El primer jefe de Estado electo

El primer jefe de Estado electo

Los diputados del Congreso designaron Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón.

LA CHACRA DE SAN ISIDRO. Pueyrredón acondicionó la casa para hacerla confortable LA CHACRA DE SAN ISIDRO. Pueyrredón acondicionó la casa para hacerla confortable
El viernes 3 de mayo de 1816, el Soberano Congreso reunido en Tucumán, por 25 votos sobre los 25 diputados presentes, nombró Director Supremo de las Provincias Unidas al general Juan Martín de Pueyrredón.

Después de la declaración de la Independencia –que se produciría dos meses más tarde- fue la medida de mayor trascendencia y acierto que acordó la asamblea. Pueyrredón se convertía, así, en el primer jefe del Estado Argentino, designado por la voluntad mayoritaria de los representantes de las provincias.

La importancia del nombramiento residió en que, en primer lugar, el apoyo de Pueyrredón sería clave para la campaña libertadora del general José de San Martín a Chile y al Perú. Ella nunca hubiera podido llevarse a cabo, si el Director Supremo no le hubiera aportado los recursos suficientes, a costa de enormes sacrificios. Y en segundo término, porque su gobierno del país, prolongado durante tres años, fue tan ordenado como progresista, por encima de las grandes dificultades que tuvo que vencer.

Europa y Perdriel  

Juan Martín de Pueyrredón tuvo una vida auténticamente rica en aventuras. Porteño, nacido en 1777, hijo del próspero vascofrancés Juan Martín de Pueyrredón y de Rita Dogan, nieta de irlandeses, empezó estudiando en el Colegio de San Carlos. En 1795 viajó a Cádiz, para trabajar al lado de su tío Diego.

Se hizo ducho en cuestiones de negocios y empezó a ganar bastante dinero por cuenta propia. También pasó una temporada en París. Regresó a Buenos Aires en 1802 y al año siguiente volvió a Cádiz. Ni bien llegado, se casó con su prima, Dolores Pueyrredón, y volvieron a Buenos Aires. Su esposa lo dejaría viudo en mayo de 1805, luego de un parto prematuro.

Al producirse la primera invasión inglesa, Pueyrredón entró en acción rápidamente. Buscó voluntarios, los concentró en su chacra de Perdriel, y los armó gracias a donaciones de Martín de Álzaga y Diego Álvarez Barragaña. Enterado el jefe inglés, general William Carr Beresford, de los movimientos de Pueyrredón, decidió atacar Perdriel. A pesar de que muchos de sus hombres desertaron, Pueyrredón hizo despliegues de audacia y hasta logró apoderarse de un cañón enemigo. Pudo salvar la vida cuando su caballo cayó muerto, porque el alcalde de Pilar, Lorenzo López, logró alzarlo en las ancas y escapar a todo galope.

La Reconquista

Pudo embarcarse hasta Colonia. Allí se entrevistó con Santiago de Liniers y con Pascual Ruiz Huidobro, quienes preparaban la travesía del ejército armado para recuperar Buenos Aires. Regresó a San Isidro, reunió fuerzas en la campaña, y aguardó a Liniers cuando este desembarcó cerca de Las Conchas.

En la reconquista de la ciudad, que se consumó el 12 de agosto de 1806, Pueyrredón estuvo a la cabeza del batallón de Húsares. Atacó reciamente a los ingleses, logrando desbaratar al famoso Regimiento 71 y quitarle uno de sus estandartes. Por haber sido un gran protagonista de la jornada, ese mismo día Liniers lo ascendió a coronel.

En octubre, el Cabildo porteño lo comisionó a España, para que informase al rey Carlos IV sobre los sucesos de Buenos Aires, misión que cumplió. Cuando se produjo la invasión de los franceses a la península, ellos trataron de atraerlo a su causa, pero Pueyrredón los rechazó. Pasó a Londres, donde fue uno de los primeros en iniciar gestiones para obtener la emancipación del Plata.

Prisiones y gestiones

Se embarcó de regreso y, al llegar a Montevideo, el gobernador Francisco Javier de Elío lo arrestó, con la acusación de subversivo y de partidario de Napoleón. Estuvo preso más de un mes, y lo embarcaron rumbo a España como reo. Pero el barco, afectado por un temporal, debió detenerse en el puerto de Santos y Pueyrredón aprovechó para fugarse. Llegó a Buenos Aires en 1809.

Ya en ese momento, el virrey Liniers había sido sustituido por Baltasar Hidalgo de Cisneros. Éste arrestó a Pueyrredón, con intenciones de enviarlo a España. Pero su hermana Juana Pueyrredón de Sáenz Valiente, con gran energía, habló con el virrey y pidió que se suspendiera la deportación, mientras Pueyrredón se las ingeniaba para fugarse.

Se escondió en una casa amiga y luego se embarcó a Río de Janeiro. En esa ciudad, se conectó con la infanta Carlota Joaquina, y hasta logró una entrevista con el ministro Souza Coutinho. Este le ofreció una poderosa fuerza para operar en Buenos Aires. Pero Pueyrredón contestó que “jamás se presentaría a su patria con el aparato del enemigo”.

En el Alto Perú

Sintiéndose inseguro en el Brasil, se embarcó para Buenos Aires y permaneció escondido en una estancia. Allí se enteró de la revolución del 25 de mayo de 1810 y de la caída de Cisneros. Se incorporó de inmediato a los patriotas, y en agosto fue nombrado gobernador delegado de Córdoba.

Allí, influyó para acelerar el nombramiento de un diputado a la Junta, cargo que recayó en el Deán Gregorio Funes. Tomó una serie de medidas de auxilio para la expedición patriota que pasaba rumbo al norte, e instaló la Fábrica de Pólvora. En diciembre, fue relevado por su hermano Diego José, y la Junta lo designó presidente de la Audiencia de Charcas.

Al ocurrir (junio de 1811) el desastre de Huaqui, marchó con los derrotados a Potosí. Pudo recoger los caudales de la Casa de la Moneda y del Banco de Rescate, que significaron grandes sumas en metálico para equipar los ejércitos patriotas. Nombrado jefe del Ejército del Norte, quiso desasirse pronto de ese comando, por su falta de experiencia. Inició la retirada desde Jujuy, rumbo a Tucumán. Pero en febrero de 1812 lo reemplazaría Manuel Belgrano, quien hizo retornar las tropas a aquella ciudad.

Los años puntanos

De vuelta en Buenos Aires, al caer el Triunvirato, Pueyrredón fue confinado a varios lugares. Finalmente, se lo destinó a San Luis. Meses más tarde, el nombramiento de un gobernador amigo, Vicente Dupuy, le permitió dedicarse a las tareas rurales y explotar una pulpería. Cuando José de San Martín fue nombrado gobernador de Cuyo en 1814, al pasar por San Luis conversó con Pueyrredón.

Ambos coincidieron en una manera distinta de encauzar la lucha contra los realistas. Volverían a conversar en Mendoza, a donde Pueyrredón se trasladó para visitarlo. Corría febrero de 1815 cuando volvió a Buenos Aires. El Director Supremo, general Carlos de Alvear, lo ascendió a coronel mayor.

Por esa época se casó otra vez, con María Calixta Tellechea. Residía en la ciudad, pero remodeló y amplió con esmero su casa de la chacra de San Isidro. La provincia de San Luis, en 1815, lo eligió diputado al Congreso de Tucumán.

El Director Supremo

Dijimos que el 3 de mayo el Congreso lo eligió Director Supremo de las Provincias Unidas. De inmediato marchó al norte. Se entrevistó con Güemes en Salta y con el jefe del Ejército del Norte, José Rondeau, en Jujuy. Allí dispuso la retirada de la fuerza hacia Tucumán, a la vez que el Congreso sustituía, como jefe, a Rondeau por Manuel Belgrano.

Entretanto, oficiaba de Director Supremo en Buenos Aires, designado sin intervención del Congreso, el general Antonio González Balcarce. Le ordenó Pueyrredón que se limitase a cumplir lo que le fuera comunicado, como simple delegado. Luego inició el viaje a la capital. Se detuvo en Córdoba, donde había convenido encontrarse con San Martín.

En el par de conferencias que mantuvieron, quedó acordado el apoyo a la formación del Ejército de los Andes. El 10 de julio, Pueyrredón fue recibido solemnemente en Buenos Aires por el Cabildo y las autoridades. Asumió de inmediato el gobierno, desde el cual no ahorraría medios para apoyar, en adelante, el plan libertador de San Martín.

Últimas apariciones

Al mismo tiempo, desarrolló una progresista obra de gobernante, a pesar de las adversas circunstancias que lo rodeaban. Los historiadores coinciden en que su gestión tuvo características de prudente y de fuerte sin violencias. Tres veces quiso renunciar, alegando fatiga física, pero rechazaron su dimisión. Recién el 9 de julio de 1819, el Congreso resolvió aceptarla, y designó en su lugar al general Rondeau.

En enero de 1820, viendo avanzar la anarquía en Buenos Aires, se trasladó al Brasil. Al declararse, en 1826, la guerra contra esta nación, integró Pueyrredón el Consejo Militar. Formó parte también, en 1829, de la Junta de Guerra en el alzamiento de Juan Lavalle.

Luego, se retiró de toda actividad. Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, le pareció prudente emigrar a Francia. Estuvo en Burdeos y luego en París. Tiempo después, pasó a Río de Janeiro, con su esposa y con el único hijo que tuvieron, el después famoso pintor Prilidiano Pueyrredón.

Exequias silenciosas

Recién en 1849, pudieron retornar a Buenos Aires. Pero la salud de Pueyrredón ya estaba quebrantada. Al llegar a la ciudad, quiso recluirse en su chacra de San Isidro. Allí falleció, el 13 de marzo de 1850.

A sus exequias asistieron solamente los íntimos. Nadie del gobierno se hizo presenta para despedir al esforzado patriota. Miguel Cané describió el físico de Juan Martín de Pueyrredón. “La naturaleza fue pródiga con él; alto de estatura, elegante de porte, suelto de maneras, sus facciones armoniosas atraían las simpatías que su noble carácter, jovial y ecuánime, sabía conservar”. Paul Groussac lo llamaría “hermoso ejemplar de la burguesía porteña, valiente, ponderado, tan elegante en lo moral como en lo físico, caballero por los cuatro costados”.

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