La beata santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa

La beata santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa

Documentado y sólido trabajo biográfico que rescata la historia de “Mama Antula”

15 Mayo 2016

BIOGRAFÍA

MAMA ANTULA, LA SIERVA DE DIOS

ALBERTO BRAVO DE ZAMORA

(Jorge Rossi Editorial- Buenos Aires) 

Viene cumpliendo Alberto Bravo de Zamora una persistente faena intelectual de investigador histórico y de genealogista. Claro resultado de ella es este libro, que lleva prólogo de Raúl Jorge Lima. En 2003, publicó un trabajo genealógico sobre la familia Paz y Figueroa. En ese documentado estudio, expuso el transcurrir de ese linaje –de raigambre conquistadora- en Santiago del Estero, entre el siglo XVIII y los años actuales. Dedicó allí varias páginas a la filiación controvertida de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, expresión superlativa de la espiritualidad santiagueña.

El trabajo que comentamos, se dedica a describir la vida y obra de esa beata que, en el mundo, dio en llamarse María Antonia de San José, o, simplemente, “Mama Antula”. Para desechar equívocos, es preciso indicar que la palabra “beata” no se aplica aquí –ni se aplicó- como tratamiento a quien fue beatificada por el Papa. Según el diccionario de la Academia, en su cuarta acepción este vocablo se refiere a “la persona que lleva hábito religioso sin vivir en comunidad ni seguir regla determinada”. La palabra “beata” es empleada con el último sentido, en el caso de esta sierva de Dios.

Nació en la ciudad de Santiago del Estero, hacia 1729 o 1730. Poseedora de un alma superior, dedicó su vida a la tarea de evangelizar y a hacer perdurar la práctica de los retiros espirituales, según el modelo fijado por los padres de la Compañía de Jesús expulsados de estas tierras en 1767. Explica el libro que la biografiada, desde muy joven, colaboró con los jesuitas en la realización de los ejercicios espirituales en la ciudad en la que nació. En varias de sus cartas, la propia María Antonia hizo saber que logró aprender el método ignaciano de tales prácticas que, sin modificaciones, utilizó luego en su vida de predicadora.

La beata no aceptó que la expulsión de los integrantes de la Compañía, significara la imposibilidad de proseguir con esos encuentros de oración y penitencia, cuyos beneficios espirituales bien conocía. Fue así como ella y otras beatas tomaron a su cargo la prédica evangélica y la continuidad de tales ejercicios espirituales. Con cruz de palo en mano y los pies descalzos, llegaron estas mujeres piadosas con su mensaje a Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Córdoba, despertando adhesiones y devociones que el autor relata con pormenores.

Recorrido

En 1779, María Antonia emprendió su viaje a pie a Buenos Aires. Luego de vencer la resistencia del virrey Vértiz y del obispo Malvar y Pinto logró, en 1780, abrir una primera “casa de ejercicios” en el predio ubicado las hoy calles Suipacha y Bartolomé Mitre. En 1783, a esta primera le siguió otra, emplazada cerca de la iglesia de Montserrat. Sus retiros espirituales, a los que concurrían ricos y pobres, obtuvieron por parte de la población un apoyo profundo y general. En 1790 viajó a Montevideo y Colonia del Sacramento, donde también difundió su prédica.

Vuelta de la Banda Oriental, recibió en donación un terreno en Buenos Aires, delimitado por las actuales calles Estados Unidos, avenida Independencia, Salta y Lima. Obtuvo permiso, en 1794, del virrey Melo de Portugal, para edificar allí la Casa y Beaterio de Ejercicios Espirituales, que aún perdura con idéntica función. En 1795, consiguió limosnas importantes y pudo empezar la obra. En 1797, sin estar concluido el edificio, comenzaron a dictarse en esa casa los ejercicios espirituales. La “Mama Antula” ocupaba la celda número 8 del austero edificio cuando, luego de dictar su testamento, entregó su alma a Dios el 7 de marzo de 1799. Sus restos se inhumaron en la porteña iglesia de La Piedad.

El genealogista Bravo de Zamora se hace presente en la última parte del libro. Es donde desarrolla sus meditadas hipótesis en torno a la filiación de la beata, y desecha por erradas diversas conjeturas lanzadas por varios autores al respecto. Se trata de una obra sólidamente documentada y elaborada con esmero, que merece ser leída.

© LA GACETA

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ERNESTO SPANGENBERG

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