El tucumano que enterró a Cristina
La política es dinámica, cambiante, tanto que modifica hasta las frases hechas. Hoy, el peronismo acompaña hasta la puerta, pero del monasterio. Y todo por culpa de López, que alteró el tradicional concepto justicialista. Antes de los bolsos arrojados impúdicamente por encima de los muros, acompañaba hasta a puerta del cementerio. La derrota electoral del dirigente -un gran pecado entre los compañeros; y si se trata del poder más aún- es el límite para mirar desde la vereda de la necrópolis el entierro político del perdedor. Pero, como todo cambia, de pronto, por culpa de la “torpeza” del ex secretario de Obras Públicas de la Nación, ahora el límite de la vergüenza es la corrupción. Ojo, cuando se descubre el ilícito, no antes.

Porque tamaño tembladeral político en el cristinismo moribundo y en el peronismo que intenta renacer sobre los pecados del kirchnerismo, lo provocó el conocimiento público del “enterrador” López. Porque si este ocultador de dólares se salía con la suya, hoy nadie se arrepentía, ni se golpeaba el pecho. Porque, hasta con las denuncias serias sobre sobreprecios y coimas en la obra pública, muchos miraron para el costado, incluso hasta desde la Justicia. Las vendas sobre los ojos de la mujer justa le vinieron de perillas. (Si algún desprevenido lector piensa en Cristina, también puede valer).

Demasiadas complicidades y sociedades dañando a las instituciones. Las esquirlas de la angurria por los billetes certifican por anticipado la defunción política de Cristina y el ostracismo del kirchnerismo -algunos ya se bajaron del cortejo fúnebre que va camino al cementerio-, y obligan a una necesaria renovación del peronismo para sacudirse el barro de la corrupción que creció al amparo de su propia sombra. Además, abre las puertas a la celebración de los no justicialistas porque obtienen una bandera para desgastar al partido de Perón: es que el concepcionense puso en evidencia la existencia de una matriz delictual escondida detrás del proyecto “K”. Desde la oposición festejan el fracasado entierro y la aparición sorpresiva de la “prueba” que justifica sus denuncias de campaña; porque ya perdieron su condición de meramente electorales. Tumbaron al kirchnerismo; al cristinismo que López enterró. En eso tuvo éxito.

Lo llamativo es que después que atraparon al ex funcionario saltando las paredes de un convento todos los compañeros -hasta de ruta- salieron a rasgarse las vestiduras en aras de la transparencia, de una declamada honorabilidad y de la decencia pública. No lo hicieron antes, cuando valían los frenos a la tentación, la honestidad, el coraje político para soportar las presiones de la caja y las muestras de civismo haciendo que se respeten las instituciones. Las debilidades del bolsillo pesaron más.

Engañando con frases de Perón

Pésimos mensajes de la dirigencia política de estos tiempos para la ciudadanía. Malo para el sistema, que muestra grietas por la indecencia de hombres públicos y por la irresponsabilidad de los que conducen los organismos de control. Sociedades de conductas ilícitas que se protegen desde las instituciones; porque no fueron precisamente investigaciones judiciales las que facilitaron las pruebas para avanzar sobre los corruptos, sino filmaciones entregadas por anónimos -caso La Rosadita- o llamados al 911 -caso López-. El descrédito es para toda la clase dirigente en roles de conducción, de fiscalización y de control. La institucionalidad sufre y se resquebraja.

Frente a esta imagen grotesca que regaló López, la ciudadanía podría reflexionar, reaccionar y exigir una mayor calidad institucional basada en controles cruzados, porque lo que el ex funcionario kirchnerista también sacó a la luz es que la corrupción no sólo mata -como en Once-, sino que hay delincuentes disfrazados de políticos que denigran una actividad que debería apuntar a la comunidad organizada. Los mismos a los que se les caía siempre una frase de Perón para legitimarse frente a una militancia de base desconocedora de manejos irregulares; para mayor dolor de los compañeros.

Ardua tarea para la dirigencia, especialmente para ese peronismo que quiere desembarazarse del cristinismo en desgracia; y al que lo sometió desde el poder. Le costará hacerlo, porque la mayoría no renegó de Cristina, de De Vido o de López en su momento. Aceptó el esquema con obediencia debida. Entonces, a pagar las culpas de no animarse, como otros, a saltar el cerco y a denunciar. Muchos más deberán preocuparse porque si no lo denunciaron, es porque fueron cómplices o porque quedarán sospechados. Costará limpiar ese barro. Y no sólo gobernadores e intendentes, sino también empresarios de la construcción que aceptaron los sobreprecios para devolverlos en coimas. Y a López lo conocían todos, lo que los convierte en pecadores que visitan conventos por la noche.

Es lo que motivó al PJ local, por ejemplo, suspender a López del cargo de vicepresidente primero del partido -medida que va a concluir seguramente con la expulsión definitiva-, porque no querían quedar pegados a tamaño desenfreno. Un poco tarde. Alperovich es quien habría pedido la expulsión en el mismo momento de la reunión partidaria; pero se le hizo entender que eso era orgánicamente imposible. La suspensión fue la salida elegante y ejemplificadora. Lo indefendible es indefendible, como la corrupción; el límite.

Pero cuidado, lo que desnudó el “caso López” fue que con la obra pública hubo irregularidades y desvío de recursos y que alguien se benefició. El sistema necesitaba de una caracterización que encubriese ese entramado; y esa fue la adjudicación directa. Y en Tucumán abundaron con las excusas de las urgencias sociales. El artículo 12 de la Carta Magna provincial apunta que debe usarse la licitación salvo el caso en que la Legislatura o la Municipalidad resolviesen lo contrario, por razones especiales reclamadas por el bien público. La excepción fue la regla. Bajo la premisa del bien público, los dineros pueden haber ido a parar donde no debieron. Hay que reformar la Constitución; ironía, claro. Hay que apegarse a conductas que parezcan y sean honradas. Si no, puerta abierta a la sospecha.

El drama en puerta para las autoridades del Gobierno tucumano es que aparezcan arrepentidos locales que denuncien que a nivel provincial se repetía el esquema nacional. ¿Aparecerán? Y si lo hacen; ¿actuará la Justicia? Alperovich se anticipó: negó tal posibilidad al desafiar a que se haga una denuncia por coimas. E hizo más, si metafóricamente López enterró políticamente a Cristina, el senador le arrojó varias paladas de tierra al denunciarla por presionarlo para que el “ex amigo” estuviese en la lista del Parlasur; y al afirmar que no es kirchnerista. Acusarla y negarla ahora es tardío, e impropio. Eso no lo exculpa de responsabilidades, sino que lo convierte alguien que se sometió al kirchnerismo en aras de no sufrir ahogos financieros. Diferente a José Manuel de la Sota. Es admitir, tácitamente, que tal esquema de distribución de recursos fue el que funcionó.

¿No eran amigos? ¿Acaso no había que votarlos porque beneficiaron a Tucumán? ¿Fue mentira? Lo peor es que, tal vez, a sabiendas de lo que ocurría igual pidió el respaldo para estos compañeros. Resulta que ahora, cuando los descubren con las manos en la masa, son lo peor. Pasaron de ser benditos a corruptos, sin escalas; vuelo directo. ¿Antes no lo eran porque no se los descubrió y porque sólo había denuncias que eran tildadas de golpistas y oportunistas? Parece irónico, pero en materia de realizaciones de obras públicas, nadie puede arrojar la primera piedra.

En este marco la retahíla de los ¿ex? cristinistas o kirchneristas llaman la atención: se sienten tristes, desmoralizados, traicionados, decepcionados, apenados, desilusionados, usados, avergonzados, aturdidos, sacudidos, burlados, desestabilizados, dolidos, apesadumbrados, en shock, sorprendidos, anonadados, perturbados, descolocados, atribulados, abochornados, angustiados y ensuciados. Tamaña cantidad de sensaciones y de sentimientos se desparramaron después de que López embarrara el proyecto y enterrara las ilusiones de un renacimiento cristinista. Hasta algunos ultra “K”, convencidos y fanatizados, ahora se animan a pedirle explicaciones a la jefa. Primer síntoma de la desilusión que luego se convertirá en arrepentimiento y, finalmente, en alejamiento. Directriz histórica en el peronismo. Inevitable, y todo por culpa de la “torpeza” y “descuido” de López. ¿Cómo se va a poner tan en evidencia?, podrían preguntarse sus socios de andanzas.

Posible punto de inflexión

Sin embargo, el enterrador del sur tucumano puede ser el culpable de un posible punto de inflexión generalizado para la dirigencia y para las instituciones. Claro, si a todos los angustia verdaderamente la culpa, el arrepentimiento y deciden comportarse como es debido y cumpliendo cada uno su misión institucional.

Como nunca, hoy la Justicia está siendo observada con lupa por la sociedad. Y no porque haya mostrado apuro y eficacia en sus investigaciones, sino porque la realidad superó las acciones de algunos jueces y de fiscales, que más que miembros del Poder Judicial se muestran como parte de un entramado político-corrupto. ¿Cómo mejoran esa imagen? Irremediablemente haciendo lo que tienen que hacer. Parece increíble, pero no se les pide más de lo que sus posibilidades les permiten, sino cumplir con sus obligaciones. Básico, elemental. Por eso suena a casi insólito exigirles que hagan lo que tienen que hacer. Porque parece que, en algunos casos, garantizan impunidad. En Tucumán sobran los casos. En el plano nacional, la pregunta que es inevitable a partir de las palas de López es si la Justicia avanzará contra Cristina. Un sector de los agrietados pide a gritos que sí, el otro sector fanatizado ruega que todo sea un mal sueño y que su líder no haya apañado un esquema de corrupción estatal.

Una apuesta a la transparencia sería una salida por parte de los poderes del Estado y de los organismos de control para poner límites a la corrupción. ¿Se animarán la dirigencia y los funcionarios públicos a someterse a la fiscalización ciudadana a partir de aportarles herramientas para que toda acción de Gobierno se publicite? Imagínense que todo subsidio como las ayudas sociales a personas -gastos legislativos- se conozcan, que se publiquen los beneficiarios, los recibos de entregas, los de gasto, las certificaciones de los controles del Tribunal de Cuentas; que todo pueda estar al alcance de cualquier vecino. ¡Qué mayor muestra de transparencia y de confianza de que todo se está haciendo bien!

Sin embargo, en los organismos del Estado hay acciones que se ocultan, se dibujan, se deforman o se informan a medias. Sobran los ejemplos. Baste uno: en el Boletín Oficial suelen aparecer decretos que asignan regularmente montos superiores a los $ 800.000 sin que se sepa para quiénes y por qué razones se los entrega. Posiblemente se los puede justificar, pero las explicaciones no están al alcance de la mano. Y hasta hay decretos que no se publican en ese boletín; vaya a saber uno por qué. Ojalá el inmoral intento de entierro de López ayude a enterrar algunas mañas políticas que degradan las instituciones y que alimentan el descrédito ciudadano en sus representantes.

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