Respiran, se estiran, saludan al sol... y aprenden a concentrarse y a relajarse

Respiran, se estiran, saludan al sol... y aprenden a concentrarse y a relajarse

Tanto las madres como las maestras comprueban que los chicos han ganado en concentración y en tranquilidad. Ellos, por ahora, solo se divierten.

PRACTICANDO POSTURAS. La profesora ayuda a una de las chicas durante la práctica en el patio de la escuela. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO. PRACTICANDO POSTURAS. La profesora ayuda a una de las chicas durante la práctica en el patio de la escuela. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.
08 Junio 2016

Las mantitas de polar fucsias y verde manzana le ponen color a las baldosas grises del patio de la escuela Zenón Santillán. Está por empezar la clase de Educación Física de cuarto grado. Es una clase especial porque LA GACETA está presente y varias mamás han ido a acompañar a sus hijos. A ellas también les gusta lo que hacen.

La profesora, Rosana González, se para al frente con micrófono en mano, y empieza:

-¡Manitas al corazoncito! ¡Levanto las manos! ¡Miro al cielo! ¡Saludo al sol!

Y siguen los ejercicios de estiramiento:

“¡Soy una tortuguita!” Y los chicos se encogen. “¡Soy una jirafa!” Y llevan las manos lo más alto que pueden. “¡Soy una serpiente!” Y tirados boca abajo levantan el torso y la cara.

La clase sigue con una suave música de fondo y otros ejercicios que incluyen posturas de yoga y que hacen que los chicos tomen conciencia del ritmo de los latidos del corazón, que registren cómo el corazón se acelera cuando trotan, como se calma cuando hacen una respiración profunda (tomar aire, retenerlo un ratito y luego exhalarlo lentamente) y se relajan, y que los lleva a tomar contacto “con un momento lindo”, como les dice la seño.

“Hace cuatro años más o menos que empecé con esto. Yo me preguntaba de qué manera podía colaborar, desde mis clases de Educación Física, para mejorar el rendimiento de los chicos, para ayudarlos a canalizar esa energía desbordante que veía en los recreos, y cómo contribuir a que estén más concentrados en clase -cuenta Rosana-. Y entonces se me ocurrió experimentar con técnicas de meditación y algunas posturas de yoga”.

La profesora hace esto en la escuela Santillán y en tres establecimientos más: Monseñor Blas Victorio Conrero, de barrio Vial I; Capital Federal, de Villa Alem, y Sargento Cabral. Suman 600 alumnos en total, todos de primaria.

“El secreto para que esto funcione está en la motivación, la paciencia, la perseverancia, y especial en el trabajo en equipo, junto con los padres, las maestras, los directivos y los verdaderos protagonistas, que son los niños”, subraya Rosana.

Esperanza

“Para mí estas clases significan una luz de esperanza, en un momento en que tenemos que duplicar el esfuerzo en las escuelas. Hoy el maestro educa, además de en contenidos, en valores y en hábitos”, destaca la directora de la Zenón Santillán, Delfina Ramírez.

Recuerda que al establecimiento concurre una franja de chicos que proviene de barrios considerados vulnerables como el Juan XXIII (La Bombilla), el Alberdi Norte (Trulalá), y el barrio 128 Viviendas (Ciudad de Dios). “No siempre los padres pueden ser maestros de sus hijos”, agrega.

La madres, por su parte, se muestran muy satisfechas con esta actividad de sus chicos. Brenda Ramírez dice que a su hija, Sofía, el yoga y la música la ayudan a ser menos tímida. Cecilia Romano, mamá de Milagros y Guadalupe, cuenta que a sus hijas ejercitar la respiración “las ayuda a tranquilizarse”.

“Mi hija se la pasa todo el día haciendo esos ejercicios de estiramiento, de relajarse... Dice que le gusta... Y yo veo que le hace bien”, comenta Eugenia Flores, madre de Malena.

Karina Anastasio, mamá de Ornelia Isabel coincide: “está bueno eso de la relajación, y que les pongan música. Yo veo que los chicos, los viernes, que es cuando ponen música en los recreos, vuelven más tranquilos a la casa”.

Ellos no hacen tantas reflexiones. Solo saben que les gusta. El ejercicio preferido es estirarse, coinciden Milagros, Brisa, Morena, Iara, Facundo y Ornelia Isabel.

“El yoga también nos permite estar en el momento presente. Yo les digo a los chicos que disfrutemos de la clase, que disfrutemos de lo que estamos haciendo aquí y ahora”, añade Rosana, a la vez que aclara que respeta puntillosamente los contenidos que corresponde a su materia.

Y cuenta: “los chicos me esperan en el aula, con la luz apagada y en silencio. Ellos saben que cuando tienen Educación Física conmigo hay un tiempo para la relajación además de mover el cuerpo”.

“Y a nosotras también nos ayuda a relajarnos”, agrega sonriente Patricia Matta, maestro de 4° grado. “Ahora que estamos preparando la jura de la bandera, Rosana nos tranquiliza y nos ayuda a pensar que todo va a salir bien”, afirma. Su compañera, Analía Figueroa, asiente. “Gracias al yoga, los chicos han bajado el nivel de ansiedad”, asegura Analía.

Manejo emocional

Para las clases, Rosana apela al asesoramiento de Sofía Cornejo, psicóloga especialista en deportes. “El yoga les ayuda a los chicos a relajarse, a aprender a concentrarse, a manejar las relaciones de manera menos conflictiva, a superar obstáculos, a desarrollar la paciencia. Entrena el cuerpo y la mente, y esto hace que los chicos pueden controlar sus impulsos”, resume.

Rosana está satisfecha con lo que va logrando y se despide recitando su lema: “en la escuela cada día nos sentimos mejor, estamos aprendiendo a respirar”.


Una mirada de aceptación del cuerpo

La iniciativa de la profesora Rosana González es bien vista por la titular de la Dirección de Educación Física del Ministerio de Educación, Liliana Jenks.

“Emplear herramientas de yoga es un recurso válido que sirve muy bien a los temas con los que se quiere trabajar desde la educación física”, subraya. Y agrega que los profesores pueden abrevar de otras disciplinas para mejorar su enseñanza siempre que cumplan con los contenidos establecidos.

Explica que en la enseñanza de la educación física se abordan tres cuestiones básicas: el esquema corporal (el cuerpo que cada uno tiene), la imagen corporal (lo que se va construyendo a partir de la propia percepción del cuerpo y de lo que los demás perciben acerca del cuerpo y lo dicen) y la identidad corporal (lo que se acepta o rechazo, las limitaciones y las posibilidades, y la mirada sobre el cuerpo desde el contexto cultural).

“En el nuevo enfoque de la educación física tratamos de alejarnos del modelo tecnicista y disciplinante del cuerpo. Y se busca querer el cuerpo, cuidarlo, aceptarlo, gozarlo, porque en definitiva vos sos tu cuerpo, y te tiene que durar, con calidad de vida, hasta los 80 años o más. Y este mensaje tiene que empezar en la escuela”, destaca.

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Conexión con el mundo interior

“Cuando están haciendo un ejercicio de respiración, los niños queda en un estado de quietud física y mental, que les permite empezar a registrar la respiración -algo que normalmente pasa sin que nos demos cuenta- y se conectan con una paz interior que después transfieren a su medio. Esa práctica no la van a perder fácilmente, aun cuando no sigan haciendo yoga en la escuela”, subraya Durga Lina Córdoba, profesora de yoga integral y miembro de la Asociación Tucumana de Yoga.

“Las posturas los ayudan a que su mente se vaya concentrando. Hoy es habitual ver chicos hiperkinéticos. Pareciera un mal de nuestra sociedad. Pero eso pasa porque los chicos también se estresan. El estrés es una consecuencia de la televisión, de la computadora, de los celulares, etcétera. Y en ese sentido, el yoga es muy bueno, porque los relaja y les permite concentrarse”, añade Durga.

“Con el yoga van logrando aquietar su ritmo, y estar presentes en los que les toque hacer... en lo que tengan que resolver... El yoga los ayuda a no distraerse, porque no es solo posturas, también es la meditación, que les permite conectarse con su mundo interior, allí donde hay silencio y quietud”, concluye.

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