Los Reyes Magos son los padres
Faltan seis días para que arranque el tan esperado segundo semestre de la gestión Cambiemos, iniciada el 10 de diciembre pasado.

Seis días para que dejen de aumentar los precios de todas las cosas, para que se reactive el consumo, para que empiecen a generarse nuevas fuentes de trabajo genuino y para que comiencen a descender los alarmantes índices de pobreza e indigencia.

Sólo seis días nos separan de un país para el olvido de otro país de la abundancia, el crecimiento y la previsibilidad.

Menos de una semana, lo que tardó Dios en crear el mundo según la Biblia, para que el desempleo vuelva a ser de un dígito, para que no haya un 40% de asalariados en negro, muchos empleados por el propio Estado, y para que llegar a fin de mes no sea un suplicio para el 80% de los argentinos, la mitad de ellos (el 35% del total), hoy por debajo de la línea de pobreza.

Debe ser enorme el entusiasmo del presidente Mauricio Macri. Dentro de una semana podrá mirar a los ojos a millones de pobres, más de 14 millones exactamente, y decirles con una sonrisa enorme: “¡Listo, llegamos!”.

Al margen de estas crueles ironías, lo que no será un sarcasmo dentro de seis días es que el Gobierno nacional deberá empezar a rendir cuentas y a bajar las demasiado altas expectativas que él mismo generó.

“No hay que escupir para arriba”, se suele decir vulgarmente. Y el Gobierno no ha dejado de escupir al cielo, autoimponiéndose objetivos demasiado altos y de muy difícil concreción, por no decir imposibles, al menos en los plazos planteados. También, autoplanteados.

La realidad, lejos del relato

Los Reyes Magos son los padres. Y sí, la realidad no siempre se parece al relato. Por el contrario, casi nunca se parece cuando el relato es demasiado bonito.

Uno de los fracasos más rotundos que tuvo el kirchnerismo fue su política comunicacional.

Será motivo de estudio en las universidades, si acaso ya no lo es, cómo pudieron autoboicotearse tanto y de manera tan sistemática y patológica. Tantas medidas acertadas y exitosas que pasaron a la historia como fracasos, errores o desaciertos sólo por la desastrosa forma en que se comunicaron.

Comunicación monopolizada por la jefa de prensa del gobierno y sus tediosas cadenas nacionales, cargadas de odio y resentimiento. Estilo confrontativo que se replicó hacia los mandos intermedios y menores durante 12 años.

En vez de anunciar lo bueno que iban a hacer subrayaban lo malos que eran los otros, o que habían sido los otros; entonces una buena noticia se transformaba en un nuevo motivo de pelea, de división y de bronca entre los argentinos.

Sumado a la mitomanía recurrente. Para la ex Presidenta en Argentina no había pobreza, inflación, narcotráfico, inseguridad, estancamiento de la economía y del empleo, al menos en sus discursos. No había malas noticias que dar, salvo las que producían los medios hegemónicos y las corporaciones, las otras, claro, no las afines.

Un aparato descomunal

Desde Juan Domingo Perón ningún gobierno había gastado tanto en propaganda, y tampoco había gastado tan mal.

El autoboicot comunicacional del kirchnerismo sin dudas ocupará varios capítulos en los textos académicos de periodismo, publicidad, marketing y comunicación institucional.

Es de manual que una buena noticia mal dada es lo mismo que una mala noticia.

La mentira terminó y ya sabemos lo que dejó el kirchnerismo: una inflación galopante, una economía estancada desde hacía cuatro años, 12 millones de pobres y subiendo, casi la mitad de los trabajadores en negro y un desempleo solapado con la improductiva empleomanía estatal y el humillante asistencialismo.

Todos ítems que estos primeros seis meses no ha dejado de incrementar el macrismo, salvo los ñoquis en el Estado, y a un ritmo mucho más acelerado que el que arrastraba y negaba el cristinismo.

Suele decirse que en política nadie resiste un archivo. Un dolor de cabeza que fue permanente para el kirchnerismo, plagado de contradicciones ideológicas, metodológicas, propias de un movimiento conducido por revolucionarios millonarios.

Quemen los archivos

Comienza ahora la etapa en que los funcionarios de Cambiemos deberán empezar a responder por sus propios archivos. “Señora presidente, @CFKArgentina, su blanqueo de capitales ha convertido a Argentina en la mayor guarida fiscal del mundo”, escribió en su cuenta de Twitter, el 17 de noviembre de 2014, el actual ministro de Hacienda y Finanzas Públicas de la Nación, Alfonso Prat-Gay.

Blanqueo de capitales que impulsa ahora el gobierno para, usando los mismos argumentos de la oposición en 2014, favorecer a los evasores, en detrimento de quienes religiosamente pagan sus impuestos.

Blanqueo que le permitiría al Estado hacerse de capitales para cumplir con la deuda histórica y vergonzosa que mantiene con los jubilados y que, vaya paradoja, han sido postergados justamente por los evasores que perjudicaron al sistema previsional y a millones de argentinos.

El de Prat Gay es apenas uno de los tantos escupitajos que empiezan a descender y a impactar en medio del rostro.

Indec se busca

La normalización del Indec es otro de los autoplazos que se vence en seis días, ya que el gobierno prometió en diciembre que en seis meses el Instituto volvería a funcionar con normalidad. Un organismo devastado por el kirchnerismo a solo fin de poder sostener su mitomanía estadística y sus dislates jurásicos, como que teníamos menos pobres que Alemania o que estábamos mejor que Canadá.

El Indec es fundamental no sólo para saber dónde estamos parados, sino para poder planificar y priorizar políticas y objetivos. Sin esos datos se avanza a ciegas o de acuerdo a la “sensación térmica” del funcionario de turno.

Seis meses y no hay una sola cifra, salvo las que miden organizaciones no gubernamentales, como la Universidad Católica Argentina, Unicef o el Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (Cippes), entre otras. Justamente, Pablo Gallo, director ejecutivo de Cippes, que utiliza la misma metodología de medición que el Indec, dijo en una entrevista reciente con Cadena 3: “Para proveer de nuevos datos necesitamos un dato oficial, que aún el Gobierno nacional no ha extendido, que es la actualización de la encuesta permanente de hogares, porque uno de los datos es el ingreso familia, pero según los últimos datos del año pasado encontramos la situación argentina con parecidos muy fuertes con los últimos años del los 90”.

Sin mejoras a la vista

Respecto de estos primeros seis meses, Gallo indicó que las primeras medidas de Macri han impactado negativamente en todos los índices. “La UCA informó que se han incorporado 1,5 millones de pobres más, que se suman a los más de 12 millones que había en diciembre del año pasado”, destacó en la misma entrevista.

El argumento de la “pesada herencia” que se repite tal vez demasiado, sobre todo por los cuadros más jóvenes del PRO, que no conocen otra cosa que el kirchnerismo, es un bumerán filoso. Más en un país donde la “pesada herencia” se arrastra desde hace dos siglos.

Empieza Cambiemos a repetir los mismos errores comunicacionales del kirchnerismo. Cuanto más alto es el engaño o las expectativas, más ruido se hará en la caída.

Pobreza cero

Macri terminará su primer mandato sin haber cumplido su principal promesa: pobreza cero. Por varias razones, no sólo porque en los primeros seis meses la pobreza ya pasó del 29% en que la dejó el kirchnerismo al 35% (mediciones de la UCA). No existen antecedentes en el mundo de un país que haya reducido la pobreza más de un 6% anual. España e Italia lo hicieron, pero según el sociólogo Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, fue gracias a que tenían todo el apoyo de la Unión Europea.

El escenario sudamericano es muy distinto, más con Brasil, el socio más importante de Argentina, en una situación muy delicada.

Aún así, si mañana la pobreza primero dejara de aumentar y luego empezara a bajar al utópico ritmo de los países europeos, Macri necesitaría seis años para cumplir con su promesa, es decir en la segunda mitad de un supuesto segundo mandato.

En un contexto más real, Salvia opina que Argentina necesita no menos de 15 años para cumplir ese objetivo. Y 15 años de políticas ininterrumpidas de crecimiento y desarrollo, algo que sería inédito en la Argentina.

Nunca ocurrió en 200 años y nada indica que vaya a empezar a ocurrir dentro de seis días.

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