El otro yo

El otro yo

Manzur agradece y se entusiasma con los mimos que le llegan desde la Nación, pero al mismo tiempo no abandona sus acciones y reclamos contra el Poder Ejecutivo Nacional. Su poder de fuego en el Congreso no es tan grande como para envalentonarse. Oportunidad bicentenaria.

Las ratas caminan por la ciudad. Son las estrellas de los últimos videos de las redes sociales. Los autos ya no andan recto por las calles tucumanas. Zigzaguean para no ser devorados por algún pozo. En la periferia y en el interior de la provincia hay cocinas que no preparan comidas. Sin muchos condimentos elaboran droga para saciar sus ambiciones sin importarles la muerte ajena. El ciudadano, si de algo está seguro, es de la inseguridad que lo rodea. Las autoridades aparecen en otra dimensión. Los desvela la plata. En realidad, la falta de fondos.

¿De qué hablaron el intendente de Capital, Germán Alfaro, y el gobernador de la provincia, Juan Manzur, cuando volvieron a verse? De la falta de plata. Cumplieron con el protocolo y con la necesidad de resaltar el Bicentenario. Le dedicaron unos minutos a la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) y nada más. No los une el peronismo, ni Cambiemos, ni el amor, sino el espanto a no tener para pagar sueldos o aguinaldos. De obras, ni hablemos.

La caja fuerte está en Buenos Aires y la combinación sólo la conocen los que mandan allá, como si los años pasaran en vano. Cuando suena el teléfono y la característica es 011, todos hacen reverencia. Eso hizo el gobernador cuando vio que Rogelio Frigerio estaba del otro lado de la línea. Le estaba proponiendo más plata que antes para empezar a devolver el 15% de la coparticipación. El menemismo le había quitado esos fondos a las provincias. Córdoba, Santa Fe y San Luis pusieron el grito en la Corte y se los restituyeron. Cuando Cristina Kirchner se notificó de esa decisión judicial, en plena campaña, se los restituyó a todo el país. Al asumir, Mauricio Macri borró con el codo lo que su antecesora había decretado con la mano. Por eso cuando Manzur escuchó que por lo menos un 3% de esos fondos iba a recibir al contado empezó a saltar en un pie. Con menos prepotencia que el kirchnerismo, el macrismo utiliza esta carencia de fondos y esta desigualdad en el reintegro de la coparticipación como el puntero de los viejos maestros de escuela. Es su manera de poner orden en la clase. En los últimos días, los alumnos habían tenido algunos signos de indisciplina. Los gobernadores peronistas subieron hasta el pedestal de la Corte Suprema de Justicia. No trascendió, pero más de uno especuló con que los chicos podrían avanzar con un planteo idéntico al que había hecho el trío de la discordia. Pocos días después empezó a funcionar el teléfono del ministro del Interior. La duda era qué harían ante este ofrecimiento que no llega al 15% adeudado. Manzur no tuvo dudas: le daremos nuestro apoyo, dicen que dijo. Lo ratificaría mañana. Respondió casi sin pensar en sus compañeros de lucha de otras provincias, con quienes se reunirá en Córdoba el próximo miércoles.

Muchos colaboradores del gobernador tucumano no logran descifrar los gestos y los mensajes de su jefe. Si para ellos es complicado, peor aún para las autoridades nacionales. ¿Cuál es el auténtico Manzur? ¿El que le acerca la manzanita al “profesor” Frigerio; o el que se pinta la cara ante el cuestionado (por Lilita Carrió) presidente de la Corte Suprema de la Nación, Ricardo Lorenzetti?

En sus declaraciones, Manzur se deshace en agradecimientos hacia la conducción nacional que mandó dirigentes a su casa, que empujó al limón para que esté a punto de desembarcar en Estados Unidos, y otros mimos más. A cambio, el gobernador tucumano no tiene mucho más que agradecimientos porque los diputados nacionales no salieron de su semillero: parecen jugadores que estuvieran a préstamo. Hasta no hace mucho tiempo, cuando la hegemonía K tenía el poder en el puño de sus dos presidentes, un diputado nacional era un político devaluado; hoy, su valor se calcula en oro. Los representantes del pueblo han recobrado notablemente su valor... y en la caja fuerte de Manzur no hay. Y, si aparece alguno, siempre está la duda de si es una moneda falsa o no muy segura.

Realidad cambiante

Han pasado muy pocos días desde que se produjo el cambio de autoridades. Los políticos aún no se acostumbran. Por eso llamó la atención ver a José Alperovich, Osvaldo Jaldo y Manzur juntos. Están empezando a darse cuenta de que las cosas han cambiado. Hacen falta muchas más acciones políticas para conseguir lo que antes se lograba metiendo la mano en el bolsillo y seduciendo dirigentes. De igual manera lo entiende la Nación, que le ha dado un fuerte respaldo a Yerba Buena y a Concepción, cuyos intendentes tienen el sello de Cambiemos. También se había elegido a Famaillá, que pese a los desplantes recibirá en algún momento los 80 millones que no fue a buscar. Domingo Amaya fue quien entregó los fondos a los municipios tucumanos. Para él, como para José Cano, es importante que le permitan abrir la caja fuerte y que le den la combinación. Si no fuera así, algún otro funcionario nacional lo haría y, en ese caso a los réditos políticos se los llevaría Manzur y no Cambiemos ni mucho menos los tucumanos que aspiran a regresar con otros cargos a la provincia. En los intríngulis de la política, esos gestos todavía tienen peso específico.

Los funcionarios juran y perjuran que la orden del Presidente es buscar los lugares más necesitados y hacia allí avanzar sin importar los réditos políticos o el control de los territorios. Sin embargo, en este país unitario cuesta creer en el federalismo. Precisamente, los gobernadores se acercaron a la Corte Suprema cuando María Eugenia Vidal le puso tono grave a su discurso angelical. La gobernadora de Buenos Aires viene insistiendo -cada vez con más fuerza- con un fondo de reparación para el ombligo del país. Cada vez que lo hubo, el norte se empobreció más.

La oportunidad

El internismo es una plaga más grave que la de las ratas. Tampoco hay un antídoto a mano. Se vive hoy en la Universidad Nacional de Tucumán, donde cada sector se despedaza como un jauría hambrienta. Se registra claramente en los sectores productivos, donde los azucareros son diplomados en desencuentros. En el Poder Judicial están los mejores alumnos de aquellos. Pero también las disidencias se notan en la política contra el narcotráfico, cuando Santiago, Salta o Tucumán no logran tener un trabajo común para frenar la muerte. Las efemérides suelen ayudar a prestar atención a cuestiones que en el día a día pasan inadvertidas. El Bicentenario de la patria podría ser una oportunidad para replantear este exceso de individuales y tanto perjuicio colectivo.

En el ciclo de charlas sobre el Bicentenario, LA GACETA abre mañana el diálogo con una entrevista a un egregio economista y docente como Víctor Elías. Allí, ante las cámaras, el experto dice que en nuestro país uno está preocupado por las decisiones que siempre son para mañana, mientras que en otras latitudes están pensando para los años que vendrán. “Eso calma el espíritu. Cuando uno discute cosas para los próximos 10 o 15 años, uno pone lo mejor de sí mismo; cuando uno discute para mañana, parece que sólo está discutiendo el reparto”.

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