Dos genios *

Dos genios *

A 400 años de su muerte, los dos mayores escritores de la literatura universal mantienen una notable vigencia. ¿De qué manera escribieron para su tiempo, pero siguen interpelando a lectores de todo el mundo en el siglo XXI? ¿En que se asemejan y distinguen? ¿Por qué son geniales? Escritores, críticos, dramaturgos, filósofos y especialistas en su obra nos ayudan a responder estos interrogantes.

17 Abril 2016
Por Santiago Kovadloff
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Cervantes y Shakespeare son geniales porque mediante sus obras lograron nombrar cuestiones estructurales de la existencia que no pierden vigencia en el transcurso del tiempo, porque habiendo escrito 400 años antes que nosotros nos llevan a sentir, al leerlos, que nosotros ya ocurrimos...

Shakespeare nos ayudó a entender lo que es la subjetividad moderna, es decir la del hombre que ingresa a la relación con la historia de la mano de una voluntad de dominio de lo real, cuyo rasgo principal es esa convicción de que en su voluntad de dominio cae la posibilidad de control de lo real. Entonces, en ese capitalismo que comienza a desarrollarse en Inglaterra en el siglo XVII, Shakespeare viene a decirle al poder político que todo puede ser colonizado, menos la subjetividad humana.

Cervantes lo que viene a decirle a su tiempo es que en la disyuntiva entre pasado y futuro hemos optado por el pasado. Hemos hecho de la realidad del siglo XVII un escenario en el cual queremos mantener vigentes pautas, criterios, concepciones de la realidad que dicen mucho más de lo que fuimos, que de lo que debemos ser o de lo que somos. La caballería como respuesta a la demanda del siglo XVII sólo pone de manifiesto la desorientación profunda de España en ese momento. Cervantes ha sabido nombrar la ineptitud española para pertenecer al campo de la modernidad.

De manera que podríamos decir que si Shakespeare, por su parte, vino a acotar la presunción de poder del naciente capitalismo, recordando que la subjetividad no puede ser manipulada, por otro lado Cervantes vino decirle a España que había claudicado a la necesidad de aceptar los desafíos de su tiempo, la modernidad, para optar por la melancolía, de la cual Felipe II fue tan representativo.

© LA GACETA
* Fragmento de una entrevista que publicaremos el próximo domingo.


Similitudes y Diferencias

Por Willy G. Bouillon
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Hasta no hace mucho, se sostenía que el 23 de abril de 1616 era el día en que habían muerto William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Según el calendario que regía entonces en Inglaterra el deceso de Shakespeare ocurrió el 4 de mayo.

Mucho se ha hablado de las diferencias y similitudes de ambos genios. Con frecuencia ocurre que en ellos lo semejante encierra desemejanza, y viceversa. Un caso “puro” de desigualdad procede de las denominaciones que se tornaron tradicionales: cisne de Swan, se apodó a Shakespeare; manco de Lepanto, a Cervantes. Tales sinécdoques hablan de tendencias opuestas. La primera alude a una conducta que valora la fineza y la estética en aspectos y modales; la otra remite a una vida agitada, inclinada al riesgo y la aventura. En sus obras mayores, Hamlet y El Quijote, se advierten más disimilitudes que parecidos. El inglés exhibe la fuerte influencia de la tragedia griega, en cuanto al pasado como determinante del presente. El pasado cervantino es mucho más cercano: la epopeya de hombres del medioevo, algunos de la nobleza, enfundados en armaduras. En los dos textos hay escenas de violencia, pero la que sucede en Dinamarca es intensa y terminal, mientras que en las andanzas del caballero andante hay sólo golpeados y dolidos. La realeza está muy presente en Shakespeare (no sólo en Hamlet). En la novela de Cervantes, sólo cuando los duques de Villahermosa le gastan una formidable broma a Sancho Panza. El humor es ingrediente común en los dos escritores, pero aquí también hay matices dispares: en Hamlet prevalecen la ironía y la mordacidad sutiles (muy british): provocan la sonrisa. En El Quijote los dichos y episodios humorísticos son más directos y simples (muy hispano): provocan la carcajada.

En el terreno biográfico, lo más similar es la huida de los dos, en edad juvenil y por parecidos asuntos judiciales. W.S. cambia su natal Stratford on Avon por Londres, que le permite un decisivo acceso al ambiente teatral. Cervantes se va de Alcalá de Henares a Madrid y después a Italia, donde lee los poemas de caballería de Ludovico Ariosto, de tanta influencia en su novela. El hombre de acción se luce en la fiera batalla naval contra los otomanos, cerca de Lepanto (Grecia), que se narra en El Quijote, y en la que un disparo de arcabuz inutiliza su brazo izquierdo. La última frase que pronuncia Hamlet, “el resto es silencio”, expresa nihilismo, extremo sin retorno. La del Quijote, al revés, es un regreso. Hace saber que ha vuelto a la cordura y que su nombre real es Alonso Quijano, ante lo cual Carlos Fuentes dice que son palabras de “un loco maravilloso que recobra la triste razón”.

© LA GACETA
Willy Bouillon - Periodista, crítico y escritor.

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