Vivimos más, pero vemos cada vez menos

Vivimos más, pero vemos cada vez menos

El envejecimiento poblacional se tradujo en un incremento de las limitaciones para ver, la principal discapacidad de los tucumanos.

RECONOCIENDO LA CIUDAD. Vanina sale a caminar con su bastón verde; el profesor Miguel Campos le enseña técnicas para protegerse en la calle. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO. RECONOCIENDO LA CIUDAD. Vanina sale a caminar con su bastón verde; el profesor Miguel Campos le enseña técnicas para protegerse en la calle. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.
Ojalá alguien le hubiese prestado unos ojos por un rato. Ella quería volver a ver las letras, la ropa que se ponía, dónde estaba cada cosa en su casa. Aunque fuera por unos segundos quería que se despejara lo que había enfrente, que desapareciera esa nube grande de su ojo izquierdo. Y que el otro reviviera.

Parecía un sueño imposible para María, una abogada de 62 años, máster en recursos humanos. El año pasado, en diciembre, después de una operación le avisaron que una infección intrahospitalaria la había dejado ciega del ojo derecho. Del otro ojo casi no ve (tiene maculopatía), así que esa noticia puso en pausa su vida. Destejió sus ilusiones de pasar la etapa de la jubilación abrazada a su pasión: la lectura.

“¿Te imaginás el golpe que fue? Yo que había pasado toda mi vida leyendo por trabajo y ahora me había jubilado y empezaba a leer por placer. Estaba en clubes de lectura, había comenzado a estudiar francés. Era la peor desgracia para mí. Ni siquiera podía comunicarme por celular”, cuenta. Ella es coqueta y delicada. Uno nunca se daría cuenta de que prácticamente no ve.

“Algo, muy poquito, veo. De lejos me doy cuenta si hay una persona en un lugar. Pero si enfoco, ahí sí que no veo nada”, especifica María. En Buenos Aires, cuando le dijeron que ya no podían hacer nada más por su visión, le aconsejaron que buscara ayuda en un centro de rehabilitación. Hoy es una paciente con baja visión, que tan solo con el uso de unos lentes y lupas especiales recuperó el derecho a mirar las cosas que le interesan para poder seguir con su vida.

“Me estoy convirtiendo de nuevo en una persona independiente; odiaría ser una carga para alguien”, resalta. Se pone anteojos con lente telescópico y lupas con las que el mundo deja de ser borroso por momentos. Pone un libro en un atril, busca la mejor posición, el ángulo preciso y lee de corrido toda una página.

También está aprendiendo a usar el celular y la computadora. Desde hace dos meses se está ejercitando en el Centro de Rehabilitación para personas con Baja Visión, un espacio dependiente del Ministerio de Salud al que pueden acceder gratuitamente todas las personas con limitaciones permanentes en la vista. Allí, en Alberdi al 416, las puertas están abiertas todos los días, de 13.30 a 17.

La idea de crear un centro para ayudar en cosas básicas a las personas con baja visión fue de la oftalmóloga Diana Waisman. Hace cinco años, cuando era jefa del servicio de oftalmología del hospital Padilla, le preocupaban todos esos casos de personas que ya no podían hacer nada para recuperar la vista perdida y que, aunque veían un poquito estaban sentenciadas a la ceguera.

Waisman notaba en su consultorio lo que muchos oftalmólogos vienen observando desde hace un tiempo: un aumento sostenido de las discapacidades visuales de las personas. “Este centro de rehabilitación surgió para dar respuesta a la creciente demanda de personas que comenzaron a perder la visión y que se deprimen porque pierden autonomía y las tratan como si fueran ciegas”, señala Waisman.

Las causas

“Hoy la gente vive más años y presenta enfermedades en la visión que en su mayoría son propias del envejecimiento natural del organismo”, explica la doctora Waisman.

Además del aumento en la esperanza de vida, otros factores influyen en este fenómeno. Son las enfermedades relacionadas a la mala calidad de vida y que impactan directamente en nuestra visión. Un claro ejemplo es la diabetes: en los últimos 35 años se triplicó la cantidad de pacientes que padecen esta patología. La diabetes incide en la posibilidad de desarrollar retinopatía diabética, que produce gran baja de la visión.

En números

Lo admiten los médicos y también lo dicen los números. La dificultad o limitación permanente para ver es -por lejos- la discapacidad más frecuente en nuestra provincia. Le siguen los problemas motrices.

En total, hay 205.621 tucumanos que sufren discapacidades. El 60,8% padece una sola limitación. De ellos, casi el 41% tienen problemas para ver. Son más de 56.000 tucucumanos. Los departamentos con más altos porcentajes de personas son Burruyacu, Tafí Viejo, Leales, Chicligasta y Graneros, de acuerdo a un estudio realizado por la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) y la Dirección de Estadística de la Provincia.

La investigación se hizo con el objetivo de poner números al sufrimiento de muchos tucumanos. Pero también para poder actuar en consecuencia. Para entender, por ejemplo, que mejorar la calidad de vida de los pacientes con baja visión tiene que ser una prioridad. Al igual que la prevención. La degeneración macular relacionada con la edad es la principal causa de discapacidad visual y de ceguera. Y es una patología que detectada a tiempo se puede controlar.

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