Salen del infierno de la adicción para ver el sol en un molino de Los Ralos

Salen del infierno de la adicción para ver el sol en un molino de Los Ralos

Una empresa local anima a contratar a jóvenes recuperados de sus adicciones. Desean que se produzca un efecto contagio.

EN EQUIPO. Andrés Colombres Garmendia fotografía a los los chicos, a Manuel Castro y a su hermana, Ana. EN EQUIPO. Andrés Colombres Garmendia fotografía a los los chicos, a Manuel Castro y a su hermana, Ana.
En el laboratorio hay bolsitas plásticas con harina. Son las muestras que después se analizarán para determinar cómo va la molienda. Todas están manuscritas, pero sólo algunas tienen dibujado un sol. Pablo Sandez es quien los marca y recuerda así su paso por una Fazenda de la Esperanza, donde pudo recuperarse de sus adicciones. Tiene 20 años, reconoce que ahora mira para adelante y que asume con mucha responsabilidad esta oportunidad que le ha dado la vida: desde febrero, luego de su rehabilitación, trabaja en un molino harinero de Los Ralos, junto con otros dos chicos que han pasado por lo mismo. Este es un ejemplo de cómo desde una empresa privada hasta un almacenero pueden cooperar con la problemática que generan las adicciones. Sólo tienen que ofrecer una oportunidad a quien lo necesite de manera más urgente.

El sol que ha dibujado Pablo es el logo de la Fazenda, lugar donde conoció a Ana Colombres Garmendia, la hija del propietario del molino. Ella trabaja como voluntaria y sintió que debía ser responsable con lo que pasa alrededor. Enérgica, de sonrisa franca, le propuso a su padre contratar a estos tres chicos (ya les había dado trabajo en su lavadero de autos) y con la ayuda de su mano derecha, Mauricio Rueda (otro recuperado), sumaron a Pablo, a Cristopher Nicolosi y a Luciano Barrionuevo a esa enorme fábrica pintada en colores pastel. Hoy no sólo trabajan allí, sino también de lunes a sábado viven en una casa cerca de los silos.

“Están aprendiendo a trabajar, a cumplir horarios, a administrar su plata, a trabajar en equipo. Para ellos es el primer trabajo. Mi papá está convencido que con el trabajo se soluciona todo. Y tiene mucha razón. Pero también es necesaria la contención de sus compañeros”, comenta “Anita”. Y en esto último, Manuel Castro, que trabaja hace 15 años en el molino, fue fundamental: se nota que les tiene un cariño paternal. “Tengo hijos de la misma edad, por lo que me terminé involucrando. El problema que tienen es la falta de oportunidades de reinserción laboral. Sin eso no se puede hacer nada. Acá están ocupados y la mente está en el trabajo. Ojo: se los trata como a cualquier otro, con el mismo régimen. Entran a las 8 y no hay salvedad. El grupo de contención de los que trabajamos acá también es fundamental. Sacamos lo mejor de ellos: empezaron barriendo y hoy ya hacen muchas cosas que no cualquiera entendería”, confiesa Manuel.

Y lo mejor de Pablo es su habilidad con la tecnología y su rapidez para aprender. De hecho el ya trabaja con las máquinas de molienda y se ha comprado una guitarra. Por las noches o en las horas libres, que son pocas, se escuchan punteos y alguna reconocida canción religiosa.

Luciano Barrionuevo, de 21 años, está ansioso esta mañana porque llegarán de Catamarca su mujer y su hija Francesca Esperanza, de 3 meses. Las extraña, pero recuerda que en su provincia natal todo le era más difícil: “acá me costó al principio, pero mis ganas por aprender eran más fuertes. En eso me colaboró bastante mi compañero de planta, Luis”.

Cuando se les pregunta a los tres jóvenes qué les genera el trabajo, todos coinciden en que los ayuda a pensar sólo en esas máquinas, en su labor, los mantiene lejos del pasado y los ayuda a mirar para adelante; a soñar.

“No es necesario ser una empresa grande para tomar a jóvenes que recién salen de su recuperación. Conocemos hasta almacenes que ya han contratado chicos. Si queremos un país mejor, esta es una buena manera de lograr ese objetivo”, finaliza Ana. Su padre, Santiago, agrega que toda persona de bien debería hacer su aporte.

Esta nota no es desinteresada. El objetivo de todos los que aparecen en esta historia es que a partir de hoy se produzca un efecto contagio. Es que cada semana alguien se recupera, sale de una Fazenda, y no debería volver a caer. Esa persona sólo necesita un trabajo.

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