La inexplorada violencia en la periferia

La inexplorada violencia en la periferia

Tanto la Justicia federal como la Policía tucumana interpretan los episodios de violencia en barrios de la periferia como peleas entre bandas por el territorio. Es la explicación rápida, pero sin datos que permitan llegar al germen de la violencia. En demasiados homicidios de este año surgió esta hipótesis, que terminó diluida en un trasfondo temible e inexplorado.

Así fue la muerte de Franco Daniel Gómez, quien recibió un balazo en el pecho el 2 de marzo en Asunción al 1.800, en pleno barrio en “El Sifón”. “Tiroteo entre bandas”, dijeron los investigadores, corroborados por el espanto de vecinos que dijeron que “es todo por la droga” y que en el barrio los tiroteos son constantes. Pero en el tiempo posterior nadie asoció ni a Gómez ni al tiroteo con bandas con pelea por el territorio.

En el caso de la muerte del quinielero Edgard Mistretta, que recibió un balazo en el pecho el 27 de mayo, mientras pasaba en moto con su mujer y su hijo por el barrio Independencia, también se habló de peleas de bandas narco por el territorio. Pero los mismos policías reconocieron que los sospechosos -un tal Papi, un tal Gordo y un tal Negro- no tenían antecedentes por drogas, “pero sí por otras cosas”. Triste fue cuando se dio a conocer que uno de los sospechosos, cuando fue detenido, habría dicho que era una venganza por una supuesta infidelidad de una mujer.

Panorama parecido fue la pesquisa por el homicidio de Sergio Santiago Hernández (de 20 años), apuñalado el 19 de abril por un adolescente de 15 años, “Cheto Pi”, sindicado como hijo del líder de la “banda de los 30”, distribuidor de droga en el barrio Victoria. La causa, según la Policía, era una supuesta deuda. Lo que dijo el adolescente cuando se entregó fue que era víctima de “bullying” por parte de Hernández. El menor homicida quedó libre el 5 de mayo. El muchacho muerto, por otra parte, recibió un funeral del estilo del mundo salvaje que impera en incontables barrios de la periferia: el 20 de abril 14 jóvenes secuestraron un ómnibus de la línea 5 en San Luis y San Lorenzo para obligar al chofer a llevarlos al cementerio. Un pasajero llamó al 911 y así se interceptó el colectivo. “Quiero que también tomen cartas en el asunto las autoridades que corresponda y vean al tema como una problemática social”, manifestó un gerente de la Línea 5, Vicente Lupo.

La interpretación de la guerra entre bandas narco también surgió a raíz de allanamientos que se hicieron en Aguilares, a fines de mayo. Hubo una reunión preocupada de los concejales de esa ciudad, que luego advirtieron que “no estamos en un campo de batalla del narcotráfico” (LA GACETA, 24/5). Lo mismo se interpretó en la tragedia del 4 de abril en el barrio Antena, ubicado junto al río Salí, frente a La Costanera. Allí mataron a Miguel Ángel Gallardo y también se habló de pelea por territorio. “Lo único cierto es que a mi hijo lo mataron como a un perro para quedarse con las zapatillas para comprar droga”, dijo Blanca Gallardo, madre de la víctima.

Chicos atrapados, casas quemadas

Entonces, no está claro el tema de la pelea por territorio. Pero drogas hay en todos los barrios periféricos y los vecinos están espantados. Como ocurrió anteayer en el Presidente Perón (a 14 cuadras al sur de la avenida Kirchner, junto a las vías de la Bernabé Aráoz), los padres de niños y adolescentes reclaman acciones contra los vendedores de drogas. “El problema es que no hay mucho tiempo. Desgraciadamente cada vez son más chicos los que comienzan a consumir ‘paco’. Acá, en base a los trabajos que hacemos y lo que vemos todos los días, niños de ocho años ya están con el vicio”, dice Cristian Correa, representante vecinal del Antena. Lo mismo se repite en “El Sifón”, la Costanera, el Tiro Federal y los vecindarios al sur de la avenida Independencia. Uno de los homicidios de este año, el de Gonzalo Esteban Torres, el 12 de marzo, ha sido vinculado con su adicción: él había ido a comprar droga a la casa del transa José Luis Beduino. Y en otros casos, las peleas derivadas de violencia por adicciones causaron muertes, como la del albañil Diego Ramón Ávila el 22 de enero en Entre Ríos al 1.400 (Barrio Ampliación Federal). Fue apaleado y baleado en el cuello por un grupo salvaje. “Pero a él no lo buscaban. A los que querían agarrar era a uno de mis hijos y a mi otro yerno. Porque es cierto: ellos consumen drogas y cuando se cruzan en la calle se dicen cosas y terminan peleando”, dijo su suegra, Cecilia Toledo.

Como los vecinos no encuentran contención para los chicos adictos ni respuestas de la fuerza de seguridad, optan por medidas drásticas. El jueves pasado quemaron el “quiosco” de drogas en el barrio Perón, como en marzo fue quemada la vivienda de Beduino en barrio Las Palmeras; también ardió en llamas la casa de los dealers del barrio Antena en mayo. “Esto no es nuevo. La gente de la Costanera hizo algo así. En El Palomar y en otros barrios de la zona también quieren hacer lo mismo. No nos queda otra. Preferimos morir y no que nos maten de a poco ellos con el ‘paco’ o los chicos que hacen lo que sea para drogarse”, planteó María Laura Jiménez.

Dos tipos de policías

¿Y la Policía? Dice que no sabe cómo actuar. El jefe de la Digedrop, Jorge Nacusse, alega que “es cada vez más difícil poder hacer una investigación. Nuestros hombres son detectados rápidamente”. Además de que los policías son apedreados en esos barrios. “Acá estamos solos. Los policías no quieren entrar”, describe Jiménez. Y los policías lo reconocen. Cuando fue detenido el “Jetón” Walter (sindicado como jefe narco) el 10 de enero en ruta 305 y avenida San Ramón, las fuentes policiales contaron que cada vez que iban a buscarlo eran apedreados, “ya que son casas ubicadas en zonas periféricas y hostiles”. También lo reconocen los policías de las seccionales 10 y 11, que tienen los barrios costaneros en su jurisdicción, pero no van a recorrerlos como no sea en un operativo.

No obstante, hay policías que sí pueden entrar. Los acaban de denunciar los vecinos del Presidente Perón, que dicen que agentes de la seccional 13 les cobraban peaje a los transas del barrio, y lo dijeron los de la Costanera en marzo con respecto a los de la seccional 11 que, expresaron, les cobraban a “soldaditos” (chicos adictos a servicio de los transas) para dejarlos “trabajar”, además de detenerlos y de maltratarlos.

Ángel Villagrán, referente social de La Costanera, cuenta que una vez él describió a los policías de la Digedrop cómo era el mapa de los dealers del barrio y que días después, mientras hacía un trabajo de carpintería en la casa de uno de esos transas, encontró en la mesa del delincuente el mapa que él le había hecho a la policía. Villagrán también recuerda el escándalo, luego asordinado, de la narcopolicía de la federal que estaba asociada con la banda de los “garra” Jalil, que operaba en San Luis al 1.300.

Hoy, el fenómeno del narcomenudeo está presente en la periferia de las ciudades y las autoridades están enloquecidas. Se creó una agencia de lucha -la División Antidrogas- que sigue entrando a los barrios como una fuerza de ocupación, pero en los hechos la gente tiene que defenderse sola de una descomposición social que genera violencia. Aunque hay programas, están sectorizados o están siendo siempre reformulados, como las suspendidas ayudas para adictos en La Costanera.

No hay, entonces, contundentes respuestas sociales ni salidas de seguridad: son lugares infernales y aislados, incluso para los mismos vecinos.

Enrique Font, titular de la cátedra de Criminología de la Universidad Nacional de Rosario, sostiene que hay que analizar de otro modo el fenómeno de los homicidios y la incidencia de las drogas. Urge -dice- estudiar la violencia en los barrios antes que la narcocriminalidad. Algo parecido plantean los dirigentes barriales Villagrán y Correa, y el psicólogo Emilio Mustafá. Correa cuenta que su organización trata de alejar a los jóvenes de la droga mediante actividades deportivas y encuentros sociales. “Con eso no alcanza. Necesitamos la presencia del Estado, no sólo con programas de contención para los adictos, sino con ayuda social y educación para todos”.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios