¿Manzur es sanluiseño?
Claudio Poggi llegó a la gobernación de San Luis de la mano de los hermanos Rodríguez Saá. Los puntanos estaban desgastados, con otros horizontes políticos y decidieron que el cordobés devenido en sanluiseño sea su “delfín” allá por 2011. Luego de más de dos décadas de hegemonía política de los hermanos, en San Luis recepcionaron bien a Poggi. Encaró un buen gobierno y mantuvo diplomáticas relaciones con el mundo K y con sus jefes políticos. Poggi tenía, en 2015, la chance de ir por la reelección y en su provincia se especuló con ello hasta último momento. Pero no pudo. ¿Con qué lo habrán frenado los Rodríguez Saá? ¿Qué as guardaban bajo la manga como para que Poggi bajara la cabeza y dejara le lado la chance de pelear por un mandato más? Quizás nunca se sepa, pero aún ostentando el cargo ejecutivo de mayor relevancia en San Luis no pudo tomar su propia decisión. Poggi no quebró con su antecesor -y sucesor- Alberto Rodríguez Saá hasta que el menor de los hermanos volvió al poder. Poggi se candidateó a diputado nacional el año pasado, pero la fachada de buenos amigos con sus padrinos se desmoronó al poco tiempo. En marzo pasado presentó la renuncia a la vicepresidencia del PJ que comanda el Adolfo y abandonó el bloque de quien fuera su líder político en el Congreso de la Nación.

Las similitudes con el “caso tucumano” abundan. Juan Manzur llegó a la Gobernación de la mano de su padrino Alperovich y hasta aquí todo indica que continúa condicionado y dependiendo de lo que ordena su antecesor. ¿El destino del ex ministro de Salud será similar al de Poggi en 2019? Resta mucho hasta entonces, pero algunos sucesos recientes echan leña a la hoguera de las especulaciones.

La sola presencia de Manzur en la casa de Alperovich es todo un símbolo de poder (de Alperovich, claro). Si no se quiso que así sea, que la inocencia le valga a Manzur. Ni bien se retiró el martes de la casa del senador, el puñado de dirigentes -entre ellos concejales y legisladores- que estaba allí terminó con los dedos de sus manos ardientes de tanto whatsappear sobre el encuentro. “Vino al pie”, recibió uno. “Ya sabemos quién manda”, escribió otro.

Manzur llegó a la casa de Alperovich alrededor de las 9. Se palmearon la espalda, intercambiaron un par de frases y saludos con los presentes y, luego, ambos se encerraron unos 20 minutos en el living. Afuera, los dirigentes casi ni hablaban, pero especulaban que esa reunión había sido posible gracias a Osvaldo Jaldo. El ex diputado que supo jurar “por el mejor gobernador de la historia de la provincia de Tucumán” se reunió la semana pasada con el senador. Allí le habría prometido que sigue pensando que es el mejor y que nunca lo abandonaría. También le habló sobre la necesidad de que dialogara más con su “delfín”. Jaldo juega a tres puntas: la de máxima para sí mismo o la de segundo de Juan o de José en 2019.

Así habría llegado Manzur al portal de una de las mansiones de Beatriz Rojkés. Padrino y ahijado salieron abrazados y sonrientes del living y habrían acordado mostrarse unidos. Hasta habría uno que otro acto en los próximos días donde ambos compartirían sonrisas y escenario. Sin embargo, luego de que el mandatario se fuera, un vivaz Alperovich les habría advertido a esos fieles que nunca dejaron de visitar su hogar por las mañanas: la calidez con “Juancito” durará lo que los fuegos artificiales en el cielo del Bicentenario. El frío, luego, ya habrá llegado.

Alperovich, como los Rodríguez Saá, no querría que su construcción política se desmorone. Ni regalársela a otro. Por eso cada tanto le recuerda a Manzur que le prestó el cargo. ¿Tendrá el senador, como el tándem puntano, algún as bajo la manga para bloquear un eventual intento reeleccionista del mandatario? ¿Habrá “firmado” entre ambos una suerte de acuerdo “prenupcial”?

Arriba “los Santos”

En la vereda de enfrente, Cambiemos sufre cada vez más las rispideces propias de un grupo político por demás heterogéneo. Mientras viajaban en el helicóptero que trasladó a Mauricio Macri hasta Yerba Buena, Manzur le preguntó al Presidente cuándo volvería con más tiempo para que Tucumán le prepare una recepción “como la gente”. “Preguntale a Facundo”, le habría contestado. Garretón sonrió. José Cano se hizo el distraído. Apenas un gesto nimio para el “emprendedor”, pero que suma ripio al camino entre ambos dirigentes. Los que se divierten con esas internas afirman que el pleito se trasladó al fútbol. Cano viene hablando con dirigentes que postulan al funcionario nacional para que presida a “los Santos”. Sorpresivamente, la familia Garretón se habría sumado a esa compulsa. Suspicaces, al pie del cañón.

También hay problemas con otros socios. Además de los tironeos PRO-UCR, Cano se topa con otras internas. El Día del Trabajador bloqueó una, pero abrió otra. Se juntó con Germán Alfaro, comieron locro en Sportivo Guzmán y prometieron que el Acuerdo para el Bicentenario (ApB) será opción de gobierno en 2019. ¿Y Domingo Amaya? Ahí el problema. El ex intendente degustó el tradicional plato en la otra punta de la ciudad. El secretario de Vivienda de la Nación fue al sindicato de los trabajadores del Ipvdu y habló de peronismo. Se reivindicó como tal y avisó que si no puede actuar en concordancia con su doctrina, dejaría el cargo. Hasta le regaló unas lágrimas a la audiencia que lo vitoreó efusivamente. Inversamente proporcionales a esos aplausos fueron las críticas hacia Alfaro. Los organizadores -dirigentes peronistas- esperaban al intendente. “Prefirió festejar con los radicales”, se quejaron los muchachos. Para colmo de males, la sede sindical de San Lorenzo 44 quedó semivacía para Amaya. ¿Llegará entero a 2019 el tridente ofensivo del ApB?

Como Jaldo con el oficialismo, en el multicolor espacio opositor local especulan con el rumbo que pueda llegar a tomar el Gobierno nacional. Si Macri huele a fracaso, hay algunos que ya tienen listo un plan B. Así se explica la cercanía de, por ejemplo, Alfaro con Sergio Massa. El ajedrez de la política tucumana siempre fue entretenido y con jugadas inesperadas. Esta vez, la falta de líderes indiscutidos en ambos lados del tablero cubren de incertidumbre y adrenalina la partida.

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