Hagan sus apuestas, ahora también por la televisión pública

Hagan sus apuestas, ahora también por la televisión pública

Canal 10 emite Libertad-San Martín, en directo desde Sunchales. La pantalla muestra, en pleno desarrollo del partido, la cotización de las apuestas: el local paga tanto; el empate paga tanto; el visitante paga tanto. El tablero va moviéndose a medida que pasan los minutos y en función del resultado parcial. En el entretiempo, los conductores del programa cuentan cómo pueden seguir las apuestas. La publicidad remite a la empresa -Pálpitos Deportivos-, evidentemente la patrocinadora de la transmisión. El duelo semifinal del Federal A concluye con la victoria del “Santo”, pero es por sobre todo otra gran victoria del juego, cuya penetración en la sociedad tucumana nunca deja de impresionar.

No son muchos los antecedentes de un episodio similar en la televisión mundial. Habría que buscarlos y enumerarlos con cuidado. Que durante el transcurso de un partido se incite a apostar desde la pantalla es todo un impacto, inusual en la TV abierta y pasto de regulaciones –en el caso de que no las hubiera-. Tal vez fue el sueño de Julio Grondona con su frustrado proyecto de AFA TV, teniendo en cuenta que ese adefesio que es el torneo de Primera de 30 equipos nació con otro objetivo: el desarrollo de un sistema de apuestas propio. Pero la muerte de Grondona y el cambio de vientos políticos freezó el plan, lo que no quiere decir que lo haya matado. Daniel Angelici, presidente de Boca y operador de Mauricio Macri en la Justicia –denunciado en ese carácter por Elisa Carrió- es uno de los zares del juego en el país.

A las autoridades de Canal 10, esa zona gris por la que flotan el Gobierno provincial y la UNT, parece no importarles la cuestión. Con su anuencia, la televisión pública tucumana se puso al servicio del juego. No importa que frente a la pantalla haya, por ejemplo, niños. El fenómeno de las apuestas y la colonización cultural que ejerce sobre las sociedades es motivo de preocupación y debate global. Pero, al igual que el tráfico de drogas, se trata de una industria que mueve cantidades descomunales de dinero. El lobby que mejor le sale al juego es el del silencio. Pero a veces se traspasan todos los límites.

El control de los slots –las maquinitas tragamonedas- es eje de una polémica por estos días en Buenos Aires. Cristóbal López tiene 4.600 maquinitas en el hipódromo de Palermo. Ni en Las Vegas ni en Hong Kong hay tantos slots en una misma instalación. ¿Cómo lo logró? Habría que preguntárselo a Carlos Menem, a Fernando de la Rúa, a Eduardo Duhalde y a Néstor Kirchner, que a pocas horas de entregar el poder le prorrogó la concesión hasta el año 2032. El canon que paga López es bajísimo en comparación con otros países o con la Provincia de Buenos Aires. El Estado pulsea para sacarle una tajada de los multimillonarios ingresos. No es fácil, habida cuenta de la sorprendente cantidad de jueces amigables que va encontrando el empresario en Tribunales.

Cómo estará de parcelado y repartido el juego en Tucumán que a un peso pesado como López le hicieron la vida imposible los dueños de la pelota y terminó eyectado de la plaza. El proyecto de López era replicar la experiencia de Palermo en el hipódromo, pero presiones varias, desde la Iglesia a ONG ambientalistas, frustraron la movida y el casino terminó radicado en la avenida Adolfo de la Vega. Allí agonizó, hasta que bajaron la persiana. Vaya sorpresa: aquella encarnizada defensa del parque 9 de Julio, que bloqueó el ingreso de López al hipódromo, brilló por su ausencia cuando un hotel abrió su propio casino en plena avenida Soldati.

Roberto Sagra, empresario a la cabeza de Pálpitos Deportivos, fue dirigente de San Martín. Puede alegar que el suyo es un aporte genuino, nacido con la mejor intención para que los hinchas vean al equipo disputando una instancia decisiva del campeonato. El miércoles encontró un doble motivo para celebrar. Coincidencias (o no) de la vida comarcana: la familia Ale, que fue capaz de saltar del paraavalanchas a la conducción del club de La Ciudadela, hoy caída en desgracia y con sus referentes en prisión, también se alimentó del juego para construir poder.

La ludopatía es un cáncer que corroe el tejido social tucumano. Mientras tanto, del juego y los tentáculos que todo lo rozan -empezando por la financiación de las campañas políticas- casi nada se dice. Lo cierto es que se juega a toda hora y en todo lugar. Ahora, con la inestimable ayuda de la televisión pública.

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