Granjas ricas chupan el agua de los mexicanos

Granjas ricas chupan el agua de los mexicanos

Comunidades del estado de Guanajuato -en el centro del país azteca- padecen falta del líquido y exceso de pobreza.

EN MÉXICO. El padre Juan Carlos Zesati (centro) bendice una cisterna de agua de lluvia, de reciente construcción en el estado de Guanajuato. nyt EN MÉXICO. El padre Juan Carlos Zesati (centro) bendice una cisterna de agua de lluvia, de reciente construcción en el estado de Guanajuato. nyt
22 Mayo 2016

Elisabeth Malkin 7 The New York Times 

SAN ANTONIO DE LOURDES, México.- En la moteada sombra de mezquites al lado de una escuela amarillo paja, los niños terminaban una canción y esperaban la bendición del sacerdote.

El reverendo Juan Carlos Zesati empezó con un suave exhorto, citando al papa Francisco. “El agua forma parte de la creación divina”, dijo, y trazó luego la conexión de Dios con la tierra, la vida, la comunidad y finalmente con cada individuo. “Tenemos que respetar esa conexión”, añadió.

Paradoja: el pozo en San Antonio de Lourdes, poblado en el estado de Guanajuato, en el centro de México, se secó hace varios años. La comunidad, vacía por la pobreza y la migración, también parece estar secándose: solo quedan 29 niños en la escuela primaria. Sin embargo, a media hora de ahí fértiles granjas bombean agua de la profundidad de la Tierra para irrigar campos que cultivan brócoli y lechuga para supermercados estadounidenses.

“Sus comunidades están padeciendo”, dijo Zesati a un grupo de madres y niños antes de pronunciar su acusación: las granjas “están chupando el agua… pero solo para ellas”. Inmediatamente se dio la vuelta hacia un tanque de agua, construido por la comunidad de San Antonio de Lourdes para recolectar agua de lluvia del techo de la escuela, alzó la mano derecha y lo bendijo. “Esto parece pequeño para todos los problemas que hay… pero es una señal de esperanza”, les dijo.

Fue el primer día de ese tipo de bendiciones en un bolsón montañoso y árido del centro de México, donde agricultores esperan que la lluvia traiga a la vida cultivos -de subsistencia- de maíz y frijol. Cuando Zesati llegó al norte de Guanajuato hace cuatro años, entendió rápidamente que estaba en el centro de la crisis del agua que sufre de buena parte del México agrícola.

“Lo que destaca el Papa es que aquellos que más sufren por la presión sobre la Tierra y de la destrucción ecológica, los primeros que sufren sus efectos, son los pobres -dijo Zesati-. Y son empobrecidos por aquellos que siguen un modelo económico que les arroja sus costos a ellos”.

La de las granjas en Guanajuato es una de las grandes historias de éxito de ese modelo, codificado en el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TNLC). Cada día, trabajadores apilan cajas de productos frescos dentro de camiones refrigerados que salen rápidamente y directo a la frontera de Texas.

“El TNLC gira totalmente en torno de cultivos de labor altamente intensiva”, destacó Dylan Terrell, director de Caminos de Agua, organización que trabaja con universidades en Estados Unidos para probar la calidad del agua en los pozos de Guanajuato; también diseña y paga cisternas y otros métodos para recolectar agua potable.

Ya antes del TNLC, el gobierno había impuesto una prohibición de abrir pozos nuevos en Guanajuato. Sin embargo, la extracción de agua aumentó exponencialmente. “Lo que permitió que eso pasara es un sistema bastante conocido de sobornos y corrupción”, aseguró Terrell.

Agua contaminada

Cada año, las granjas se extendieron más lejos en el acuífero, y los científicos advierten que a medida que se va más profundamente, se está alcanzando agua contaminada, depositada de 10.000 a 35.000 años atrás.

“El desafío para las autoridades está en administrar agua que tiene miles de años de antigüedad; agua que está contaminada con arsénico y con fluoruro, que está causando gran daño, algo que ellos nunca han querido reconocer”, denunció Marcos Adrián Ortega Guerrero, hidrogeólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Las señales de que el agua está contaminada parecen saltar a la vista. La evidencia más visible está en la incidencia de fluorosis dental, enfermedad que ennegrece los dientes. Sin embargo, muchas quejas de dolor articular sugieren que algunas personas pueden haber desarrollado una enfermedad mucho más severa, la fluorosis esquelética, que se produce cuando el fluoruro se acumula en los huesos.

“Mi marido no puede tolerar el dolor en sus pies”, aseguró Guadalupe Mata, de 39 años. Es madre de tres niños y vive en Rancho Nuevo, la segunda comunidad en la ruta de Zesati de bendiciones a cisternas. “Le ponen inyecciones, pero el dolor regresa. Sin embargo, sigue yendo a trabajar a los campos para plantar chile”, añadió Mata, cuya hija de 16 años fue hospitalizada por problemas de riñón. Comprar agua embotellada está muy lejos de los medios familiares; su marido gana alrededor de 33 dólares por semana.

No se han llevado a cabo estudios formales sobre el efecto en la salud del exceso de arsénico y fluoruro en los pozos comunitarios de Guanajuato, pero pruebas recientes efectuadas por la Universidad del Norte de Illinois para Caminos de Agua muestran niveles mucho más altos que los recomendados por la Organización Mundial de Salud. Y es la misma OMS la que indica que la exposición al arsénico en esos niveles, a largo plazo, puede causar cáncer de piel, de pulmón y otros tipos, amén de tener efectos neurológicos y cardiovasculares.

Otro de los efectos del exceso de fluoruro puede ser exacerbar la enfermedad renal, informó la organización. Y los datos dicen que tres personas han muerto de enfermedad renal desde que Zesati llegó. Ahora el sacerdote teme por Gloria Villanueva Rodríguez, cuyos riñones fallaron hace un año. Tres hijos se marcharon para alcanzar a otros tres que ya estaban trabajando en Estados Unidos, los cuales envían dinero para pagar sus tratamientos de diálisis. “Ellos están trabajando para curarme”, dijo Villanueva, de 51 años.

Hace falta cuidar el agua

Pocos ponen en duda que el suministro de agua de Guanajuato está bajo intensa presión.

Uno de los problemas es que granjas consumen alrededor de 82 del agua y no tienen que pagar por ella. Es decir, la sobreexplotación ni siquiera les cuesta dinero.

“Los estudios disponibles son más que suficientes para afirmar que los acuíferos están sujetos a la sobreexplotación destructiva”, escribió el subdirector técnico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), Víctor Hugo Alcocer Yamanaka, y negó acusaciones de que Conagua, que solo tiene 10 inspectores para todo un estado, haya otorgado concesiones ilegales de agua. También confirmó que se habían detectado niveles excesivos de fluoruro en diversos sitios de la porción norte del Estado, y que tanto fluoruro como arsénico se habían encontrado en un grupo menor de sitios.

“Tenemos que apoyar el crecimiento -dijo Roberto Castañeda, subsecretario de agricultura del Estado de Guanajuato en relación con la necesidad de ahorrar agua-. Tenemos que ser mucho más intensivos para aplicar la ley, para llevar tecnología al campo y mejorar la eficiencia”.

De un agricultor  

Álvaro Nieto, que vende brécoles, lechuga, col rizada y coles de Bruselas a distribuidores californianos, dijo que la mayoría de los agricultores guanajuatenses no están interesados en conservación y aseguró que el Gobierno ha sido reacio a aplicar duras medidas en contra de pozos ilegales y bombeo excesivo.

Nieto aseguró que él ha reducido el consumo de agua un 40% en comparación con su nivel hace dos décadas, y que lo ha logrado mediante el uso de técnicas de conservación del suelo. “Yo no bombeo más agua porque quiero que mi negocio dure muchas generaciones -dijo-. Somos muchas personas, todas bebiendo con muchos popotes del mismo vaso”.

Jaime Hoogesteger, investigador en la Universidad Wageningen, de Países Bajos, que ha estudiado el problema del agua en Guanajuato, pronosticó que el auge agrícola consumiría con el tiempo toda el agua que lo alimenta. “La cuestión está en saber cuánto tiempo tomará”, dijo.

A medida que la noche se acercaba, Zesati bendijo otra cisterna, acompañado por el balido de ovejas, en el hogar de una pareja mayor, Teresita Aguilar y Gabriel Padrón. Ellos, al lado de una docena de parientes y amigos, elevaron la mano derecha. Después, alguien dijo: “Ahora solo tenemos que esperar a que llueva, mucho”.

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