“Hay que parchar las almas”

“Hay que parchar las almas”

El actor y dramaturgo hace un repaso a su trayectoria y presenta un libro con sus obras.

ABAJO DEL ESCENARIO. Alfredo Fenik presentará el martes, en el Centro Cultural Rougés, su libro con cinco obras teatrales sobre tucumanos. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA. ABAJO DEL ESCENARIO. Alfredo Fenik presentará el martes, en el Centro Cultural Rougés, su libro con cinco obras teatrales sobre tucumanos. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.
22 Mayo 2016
Alfredo Fenik hace gala de su memoria prodigiosa y de sus dotes de actuación cuando cuenta una anécdota que lo pinta de cuerpo entero, sobre su paso como secretario de Cultura de la Municipalidad capitalina, en la gestión del radical Ramón Isauro Martínez (entre 1958 y 1962).

“Una vez voy a una reunión con concejales a pedir presupuesto, y uno, despectivamente, me dice al pasar ‘cultura, cultura; lo que hay que hacer es parchar las calles’. No me quedé callado y le respondí: ‘hay que parchar las almas’”, recuerda, e imita el gesto del edil, como buen actor.

Su llegada al cargo fue casual, según relata. En realidad, con Guido Parpagnoli fueron a hablar con el intendente por las eternas urgencias económicas de los elencos y salas teatrales, para pedirle una ayuda. Martínez les respondió que plata no tenía, pero les ofreció el cargo que tenía en mente. “Nos dijo que con el sueldo podíamos ir pagando las deudas. La principal era por un magnetófono que usábamos en los ensayos. Y Parpagnoli me encargó a mí la función, porque él tenía un pasado peronista”, relata.

La entrevista con LA GACETA tiene como marco temporal la presentación de su libro “Próceres de Tucumán: ¡... a escena!”, de Culiquitaca Ediciones, que tendrá lugar el martes en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31), a las 20, con presentación a cargo de Griselda Barale y la intervención del autor junto al actor Guillermo Tobchi. Pero esta excusa abrió las puertas para repasar bastante más de medio siglo de actividad artística.

- Sos el primer y uno de los pocos tucumanos que se recibió en el ex Conservatorio Nacional de Teatro y lo hiciste en la década del 50. ¿Qué te motivó a ir allá?

- Yo ya veía teatro y quedé maravillado con una obra que trajeron dos actrices porteñas al Cine Plaza, “La más fuerte”, de August Strindberg: mientras una hablaba enojada, la otra estaba en silencio y me impresionó el actuar sin hablar, sin gesticular como loco. Me fui por consejo de Manuel Serrano Pérez, que me dijo que la forma de progresar era aprendiendo, y me dio una recomendación para Paco Meana, que trabajaba en el teatro Colón, quien me derivó al Conservatorio.

- Llegaste a otro mundo.

- Tuve que pasar por un examen de ingreso. Éramos 400 postulantes y la mesa con Antonio Cunill Cabanellas a la cabeza estaba al fondo, en penumbras. Lo que querían era verte caminar el escenario. Llegué, dije dos palabras del texto que nos habían dado, que era el prólogo de “Los intereses creados” de Jacinto Benavente, y me pararon. Salí pensando que me habían bochado, pero quedé e hice toda la carrera.

- ¿Cómo era el teatro tucumano de entonces?

- Yo venía dos veces al año, en verano y en invierno, y estaba despoblado. Lo principal era lo que hacía Jorge Saad, que tenía un grupo que buscaba la excelencia de la forma. En los ensayos en el teatro Alberdi ponía al costado una mesa con mantel donde servía té con masas. Era una forma de atraer a las madres para que dejaran trabajar a las actrices.

- ¿Por qué decidiste volver?

- Tenía un gran maestro y amigo que fue Vicente Fatone, filósofo y gran hombre, y a él le consulté sobre qué estaba haciendo en Buenos Aires cuando extrañaba tanto Tucumán y a mi familia. Me contestó que ni lo debía pensar, sino volverme. “Allá va a hacer mucho, pero en Buenos Aires hay muchos Alfredos Fenik”, sostuvo. Cuando egresé, fui teatro por teatro golpeando la puerta pensando que cada elenco tenía su sala, y me explicaron que eran espacios de alquiler. Pero lo mismo trabajé bastante, como con la Comédie Française cuando vino al país a hacer una gira y allá fui el primer tucumano en conocer a Boyce Díaz Ulloque, un loco lindo enemigo de asumir otra responsabilidad que no fuese la teatral.

- ¿Dónde se insertaste al retornar a la provincia?

- Estuve en distintas propuestas y fui parte de Nuestro Teatro con Parpagnoli; hicimos “El amor de los cuatro coroneles”, aunque fue un lugar de paso con brillantísimas personas de gran empuje. En esa época fue cuando me nombraron en Cultura de la Municipalidad; yo trabajaba en Muñecas primera cuadra, en un galpón enorme donde se hacían exposiciones, y trajimos la orquesta del italiano Michelángelo Abbato.

- Tu primer cargo en la UCR...

- Fue poco y nada lo que se pudo hacer. Ni siquiera fue una labor política, porque no lo ví más a Martínez. Ahora sí tengo una cercanía muy grande con el radicalismo a través de mi yerno (el legislador Fernando Valdéz).

- En los 60 comienza la formación orgánica de los teatristas en la provincia.

- Cuando estuve en la Municipalidad lo traje a Héctor Gióvine a dictar un seminario, pero la primera escuela la hicimos desde el teatro independiente. Era lo lógico, pero ¿dónde estaba el Estado? Uno de los primeros alumnos fue Carlos Olivera. También se presentó a rendir el ingreso su hermano, pero lo rechazamos. Antes había artistas de mayor formación que ahora; actualmente les hace falta.

- ¿Alguna vez dejaste de hacer teatro?

- Nunca, ni en los años 70. Había un gran público, con gente que venía de Córdoba y funciones de martes a domingo, con sala llena y con obras memorables. Yo nunca trabajé en ningún elenco estatal, porque siempre trabajé en obras que me gustaron. Julio Ardiles Gray me invitó a sumarme al Teatro Estable, pero no quise para que no me impongan un repertorio.

- ¿Cuáles fueron tus grandes obras?

- Siempre me mencionan “El burgués gentilhombre”, de Moliere; y “Elizabeth de Inglaterra”, de Ferdinand Brückner, con Marta Forté. Nunca hice teatro por hacer, para mí tiene un sentido profundo que es que llegue a la mayor cantidad de gente posible y que sea enriquecedor para la gente y no una mera diversión. Así lo vieron los griegos.

- ¿Cómo definís al actor?

- Es un ser muy vulnerable y su temor antes de salir al escenario lo hace sabio. Pero ese miedo debe terminar en algún momento.

- Lo habitual en Tucumán es que un actor no pueda vivir sólo de su profesión sobre las tablas.

- En el interior estamos bastante condenados a tener una doble vida. Todos queremos vivir bien y que nuestras familias vivan mejor aún y eso se logra con dinero. Fundé varias sociedades con socios que fueron muy amigos y eran buena gente. Yo hacía una o dos obras como máximo por año, porque tenía que laburar.

- Fundaste como docente la carrera de Teatro en la Universidad Nacional de Tucumán. ¿Te gusta enseñar?

- No, me gusta tener compañeros, aunque esté dando consejos constantemente. En la UNT también fui secretario de Extensión Universitaria con Rodolfo Campero, que fue lo que más me gustó hacer y me fue divino, y luego presidente del directorio de Canal 10, con César Catalán, un lugar que tiene fallas constitutivas y donde se permiten cualquier clase de presiones y excesos.

- ¿Qué te impulsa a escribir en esta etapa de su vida?

- Una de las cosas por lo que es escribo este libro es que tengo un concepto distinto de lo que es un prócer. Son cinco obras: “La balsa de la Medusa”, sobre la novela “Pretérito imperfecto”, de Hugo Foguet; “Juan B. Alberdi”, basado en un texto de José Ignacio García Hamilton; “¡Lillo!”, sobre la vida del fundador de la UNT y con una semblanza de Rafael Carranza; “Juan B. Terán”, desde un texto de Carlos Páez de la Torre; e “Isauro Arancibia”, quien pagó con su vida un ideal. Una vez le preguntaron a Bernard Shaw quién era más grande, si William Shakespeare o él. “Yo -dijo sin dudar-, porque voy montado sobre sus espaldas”. Y es lo que me pasa con mis obras, cuyo destino es el escenario y me encantaría que se estrenen. Pero algunas tienen grandes elencos y es una dificultad. Hay un gran vacío en la dramaturgia tucumana en torno a los personajes que abordo. El olvido no se consuma a partir del teatro; su recuerdo nos enriquece a todos y sin él, somos pobres.

- ¿Cómo ves el país?

- Está bien orientado, con un Gobierno en serio. Las medidas que se están tomando son justas, aunque no sé si oportunas. Nos dejaron un desastre y no debemos olvidarlo. Hay mucha gente que se está sacrificando y cuando llegue la oportunidad, hay que compensarla.

- ¿Todavía mantenés lo que dijiste hace 60 años, de que hay que parchar las almas?

- Siempre. Hay mucha gente que no sirve en el país y en Tucumán. Pero no toda; hay algunas almas que ojalá nunca se parchen ni se toquen.

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