Toque, gambetas y una amarilla

Toque, gambetas y una amarilla

Todo el poder pareció caber en una habitación durante esta semana. La reunión en la Casa Rosada marcó claridades en el escenario político tucumano. El Presidente dio instrucciones y también planteó exigencias. Pero en la línea final, resbaló con una expresión procaz y unitaria.

La escena era muy fuerte. El poder a pleno cabía en una misma habitación. El gobernador de Tucumán, el vice gobernador, dos ministros del interior (de la Nación y de la Provincia), las dos principales figuras de la oposición tucumana, los 19 intendentes tucumanos y el presidente de la Nación. El jueves no fue un día cualquiera. Toda la fuerza política comarcana se subió al cielo y surcó 1.200 kilómetros para aterrizar en la Casa Rosada. Todos llegaron con los zapatos lustrados y puntualmente, algo que también demostraba la trascendencia del encuentro.

En la cancha

Como en los grandes acontecimientos, este encuentro acarreaba una carga pesada que trasuntó en gestos. Está claro que en el juego de poder esta treintena de autoridades necesitaba la reunión. Estaban divididos en tres grupos principales. El primero estaba compuesto por Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y los intendentes (peronistas y de Cambiemos). Ellos buscaban la foto para reforzar su poder y para recibir el compromiso de obras. Llegará plata al municipio y a la provincia, era el mensaje. Al segundo equipo lo integraban Mauricio Macri y Rogelio Frigerio, quienes aspiran a instalar su política. Para ello no pueden abandonar a los gobernadores, propietarios de la paz social en las provincias y de algunos (en este caso; de muchos, en otros) votos en el Congreso. El tercer grupo es el que constituyen el radical José Cano, el peronista disidente Domingo Amaya y Pablo Walter (PRO), tres funcionarios nacionales que tienen como principal topo al intendente de Capital, el peronista disidente Germán Alfaro. Estos tres mosqueteros y este inesperado D’Artagnan saben que están construyendo futuro. Ellos necesitan del motor de la Nación para avanzar en su cruzada de arrebatarle el poder al peronismo vernáculo que gobernó Tucumán durante 29 de los últimos 33 años democráticos.

Juego diferente

Del encuentro todos salieron sonrientes, pero también todos entendieron los gestos y los mensajes que se desparramaron en el escenario. Cuando llegaron a la Casa Rosada, el gobernador y el vice recibieron el saludo de una voz conocida que venía detrás de ellos. Apenas ingresaron a la Casa Rosada, el titular del Plan Belgrano los dejó y se desvió. Él iba al despacho del presidente de la Nación. Cuando todos los tucumanos estuvieron en el despacho de Rogelio Frigerio (escudado por Amaya y Walter) ingresó en el recinto Cano, de la mano de Macri. Los esfuerzos del propio Manzur y de la comitiva tucumana por transmitir cierta devaluación del poder de Cano terminaron en el cesto de la basura tras semejante mise en scene.

Manzur agradeció, agradeció y agradeció al Presidente. Es cierto que a él, que había soñado ser el gobernador mimado de Daniel Scioli, no le ha ido tan mal. En pocos meses ha conseguido un excelente trato de la Nación, los fondos que no imaginaba y hasta obras inesperadas. No sólo agradeció el hecho casi inédito de reunir a todas la potencias políticas tucumanas, sino también consiguió la presencia de Macri en Tucumán para el venidero Congreso Eucarístico y para el 9 de Julio del Bicentenario. El gobernador sigue confiando en que su poder de diálogo y de respeto al otro (algo que escaseaba en la política de desplantes kirchneristas de José Alperovich) es el camino que lo aleja del desierto político y lo acerca a la política que declama Cambiemos.

Jugando al toque

Los tres mosqueteros venían refunfuñando en el último tiempo. La necesidad de tener los votos y de evitar reacciones díscolas había hecho que las relaciones de la provincia se canalizaran casi con exclusividad a través del ministro Frigerio. En el lenguaje político, todo lo que consiguiera Tucumán terminaba figurando en el “haber” de Manzur. Por eso en el acto del jueves el trío y D’Artagnan aplaudieron fuerte el mensaje tácito (pero señal al fin) de que en la Nación los tucumanos poderos son ellos y no Manzur. De ellos dependen los guiños y las acciones venideras. Está claro que Cambiemos ha empezado a darse cuenta también de que las elecciones están a la vuelta de la esquina.

En tiempo de descuento

El acto final fue un monólogo. Fue corto, conciso y agresivo. Macri tomó la palabra y les dio claras instrucciones de cómo hacer las obras que los intendentes ansían. Exigió transparencia, que no haya sobrevaluaciones ni tampoco intermediarios que inviten a la corrupción y que alejen las obras de la gente. Pero, además, casi condicionó los emprendimientos (y mientras lo decía tocó a Cano, que estaba un poco más atrás de él, como quien está cumpliendo con el guion al pie de la letra) a que los acoples no rijan la vida electoral tucumana. No es descabellado el pedido de Macri ya que 1.000 partidos -como se prevé para 2019- no es algo que transparente el voto. Cabe recordar que en el año pasado hubo 1.657 acoples con 454 partidos. Tampoco sería necesario modificar la Constitución, como proponen algunos con el afán de postergar este mandato. El inciso 12 del artículo 43 de la Carta Magna provincial aclara que se podrán celebrar acuerdos entre los partidos, por lo tanto con sólo limitar la cantidad de acoples a través de una ley se habrá ayudado a una elección diferente en la provincia. El problema es que todos los legisladores son hijos del sistema de acoples tal cual está. Habrá que ver si existe voluntad para hacerlo. Hasta ahora, ni oficialistas ni opositores dieron un verdadero paso adelante en este sentido. En esta obra hicieron mutis por el foro.

Pelotas

Macri no pudo terminar su monólogo allí. Fue por más y se fue de boca. “Los argentinos tienen las pelotas hinchadas de votar tantas veces, tienen que adecuar el calendario electoral”. Se equivocó y desnudó su espíritu unitario que se esconde sobre su discurso federal. El Presidente venía cumpliendo al pie de la letra y derrapó al final. Ni siquiera pudo ser un caballero y terminó con una guaranguería impropia para el escenario. Pero también demostró sus intenciones de mantener atado del globo electoral nacional a las demás provincias. Cabe aclarar que los argentinos no votaron tantas veces y, si lo hicieron, no fue por responsabilidad de las provincias, que en el caso de Tucumán lo hizo sólo una vez para elegir a sus autoridades. Existe una ley nacional, ponderada por todos los partidos hasta la semana pasada, que impone las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Las PASO son la primera votación y luego hay una segunda y definitiva. El año pasado hubo más porque se llegó al balotaje. La otra votación es de total autonomía provincial. No tiene por qué ajustarse a los tiempos electorales nacionales, precisamente, porque cada pueblo debe dirimir con la mayor libertad sus ideales políticos. Votar en los tiempos que manda y quiere Macri para elegir las autoridades provinciales sería un verdadero avasallamiento a las autonomías provinciales. Algo que según los discursos no querrían las autoridades nacionales, salvo que estén mintiendo. Por otra parte, en nuestra Argentina, joven y adolescente, hacer del voto una costumbre, no debería ser algo que inflame la verba de un Presidente, sino todo lo contrario.

Cuando terminó la reunión en la Casa Rosada todos se retiraron con sonrisas. Dio la sensación de que cada uno se hubiera ido con algo de lo que esperaba cuando llegó. Lo que tal vez en el fragor de esta política de alta gama no se dieron cuenta fue de que el justificativo que los había convocado era la falta de agua y de cloacas. Nada más, ni nada menos, para un mundo que transita el siglo XXI.

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