El Quijote y la gran aventura de la libertad

El Quijote y la gran aventura de la libertad

17 Abril 2016
Por Carmen Perilli
PARA LA GACETA - TUCUMÁN

A principios del siglo pasado mi bisabuelo trajo de España El Quijote y lo leía una y otra vez. Lo entiendo porque si alguien me pregunta por el libro que llevaría a una isla desierta sería, sin lugar a dudas, el mismo.

En Inglaterra Shakespeare crea a Hamlet y en España Cervantes encarcelado imagina al Quijote. Entre las rejas y el hambre surge la primera novela moderna, la gran aventura de la libertad en un mundo cada vez represivo. Cuando releemos el libro nos asombra la modernidad de esa escritura que pone la duda en el centro, que interpela al “desocupado lector” y lo sacude para que se entregue a la literatura. La locura de Don Quijote y su linaje es locura de lectura de un sujeto entre mundos. En el choque entre el mundo de la fe y el de la razón está su grandeza.

La literatura del soldado manco se aleja de épica y arma una “morada de voces enfrentadas”, un milagro que surge en un Imperio encarnado en ese monumento a la muerte y el poder que es el Escorial. Después de Cervantes no se puede leer ni escribir del mismo modo. Nos habla más de lo que no vemos que de lo que vemos; de la distancia entre realidad y ficción. Un libro puede ser una espada contra los absolutos; una adarga contra los dogmatismos, un instrumento para poner en crisis la representación de la realidad . Cuántas veces ante la vida nos preguntamos, como ante las batallas de Don Quijote: ¿Son molinos o son gigantes?. En la literatura, nos dice Octavio Paz ”ninguna de las dos posibilidades es la verdadera, parece decirnos Cervantes: son gigantes y son molinos”.

Sancho se queja: “En este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos donde apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería”, el Quijote sale a cambiarlo todo, justamente porque no acepta los cambios. Es el primer personaje literario que entra a una imprenta en Barcelona para verse a sí mismo. La incertidumbre es su sino. Cervantes escribe en el prólogo de Los trabajos de Persiles y Sigismunda “tiempo vendrá quizá donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta...”. Don Miguel de Cervantes se desvanece y sobrevive en su personaje. Alonso Quijano acepta la derrota y muere pero Don Quijote y Sancho siguen cabalgando.

El autor y el personaje se transforman en una sola sombra. Como dice el poema de Borges: “El hidalgo fue un sueño de Cervantes / Y don Quijote un sueño del hidalgo. / El doble sueño los confunde y algo / Está pasando que pasó mucho antes”. Desde Cervantes, proclama Carlos Fuentes, todos somos hijos de la Mancha, ese territorio que nos defiende de cualquier exilio, el de la literatura. Más de un siglo después yo sigo leyendo el libro que mi bisabuelo me legó.

© LA GACETA
Carmen Perilli - Profesora de Literatura Hispanoamericana.

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