Las mujeres de la guerra retratadas por la ganadora del Nobel

Las mujeres de la guerra retratadas por la ganadora del Nobel

Extraordinario documento de la periodista ucraniana que plasmó el sufrimiento de nuestro tiempo

LA DEFINICIÓN. “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra”, esclarece Alexiévich. LA DEFINICIÓN. “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra”, esclarece Alexiévich.
24 Abril 2016

CRÓNICA

LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER

SVETLANA ALEXIÉVICH

(Random House - Buenos Aires) 

Svetlana Alexiévich ha publicado seis libros: La guerra no tiene rostro de mujer, Los últimos testigos, Los chicos de cinc, Fascinados por la muerte, Voces de Chenobyl y El fin del Homo sovieticus. Su obra, calificada de “polifónica”, la convirtió en la primera periodista en ganar el Premio Nobel de Literatura, cuyo jurado le otorgó un rango inequívoco: “un monumento al valor y al sufrimiento de nuestro tiempo”.

De tales adjetivos, el de mayor valor es el que atañe a la polifonía y dentro de esa categoría a La guerra no tiene rostro de mujer, editado en 1985 y digno de sucesivas reediciones.

En todo caso, si la obra de Alexiévich ha merecido el tributo de un monumento es por el camino de esa multiplicidad de voces que incluye la naturaleza de los testimonios que han sido recogidos y, a la vez, cobra su máxima expresión en la impronta dada por una narradora con todo en su lugar.

De las arenas del periodismo Alexiévich goza de la Santísima Trinidad conformada por una curiosidad bien orientada la paciencia del investigador y el rigor en el procesamiento de lo acopiado, y ya sería decir. Y de la escritora, así, a secas, la licencia de alejarse de ciertas orillas sin miedo a naufragar en una poética a salvo de afectación: “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma”.

Nada más, nada menos. Historiadora del alma, profesora de historia y de alemán, la bielorrusa Alexiévich quiso y pudo meterse con uno de los temas más silenciados de la Segunda Guerra Mundial: el millón de mujeres que fue al frente de combate y tomó parte activa al mando de un tanque o fusil en mano. ¿El resultado? Un documento extraordinario. Extraordinario por fuera del orden y extraordinario asimismo por su dimensión mayúscula. La guerra no tiene rostro de mujer hace trizas todas y cada una de las historias escritas en clave de Hollywood. La guerra no tiene rostro de mujer hace ver ridículos todos y cada uno de los esfuerzos por edulcorar lo que nada tiene de edulcorado. La guerra no tiene rostro de mujer, en fin, es el estremecedor fruto que Alexiévich hizo fecundar gracias a un valor que es previo a su condición de periodista y de escritora, innato acaso: una sensibilidad y una facultad de empatizar con el dolor ajeno que vuelve posible la descarnada evocación ahí mismo donde durante décadas y décadas privó el silencio en defensa propia.

Vaya, como botón de muestra, uno de los tantos testimonios recogidos en la frontera donde se entremezclan el horror y la belleza. Esto dijo Liubov Ivánovna Lúbchik, comandante de la escuela de ametralladoras: “En la guerra uno debe recordar algo perdido dentro de sí. Algo arcano… Algo que procede de los tiempos en que el hombre no era del todo humano… No soy una persona muy culta, soy una simple contable, pero sé lo que digo”.

© LA GACETA

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Walter Vargas

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