Los muertos invisibles
Si comparamos la cantidad de víctimas mortales de accidentes publicada en LA GACETA en lo que va del año (57 personas) con las asesinadas (43 homicidios) nos damos con una sorpresa. Es que nos asusta más la inseguridad que el tránsito caótico. “Hay que despertar el conocimiento del riesgo de lo que no se conoce”, dice el ingeniero Pedro Katz, experto en seguridad vial, que enseñó en la Universidad Tecnológica este tema hasta que se cerró la carrera, por falta de interés del Estado y de los particulares.
 Pero la comparación de cifras es ociosa, porque ni siquiera lo que se ha dado a conocer se acerca a la realidad. Esas 57 tragedias publicadas en nuestro diario son probablemente un tercio de lo que ha ocurrido y que no se dio a conocer porque el sistema de recopilación de datos es oscuro, confuso y compartimentado. En el área Accidentología Vial de Criminalística llevan contabilizadas 71 tragedias en lo que va del año en toda la provincia, pero ellos mismos dicen que su tarea es acotada: “nosotros sólo relevamos los casos ocurridos en el lugar del hecho”, explica el comisario Juan José Cata, perito en la materia. “La actualización de datos depende de las fiscalías” y el informe final, anual, lo hace el área Estadísticas (D3) en la Jefatura. Esta área trabaja directamente con la Secretaría de Transporte y la Agencia de Seguridad Vial nacional, que tiene un Observatorio sobre el tema. De esta área salen los policías que van a buscar datos en los hospitales.
Muchos “reingresos”
Pero en los hospitales hay otro panorama. La doctora Olga Fernández, directora del Padilla, quien estuvo alarmada en febrero con la cantidad de accidentes fatales que se estaban registrando, explica que el nivel de consultas por accidentes se encuentra estabilizado en unas 300 por mes. Advierte que es inquietante la proporción de motociclistas (el 80% de los heridos que llegan al hospital); y que de los que van a terapia intensiva (un 14%) la mitad queda con secuelas graves. El 63% no usó casco y en una gran proporción ni hubo colisión en el accidente. Se cayeron por malas maniobras, baches, frenadas bruscas o problemas en el camino.
La licenciada Andrea Herrera Bruno, de Epidemiología del hospital, advierte que “hay muchos reingresos” (pacientes que ya tuvieron un accidente, es decir que después de curarse volvieron a circular en las mismas condiciones de riesgo) y cuenta que el hospital necesitaría hacer georreferenciamiento (es decir, averiguar dónde ocurrió el accidente), “porque nos basamos estrictamente en la asistencia; no interrogamos al paciente”. Según explican en Criminalística, hay datos que quedan en el aire cuando, por ejemplo, un paciente grave es trasladado del hospital a un sanatorio privado y fallece allí. 
No obstante, se está tratando de buscar datos más claros. “En las comisarías se llenan formularios estandarizados para estadísticas”, dice Benjamín Nieva, secretario de Transporte, que explica que de allí sale la cifra de 286 fallecimientos en 2015 que él difundió en febrero, lo cual generó desinteligencias con la de la asociación Luchemos por la Vida, que afirmó que el año pasado fallecieron 341 personas en accidentes en Tucumán. “A las asociaciones (Alerta en el camino, Luchemos por la Vida, Estrellas amarillas) les pido que comparemos cifras con nombres y apellidos. Ocultar no sirve, exagerar tampoco”, sentencia Nieva.
Pero nadie analiza acerca de los datos oficiales, sobre todo en estos tiempos en que estamos en una emergencia estadística declarada por el mismo Presidente de la Nación; y sobre todo porque quienes recogen esos datos son los policías, cuya capacitación sobre este tema ha sido al menos cuestionada. Es decir, no se sabe bien cómo se han tomado estos datos. Pero son los únicos que hay. Extraoficialmente se sabe que las estadísticas que manejan en la secretaría de Transporte (enviadas por el D3) muestran 92 víctimas mortales entre enero y fin de mayo. Faltarían cifras acerca de junio.
Hay algo más. Por el sistema de trabajo de las Fiscalías penales, cada una actúa como compartimientos estancos, de modo que sus experiencias estadísticas se limitan solamente a lo que recopilaron durante los 12 días de turno. Y en el área que les compete. No quieren más: reciben unas 3.400 causas por turno, y por ello, en casos de accidentes, sólo se ocupan de los que han causado gran conmoción.
De estos, este año ha sido prolífico. El más impactante ha sido la embestida el 16 de febrero de una camioneta contra un auto en la ruta 38, a la altura de Santa Rosa, arrasando con los cinco pasajeros del coche que llevaba a trabajadores de Alpargatas. Otro ha sido la tragedia de Ranchillos, donde un conductor embistió a transeúntes que caminaban al costado de la ruta. El automovilista se hizo el herido, luego huyó y enterró el auto en la finca de sus abuelos. Fue denunciado por un vecino y detenido.
Hubo numerosos casos de conductores alcoholizados. Es tremenda la descripción de Miguel Coronel sobre la muerte de su hijo en la ruta 157 en Bella Vista, luego de que su auto fuera embestido el 24 de abril por otro con personas supuestamente alcoholizadas: “Lo tuve 20 minutos en mis piernas. Lo tuvimos que sacar nosotros del auto. Pero cuando llegó la ambulancia, socorrieron a quien mató a mi hijo, que sólo tenía golpes. Yo dejé a mi hijo en el césped para decirles que lo atiendan. ‘Ya está muerto, ¿Qué quiere que hagamos?’, me respondió. Me volví adonde estaba mi hijo y le dije que tenga fuerza. Él me dijo: ‘tranquilo papá’. Todavía tenía fuerzas para hablar, lo podían haber ayudado”. 
Hubo automovilistas que huyeron. Choques con caballos sueltos; tragedias en la zona de Alpargatas y en la zona del puente Barros. En Aguilares, la intendenta Elia Fernández de Mansilla prometió en febrero tratar de iluminar y semaforizar el trágico sector de Alpargatas. “Estamos poniendo las columnas. Es costoso. Y hemos acordado con la fábrica Alpargatas habilitar un camino paralelo hacia el barrio San Martín, donde viven muchos empleados”, explica. Como Aguilares, la mayoría de los accesos a las ciudades están mal demarcados, a oscuras, mal controlados. Sólo hay luz en la diagonal a Tafí Viejo y en la entrada de Manuela Pedraza, en la ruta 157. Nada más en toda la provincia. 
Esto es más grave de lo que parece. En abril se informó que en Tucumán aumentaron las discapacidades causadas por accidentes en la última década. El 14,3% de la población tucumana registra discapacidades (en el resto del país asciende a un 12,9%). 
Los funcionarios han hecho encuentros multidisciplinarios para ver cómo enfrentar el problema. Dicen que el empuje comenzó cuando el gobernador Juan Manzur dijo apenas comenzado febrero que los accidentes eran una epidemia. Entonces se envió a la Legislatura el proyecto de Alcohol Cero, que fue convertido en ley muy poco después. ¿Cómo se aplica? “Sólo se adhirieron unas pocas municipalidades -dice Nieva-. Y por eso sólo podemos hacer operativos en las rutas y donde hay adhesión”. No se adhirieron Yerba Buena y tampoco la Capital, pese a que, según el secretario de Transporte, el 52% de los accidentes ocurre dentro de San Miguel de Tucumán. Y así es. El mismo director de Transporte municipal, Enrique Romero, ha dicho que están desbordados por los 300.000 vehículos que circulan a diario por la capital, y que quieren hacer una ordenanza “para que cualquier ciudadano pueda denunciar infracciones a las normas de tránsito mediante una foto con su celular”.
No sólo ellos están desbordados. También la Provincia. Nieva reniega con los grupos de las redes sociales que se avisan cuando hay controles de alcoholemia o de papeles en los puntos negros o de riesgo. Es tan grave el asunto que “hemos tenido que hacer controles móviles. Estamos media hora en un lugar y luego tenemos que movernos, porque los grupos como ‘Cuidado los zorros’ se avisan entre ellos”. Nieva detalla que han detectado cuatro grupos en Facebook.
Los funcionarios dicen que creen que las cosas van a mejorar: la reciente ley nacional de Educación Vial 27.214 ha sido replicada en la ley provincial 8.857. “Esperamos que se adhieran las municipalidades”, dice Nieva. Pero la historia no ayuda: en el caso de la norma de scoring o carnet por puntos, están adheridas ocho municipalidades y faltan 11. Y como falta esa adhesión desde 2011, el scoring no se aplica en ninguna parte.
Falta demasiado
Hay otras cosas que faltan, según Clara Pucheta, hermana del canillita Marcelo Pucheta, atropellado en El Cristo en 2010: “Falta conciencia de parte del Estado. Muere un motociclista al chocar contra un camión municipal de Yerba Buena mal estacionado (28/5) y nadie hace nada. Muere otro al chocar contra escombros en la diagonal a Tafí Viejo (8/6). Nunca controlan. Nunca responsabilizan. Nunca enseñan. Nunca castigan. Y el ciudadano necesita la presencia del Estado”, asevera.
Y es que la conciencia está ausente a todo nivel. Florencia Marchese, también familiar de víctimas, cuenta que es muy frecuente que, cuando van a pintar una estrella amarilla en un sitio de una tragedia de un motociclista “por lo general varón, joven, sin casco”, “los familiares suelen ir ellos en moto, a veces de a cuatro, sin casco, a pintar la estrella del que se ha muerto. Y todo esto sucede delante de los policías y los agentes de tránsito que cubren el acto. No incorporan la contradicción a su conciencia”. No ven a los muertos. Por aquello de que nos asusta la inseguridad, pero no nos inquieta estar en riesgo de tener un accidente. Creemos que no nos va a pasar. 

Si comparamos la cantidad de víctimas mortales de accidentes publicada en LA GACETA en lo que va del año (57 personas) con las asesinadas (43 homicidios) nos damos con una sorpresa. Es que nos asusta más la inseguridad que el tránsito caótico. “Hay que despertar el conocimiento del riesgo de lo que no se conoce”, dice el ingeniero Pedro Katz, experto en seguridad vial, que enseñó en la Universidad Tecnológica este tema hasta que se cerró la carrera, por falta de interés del Estado y de los particulares.
 Pero la comparación de cifras es ociosa, porque ni siquiera lo que se ha dado a conocer se acerca a la realidad. Esas 57 tragedias publicadas en nuestro diario son probablemente un tercio de lo que ha ocurrido y que no se dio a conocer porque el sistema de recopilación de datos es oscuro, confuso y compartimentado. En el área Accidentología Vial de Criminalística llevan contabilizadas 71 tragedias en lo que va del año en toda la provincia, pero ellos mismos dicen que su tarea es acotada: “nosotros sólo relevamos los casos ocurridos en el lugar del hecho”, explica el comisario Juan José Cata, perito en la materia. “La actualización de datos depende de las fiscalías” y el informe final, anual, lo hace el área Estadísticas (D3) en la Jefatura. Esta área trabaja directamente con la Secretaría de Transporte y la Agencia de Seguridad Vial nacional, que tiene un Observatorio sobre el tema. De esta área salen los policías que van a buscar datos en los hospitales.

Muchos “reingresos”

Pero en los hospitales hay otro panorama. La doctora Olga Fernández, directora del Padilla, quien estuvo alarmada en febrero con la cantidad de accidentes fatales que se estaban registrando, explica que el nivel de consultas por accidentes se encuentra estabilizado en unas 300 por mes. Advierte que es inquietante la proporción de motociclistas (el 80% de los heridos que llegan al hospital); y que de los que van a terapia intensiva (un 14%) la mitad queda con secuelas graves. El 63% no usó casco y en una gran proporción ni hubo colisión en el accidente. Se cayeron por malas maniobras, baches, frenadas bruscas o problemas en el camino.

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La licenciada Andrea Herrera Bruno, de Epidemiología del hospital, advierte que “hay muchos reingresos” (pacientes que ya tuvieron un accidente, es decir que después de curarse volvieron a circular en las mismas condiciones de riesgo) y cuenta que el hospital necesitaría hacer georreferenciamiento (es decir, averiguar dónde ocurrió el accidente), “porque nos basamos estrictamente en la asistencia; no interrogamos al paciente”. Según explican en Criminalística, hay datos que quedan en el aire cuando, por ejemplo, un paciente grave es trasladado del hospital a un sanatorio privado y fallece allí. 

No obstante, se está tratando de buscar datos más claros. “En las comisarías se llenan formularios estandarizados para estadísticas”, dice Benjamín Nieva, secretario de Transporte, que explica que de allí sale la cifra de 286 fallecimientos en 2015 que él difundió en febrero, lo cual generó desinteligencias con la de la asociación Luchemos por la Vida, que afirmó que el año pasado fallecieron 341 personas en accidentes en Tucumán. “A las asociaciones (Alerta en el camino, Luchemos por la Vida, Estrellas amarillas) les pido que comparemos cifras con nombres y apellidos. Ocultar no sirve, exagerar tampoco”, sentencia Nieva.

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Pero nadie analiza acerca de los datos oficiales, sobre todo en estos tiempos en que estamos en una emergencia estadística declarada por el mismo Presidente de la Nación; y sobre todo porque quienes recogen esos datos son los policías, cuya capacitación sobre este tema ha sido al menos cuestionada. Es decir, no se sabe bien cómo se han tomado estos datos. Pero son los únicos que hay. Extraoficialmente se sabe que las estadísticas que manejan en la secretaría de Transporte (enviadas por el D3) muestran 92 víctimas mortales entre enero y fin de mayo. Faltarían cifras acerca de junio.

Hay algo más. Por el sistema de trabajo de las Fiscalías penales, cada una actúa como compartimientos estancos, de modo que sus experiencias estadísticas se limitan solamente a lo que recopilaron durante los 12 días de turno. Y en el área que les compete. No quieren más: reciben unas 3.400 causas por turno, y por ello, en casos de accidentes, sólo se ocupan de los que han causado gran conmoción.
De estos, este año ha sido prolífico. El más impactante ha sido la embestida el 16 de febrero de una camioneta contra un auto en la ruta 38, a la altura de Santa Rosa, arrasando con los cinco pasajeros del coche que llevaba a trabajadores de Alpargatas. Otro ha sido la tragedia de Ranchillos, donde un conductor embistió a transeúntes que caminaban al costado de la ruta. El automovilista se hizo el herido, luego huyó y enterró el auto en la finca de sus abuelos. Fue denunciado por un vecino y detenido.

Hubo numerosos casos de conductores alcoholizados. Es tremenda la descripción de Miguel Coronel sobre la muerte de su hijo en la ruta 157 en Bella Vista, luego de que su auto fuera embestido el 24 de abril por otro con personas supuestamente alcoholizadas: “Lo tuve 20 minutos en mis piernas. Lo tuvimos que sacar nosotros del auto. Pero cuando llegó la ambulancia, socorrieron a quien mató a mi hijo, que sólo tenía golpes. Yo dejé a mi hijo en el césped para decirles que lo atiendan. ‘Ya está muerto, ¿Qué quiere que hagamos?’, me respondió. Me volví adonde estaba mi hijo y le dije que tenga fuerza. Él me dijo: ‘tranquilo papá’. Todavía tenía fuerzas para hablar, lo podían haber ayudado”. 

Hubo automovilistas que huyeron. Choques con caballos sueltos; tragedias en la zona de Alpargatas y en la zona del puente Barros. En Aguilares, la intendenta Elia Fernández de Mansilla prometió en febrero tratar de iluminar y semaforizar el trágico sector de Alpargatas. “Estamos poniendo las columnas. Es costoso. Y hemos acordado con la fábrica Alpargatas habilitar un camino paralelo hacia el barrio San Martín, donde viven muchos empleados”, explica. Como Aguilares, la mayoría de los accesos a las ciudades están mal demarcados, a oscuras, mal controlados. Sólo hay luz en la diagonal a Tafí Viejo y en la entrada de Manuela Pedraza, en la ruta 157. Nada más en toda la provincia. 

Esto es más grave de lo que parece. En abril se informó que en Tucumán aumentaron las discapacidades causadas por accidentes en la última década. El 14,3% de la población tucumana registra discapacidades (en el resto del país asciende a un 12,9%). 
Los funcionarios han hecho encuentros multidisciplinarios para ver cómo enfrentar el problema. Dicen que el empuje comenzó cuando el gobernador Juan Manzur dijo apenas comenzado febrero que los accidentes eran una epidemia.

Entonces se envió a la Legislatura el proyecto de Alcohol Cero, que fue convertido en ley muy poco después. ¿Cómo se aplica? “Sólo se adhirieron unas pocas municipalidades -dice Nieva-. Y por eso sólo podemos hacer operativos en las rutas y donde hay adhesión”. No se adhirieron Yerba Buena y tampoco la Capital, pese a que, según el secretario de Transporte, el 52% de los accidentes ocurre dentro de San Miguel de Tucumán. Y así es. El mismo director de Transporte municipal, Enrique Romero, ha dicho que están desbordados por los 300.000 vehículos que circulan a diario por la capital, y que quieren hacer una ordenanza “para que cualquier ciudadano pueda denunciar infracciones a las normas de tránsito mediante una foto con su celular”.

No sólo ellos están desbordados. También la Provincia. Nieva reniega con los grupos de las redes sociales que se avisan cuando hay controles de alcoholemia o de papeles en los puntos negros o de riesgo. Es tan grave el asunto que “hemos tenido que hacer controles móviles. Estamos media hora en un lugar y luego tenemos que movernos, porque los grupos como ‘Cuidado los zorros’ se avisan entre ellos”. Nieva detalla que han detectado cuatro grupos en Facebook.

Los funcionarios dicen que creen que las cosas van a mejorar: la reciente ley nacional de Educación Vial 27.214 ha sido replicada en la ley provincial 8.857. “Esperamos que se adhieran las municipalidades”, dice Nieva. Pero la historia no ayuda: en el caso de la norma de scoring o carnet por puntos, están adheridas ocho municipalidades y faltan 11. Y como falta esa adhesión desde 2011, el scoring no se aplica en ninguna parte.

Falta demasiado

Hay otras cosas que faltan, según Clara Pucheta, hermana del canillita Marcelo Pucheta, atropellado en El Cristo en 2010: “Falta conciencia de parte del Estado. Muere un motociclista al chocar contra un camión municipal de Yerba Buena mal estacionado (28/5) y nadie hace nada. Muere otro al chocar contra escombros en la diagonal a Tafí Viejo (8/6). Nunca controlan. Nunca responsabilizan. Nunca enseñan. Nunca castigan. Y el ciudadano necesita la presencia del Estado”, asevera.

Y es que la conciencia está ausente a todo nivel. Florencia Marchese, también familiar de víctimas, cuenta que es muy frecuente que, cuando van a pintar una estrella amarilla en un sitio de una tragedia de un motociclista “por lo general varón, joven, sin casco”, “los familiares suelen ir ellos en moto, a veces de a cuatro, sin casco, a pintar la estrella del que se ha muerto. Y todo esto sucede delante de los policías y los agentes de tránsito que cubren el acto. No incorporan la contradicción a su conciencia”. No ven a los muertos. Por aquello de que nos asusta la inseguridad, pero no nos inquieta estar en riesgo de tener un accidente. Creemos que no nos va a pasar. 

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