En Chernobyl talaron árboles radioactivos y vendieron la madera

En Chernobyl talaron árboles radioactivos y vendieron la madera

El hallazgo fue realizado por jóvenes que visitan habitualmente la zona de exclusión en torno al reactor nuclear y lo denunció a una sociedad civil que lucha contra la corrupción

PELIGROSIDAD. Troncos de pino acumulados cerca de la zona de exclusión, donde se supone que la tala para comercio ilegal; todo está cubierta de musgo. Ed Alcock for The New York Times. PELIGROSIDAD. Troncos de pino acumulados cerca de la zona de exclusión, donde se supone que la tala para comercio ilegal; todo está cubierta de musgo. Ed Alcock for The New York Times.
14 Mayo 2016

Andrew E. Kramer / The New York Times

PRIPYAT, Ucrania.- El camino abandonado a través del bosque a veces es apenas discernible, cubierto de los restos de ramas caídas de árboles, vides, hojas y musgo, que presionan a través de grietas en el desmoronado asfalto.

Lo mejor es evitar el musgo, dice nuestro guía, Artur N. Kalmykov, un joven ucraniano que ha hecho un pasatiempo de venir a la zona de exclusión en torno al reactor nuclear de Chernobyl, reservado a perpetuidad tras la catástrofe en 1986. Puede ser radiactivo, habiendo llevado radiación sepultada a la superficie a medida que fue creciendo.

Sobre todo, dice, estén atentos al polvo trasportado por el viento, que bien pudiera estar mezclado con mortífero plutonio.

Pese a los peligros -que efectivamente son mínimos actualmente, salvo cuando el aire es muy intenso- y el riesgo de que lo arresten, Kalmykov está a sus anchas aquí. “En Kiev, tengo la cabeza saturada”, aseveró. “Aquí, puedo relajarme. Podría pasar tiempo en Kiev, pero esto es más interesante”.

Lo que encontraron Kalmykov y sus colegas exploradores de manera extraoficial de la zona de Chernobyl, integrantes de una peculiar subcultura que ronda los 20 años y se hacen llamar “los acechadores”, es incluso más interesante: vastos tramos de claros en el bosque ostensiblemente protegido.

Kamlykov, programador informático que descubrió las zonas taladas mientras exploraba la zona en sus fines de semana, llevó sus hallazgos a Alto a la Corrupción, uno de los grupos de la sociedad civil que aparecieron en Ucrania tras la revolución Maidan hace dos años, sucesos que supuestamente abrirían una nueva era de gobierno limpio en Ucrania.

E incluso así, con base en la evidencia y sobre el parche más sucio de tierra de Ucrania, dice Alto a la Corrupción, los tratos bajo la mesa de los burócratas que manejan el área están floreciendo como siempre. Distraída por el 30 aniversario de la catástrofe este 26 de abril y la agitación general en Ucrania, dice el grupo, la Dependencia de Manejo de la Zona de Exclusión se ha hecho de la vista gorda ante la tala en Chernobyl.

La Zona de Alienación, como también se le conoce, es un círculo irregular de 30 kilómetros de radio, vallado con alambrada de púas. El acceso se controla estrictamente, de forma que delegaciones y recorridos guiados típicamente recorren unas pocas rutas fijas.

Fuera de esas áreas frecuentadas por turistas, describió Alto a la Corrupción, bajo la apariencia de salvamento de la tala de árboles muertos en incendios, pinos saludables están siendo derribados en grandes números para su venta en Ucrania y Rumania, desde donde la madera pudiera ser revendida a lo largo de Europa.

Riesgos de la salud

“Nosotros creímos que estos eran incidentes aislados y carentes de importancia, pero, cuando empezamos a investigar, resultó que el problema era gigantesco y sistémico”, afirmó Vadim Vnukov, el abogado principal del grupo.

La madera de Chernobyl, si bien no brilla exactamente en la oscuridad, representaría riesgos para cualquiera que viviera en una casa hecha de ella, destacó Vnukov.

“Aquí nos enfrentamos con un claro riesgo”, expresó. “Chocamos contra un sistema organizado a lo largo de las décadas, y bajo cualquier gobierno, este sistema de corrupción fue preservado”.

Actualmente, dicen científicos, el nivel promedio de radiación en la zona equivale más o menos a una cuarta parte de lo dañino que era para la salud humana en las consecuencias inmediatas de la explosión e incendio. Una típica lectura en la zona ronda por alrededor de 100 microsieverts, comprable a la exposición que pudiera recibir un avión de pasajeros en un vuelo trasatlántico.

Sin embargo, hay riesgos nocivos al acecho. Cuando es colocado junto al musgo, por ejemplo, un contador Geiger zumba cual rasuradora eléctrica.

“No es tan peligroso como parece”, deslizó Kalmykov, encogiéndose de hombros. “Algunas personas simplemente son “radiofóbicas”.

En una entrevista en sus oficinas en Kiev, Vitalii Petruk, el jefe de la Dependencia de Manejo de la Zona de Exclusión, negó que hubiera ocurrido tala ilegal en forma alguna desde que él asumió el puesto en septiembre. Pero desde la revolución, él es el quinto director de la zona, que como el resto de Ucrania ha estado en un período de incertidumbre.

Taladores derribaron árboles quemados después de incendios forestales, para evitar brotes de plagas, y redujeron cortafuegos y rutas por el alambrado eléctrico, detalló. Desde 2004, en Ucrania ha sido ilegal la venta de madera proveniente de la zona, incluso si pasa los controles radiológicos.

Petruk es un promotor desvergonzado de mayor actividad comercial en la zona, incluyendo la propia tala.

“¿Cómo convertimos nuestra vergüenza en una ventaja?” se preguntó. Su respuesta es una “Zona de Cambio”, propuesta de su dependencia para impulsar una mayor tala. ¿La finalidad? Impulsar en el sitio una planta de generación de vapor alimentada con virutas que, notó, reduciría la dependencia al gas natural de Rusia.

Permisos para ingresar

Dentro de este paisaje en fecha reciente, un cuidadoso paso tras otro, Kalmykov siguió caminando más profundamente en una espesura de vides y ramas caídas.

Para mostrarles a los reporteros sirios donde sospechaba de actividad ilegal de tala, Kalmykov y todo en su grupo obtuvieron permisos para visitar la zona, marcando un contraste con su práctica usual de colarse al interior para explorar subrepticiamente.

En una casa abandonada al lado del camino, con el chirrido rítmico de un contador Geiger en el fondo y mohosa ropa de niños tirada por el lugar, surgió la inquietante sensación de una mirada furtiva al fin del mundo.

El concepto de la zona de exclusión, importante experimento para la industria nuclear, era limitar, mediante el aislamiento, la letalidad de un accidente en la planta nuclear. Menos de 200 personas se quedaron aquí tras la evacuación de más de 100.000 personas. Los elementos radiactivos se degradan a intervalos predecibles, llamados vida media, que pueden variar enormemente. Partículas dejadas en el suelo mientras su vida media va corriendo no hacen daño a nadie; en promedio, la vida media de una partícula en Chernobyl es de alrededor de 30 años.

Sin embargo, la tala en un bosque post-apocalíptico presentaría una diversidad de inquietudes de salud, los árboles, como el musgo, absorben radiación del subsuelo. Además, la tala revuelve el suelo, agitando polvo radiactivo y acelerando la erosión.

En un punto dado a lo largo del camino, el bosque se abre hasta un claro de varias hectáreas, partido en arboledas de pinos saludables, aunque cerca de un parche quemado. “Mire, no tocaron los árboles muertos”, destacó Kalmykov, apuntando a los pinos ennegrecidos, aún de pie.

“Durante el cambio de gobierno, nadie estaba prestando atención, y la gente no dejó pasar este momento” para ganar un poco de dinero, avaluó, acerca de los taladores. “Todos los saben. La gente hace lo necesario para obtener el dinero necesario”.

Un talador, su sudada cara manchada de polvo y virutas de la sierra, confesó que él cortaba los árboles marcados por sus jefes en la administración de la zona de exclusión. “Yo no decido”, contestó el hombre, quien se negó a dar su nombre. “Ellos dicen que no necesitamos los troncos quemados”.

Cuando se le preguntó si le preocupaba la radiación, respondió que no, ya que, para este momento, la radiación se había asentado profundamente en el suelo.

“La apisonamos para que no salga”, mostró el hombre en tono sereno, pisando el suelo con su bota. “¿Quiere comprar un poco de madera?”, preguntó.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios