidos ha restablecido un amplio sistema de encarcelamiento de deudores, lo que en la práctica equivale a criminalizar la pobreza.

¿No me creen? Acompáñenme a la cárcel del condado de Tulsa. El día que la visité había 23 personas encerradas por no pagar multas del gobierno. Entre ellas, una mujer que no pudo pagar la multa por falta de una placa de su auto.

Hablé en la cárcel con Rosalind Hall, de 53 años de edad, mujer cálida y de modales suaves, de pelo canoso, que ha estado encerrada un total de 18 meses, en varios períodos, simplemente por no pagar un aluvión de multas derivadas de delitos menores (por los cuales purgó pena de cárcel). Hall ha luchado desde hace 30 años con enfermedades mentales y adicciones de drogas y tiene un largo historial de hurtos en tiendas, que comete para pagarse las drogas, pero ningún delito violento.

Las lágrimas se le acumularon en los ojos al contarme que estaba tratando de enderezar su vida, de dejar de robar, y de alejarse de las drogas desde hace dos años. Pero las multas no dejan de crecer y ahora debe un total de 11,258 dólares. Aquejada de depresión y trastorno bipolar, tiene pocas esperanzas de conseguir un empleo regular, por lo que periódicamente la arrestan por no pagar.

“Es cien por ciento verdad que tenemos cárcel para deudores en 2016”, confirma Jill Webb, abogada pública. “La única razón de que esta gente esté en la cárcel es que no puede pagar sus multas”. “Y no sólo eso; se gastan 64 dólares al día para tenerlos en la cárcel... y no por algo que hayan hecho, sino porque son pobres.”

Esto es tan inconcebible en 2016 como lo era en 1830 y es un sistema que se encuentra en todo el país. En los últimos 25 años, conforme se ha vuelto más y más costosa la encarcelación masiva, los estados y los municipios les han trasferido la carga económica a los delincuentes, a quienes aplican numerosas multas y recargos. Aquí en Oklahoma, a los acusados se les pueden aplicar 66 tipos de multas, desde “costas de seguridad del juzgado” hasta “costas del alguacil por perseguir a fugitivos de la justicia”. E incluso se le cobra una cuota a un indigente por solicitar a un defensor público.

El fiscal de distrito del condado de Tulsa, Stephen Kunzweiler, piensa que esas multas son una forma ridícula de financiar su oficina. Un libro reciente, “A Pound of Flesh”, de Alexes Harris de la Universidad de Washington, señala que encarcelar deudores es una práctica en todo EEUU. Por ejemplo, en Rhode Island, precisa, en 2007 se encarceló en promedio a 18 personas al día por no pagar costas judiciales. En Ferguson, Missouri, la familia promedio pagó 272 dólares en multas en 2012 y el adulto promedio tuvo 1.6 órdenes de arresto por ese motivo ese año.

“Los acusados pobres no tienen nada que dar”, afirma Harris, y el resultado es un sistema que castiga desproporcionadamente a los pobres y las minorías, dejándolos con una carga de deuda de la que nunca podrán escapar.

La Suprema Corte ha establecido que sólo debe encarcelarse a quien no quiera pagar, no a quien no pueda, y en teoría hay salvaguardas para proteger a los indigentes. Pero en la práctica esas salvaguardas son quiméricas y sistemáticamente se encierra a los pobres por eso, por ser pobres. La forma de avanzar sería recortar esas costas, acabar con la práctica de los tribunales de recurrir a empresas privadas de cobranza que pueden sumarle sus propios honorarios a la deuda, y limitar las deudas jurídicas a un porcentaje razonable de los ingresos.

Pero por ahora, algunas de las sumas adeudadas son impresionantes. Job Fields III me dijo que él debe 70.000 dólares en multas y recargos. “Parece imposible, pero tengo que mantenerme positivo”, afirmó. Amanda Goleman, de 29 años, creció en una familia de drogadictos y empezó a drogarse a los 12 años. Sus estudios concluyeron cuando ella se embarazó estando en secundaria. Por un tiempo, ella y su hija vivieron en la calle. Pero Goleman se ha enderezado. Desde hace cuatro años no ha cometido delitos y no ha tocado drogas desde hace tres. Desde hace un año ha tenido un trabajo estable, en el que ha ascendido. Pero sigue siendo madre soltera y batalla para pagar sus multas de antaño y criar a sus tres hijos, de dos, diez y trece años de edad. “O les doy de comer a mis hijos o pago las multas”, afirma Goleman. “Pero si no las pago, me mandan una orden.” Cuatro veces ha sido arrestaba y encarcelada durante algunos días por atrasarse en sus pagos. Cada vez, eso causó estragos con sus hijos y representó problemas para conservar su empleo.

Webb piensa que encarcelar deudores es algo tan punitivo que el motivo real es estigmatizar y castigar a los pobres. “Daña a su familia, no nos hace más seguros y es costoso”, afirma. “No puedo pensar en ninguna otra razón de que haya tanta animosidad contra los pobres.”

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios