PROblemas
Un automovilista llega a una esquina y decide frenar antes de girar para darle prioridad a un grupo de peatones que está por cruzar. Antes que nada, sabemos que estamos frente a una asombrosa excepción: que un auto se detenga para cederle el paso al que camina es un hecho muy poco frecuente en Argentina.

Acto seguido, el conductor que ha decidido frenar y respetar la ley -y el sentido común- sabe que será acribillado a bocinazos y a uno que otro insulto de parte de los vehículos que vienen detrás suyo.

Esta situación la han vivido más de una vez todos los argentinos, ya sea en la situación del conductor que frena, o del que agrede con la bocina o desde el lugar del caminante.

Hay quienes han confesado que no se detienen antes de girar para evitar los bocinazos o incluso que los choquen, lo que también ocurre a menudo, ya que como la transgresión es la regla pocos esperan que el auto que va adelante vaya a frenar antes de doblar.

Esta es la metáfora perfecta de la Argentina. Hay un sector muy importante de la sociedad que transgrede, hay otro sector también importante que se ve obligado a transgredir porque de lo contrario saldrá perjudicado o no obtendrá lo que necesita, y hay una clara minoría que se niega a transgredir y asume las consecuencias.

En esta metáfora perfecta, no hay ninguna diferencia entre la Argentina que dejó Cristina Elizabet “soy maravillosa” Fernández, con la que empieza a proyectar el gobierno de Mauricio “siempre estoy feliz” Macri.

Hasta aquí no se ve que haya un cambio de paradigma, una revisión de los males estructurales del país. Hasta ahora no se están atacando las causas de los problemas, sino tan sólo enfrentando sus consecuencias.

El show de López

Lo que verdaderamente sorprende de estos espectáculos televisivos como el caso López es que haya gente que se muestre sorprendida. Cabe honestamente y con la mano en el corazón preguntarse ¿sorprendidos de qué? ¿De que en este país se roba con pala? ¿De que la regla es buscar el atajo y no la excepción? ¿De que el fin es tener dinero no importa cómo? ¿De que lo que importa es pasar de curso no aprender?

En un país donde el 85% admite pagar coimas para evitar una infracción de tránsito ¿en serio sorprende López?

“Argentina, un país con buena gente”, martillaba la millonaria propaganda oficial mientras se llenaban las alforjas antes de huir al trote.

Durante muchos años nos han hecho creer, y nos ha encantado creerlo, que somos el país más educado de América, el más culto, con los mejores profesionales, que llegamos a ser la séptima potencia mundial, que teníamos la mejor educación pública, que somos el granero del mundo, que bla bla bla…

Durante muchos años nos han mentido. La cruda verdad es que la mayoría de los argentinos no frena en las esquinas para que cruce el que viene caminando y esa no es una sociedad educada. Esa es una sociedad insensible, individualista, ventajista, del vale todo y de me importa un pomo el otro.

“En todos lados pasa lo mismo”, es otro consuelo falso, tonto e ignorante que nos han hecho creer. Hay muchos países, no pocos, en América, en Europa o en Asia, donde se respetan las reglas de tránsito, donde la gente no arroja basura en la calle, donde se dice por favor, permiso y gracias todo el tiempo, donde hay coimas pero son la excepción y no la regla.

El otro soy yo


“La patria es el otro”, nos repetía una mujer que sólo hablaba de sí misma y que no sabe vivir fuera de los espacios de exhibición. ¿O acaso cuando dijo en Rosario “vamos por todo” no era anular al otro, al que piensa distinto?

Ahora este gobierno nos dice “sí, se puede”. ¿Qué se puede? Bajar la inflación y atraer capitales para crear empleos, responden. Otra vez la coyuntura, las consecuencias y no las causas.

El kirchnerismo atrasaba 40 años. Se montó sobre un planteo ideológico de un mundo que ya no existe. Para unos fue una pose, pero otros lo creyeron.

Generaron “una sensación de riqueza” con plata que no había, consumiendo lo que no teníamos. La misma rueda que se repite en Argentina desde la década del 70 y una tras otra hay que volver a empezar.

Y el macrismo sigue la misma matriz, con un capitalismo de hace 40 años. Es sólo el mismo péndulo que está volviendo, no es otro péndulo, que es lo que necesitaría la Argentina para cambiar este paradigma predatorio y perverso.

Porque afirmar que atrayendo capitales se crean empleos es atrasar 40 o más años. Hoy el capital no es necesaria ni linealmente sinónimo de trabajo, como sí lo era en el siglo pasado. Hoy se pueden ganar millones sin un solo empleado. O se pueden montar grandes fábricas o industrias con muy pocos operarios.

Ese mundo del que habla el macrismo es el pasado. Sucede que Argentina está tan atrasada en tantos aspectos que nos cuesta entender que el mundo hoy funciona de otra manera.

Pasamos del kirchnerismo y antikirchnerismo al macrismo y antimacrismo. País binario y pendular que va y viene sobre sus mismos pasos.

Vamos del subsidio delirante que nos llevó al déficit energético a un tarifazo bestial que esquilmó a los argentinos en seis meses. ¿No se podía haber implementado una actualización gradual que acompañe a las paritarias salariales?

Es probable que en el gabinete de Macri ninguno sepa ni cuánto paga de luz o gas y además porque en las paritarias siempre les ha tocado estar del otro lado del mostrador.

El macrismo plantea la misma segmentación de clases que el kirchnerismo, sólo que en otros términos. Ocurre porque no es una cuestión de Macri o de Cristina, es un problema argentino. En ambos casos se invisibiliza y se ningunea a la otra parte de la sociedad.

El ensayista Alejandro Katz afirma que el gobierno no está entendiendo acabadamente que hay un amplio sector de la sociedad que no tiene el mínimo entusiasmo ni las certezas suficientes y eso genera una gran desarticulación social. Katz dice hay que construir experiencias exitosas colectivamente, algo que no está haciendo ni anuncia que hará el macrismo. “Hay que darles oportunidades a quienes no las tienen por herencia, porque de lo contrario se plantean sólo dos salidas, o es la herencia o es la delincuencia”, advierte Katz.

Decir o hacer lo contrario de lo que hizo un grupo de fanáticos es una campera reversible, pero sigue siendo la misma campera.

Cambiar de estilo no es cambiar. Muchos votantes de Macri celebran exultantes este abrupto despertar de algunos jueces y fiscales que hibernaron 12 años. Celebran porque quieren venganza, no justicia, porque en realidad esta reacción tardía y obsecuente es una vergüenza que no amerita el más mínimo festejo. Es decir, tampoco hay cambios en la Justicia, que sigue siendo el mismo poder acomodaticio que los macristas denunciaban antes.

Problemas diferentes

Cada problema es un problema diferente que requiere un debate aparte y Argentina necesita salir de una vez por todas de la falsa dicotomía futbolera del Boca-River. “No todas las discusiones son la misma discusión”, afirma Katz, y por eso en la Argentina hay una gran fragilidad de la conversación pública. En muchos temas no hay conversación, hay imposición o sumisión. El envío discrecional de fondos a las provincias según su color político es un ejemplo claro. Aquí en Tucumán el intendente Germán Alfaro, a propósito de los festejos por el bicentenario de la independencia, recibe muchos más mimos nacionales que el gobernador Juan Manzur. ¿Qué culpa tienen los tucumanos?

Alguien deberá en algún momento detener este péndulo perverso que nos hace ir y venir siempre sobre los mismos extremos, los mismos problemas, sin llegar realmente a ninguna parte.

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